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« Previous Page Table of Contents Next Page »~óngalo en dirección del 93 a fin de que cho~
quemas con él lo más btevemente posible. ~s
necesario hundir ese barco antes de seguIr adelante".
Cuando hacía estas preguntas, en mi mente se cruzaba el recuerdo de dos distingui– dos miembros conservadores que corno yo ha– bían recibido instrucciones del Partido para tornarse el mismo barco. Los dos cumplieron a satisfacción su cometido, pero cuando se die– ron cuenta que el movimiento solo había teni– do éxito en la torna del vapor Victoria que ellos habían verificado, no encontraron inte– rés en mantener el vapor y después de arri– barlo a la costa, lo dejaron abandonado. Me refiero a Agustín Bolaños Chamorro que fue el primero en verificar tan brillante acción, y el segundo, el valiente Coronel, Horacio Bermú– dez, que corno dije en párrafos anteriores mu– rió peleando por su Partido en los campos de batalla de San Juan dél Sur. Ese recuerdo me estimuló para que mi empresa fuera un poco más allá y no dejara morir la acción antes de hacer un esfuerzo más por liberiar a Ini Patria del yugo de la Dictadura.
Inmedia:tamente fuí donde estaban los ti– radores de proa para hablar con ellos y expli– carles que el Vicioria iría a todo vapor sobre el 93, y que corno nosotros no teníamos mucho parque no deberíamos disparar hasta que lo tuviéramos cerca, es decir, corno a unos 300 metros de distancia y que debían dirigir sus tiros solamente a los artilleros del 93. Todos me prometieron con entusiasmo que así lo ha– rían, y me dediqué a recorrer el vapor y a ex– plicarles a la gente que íbamos a capturar el barco enemigo, y que ellos no deberían dispa– rar sino hasta que éste estuviera cerca y que se prepararan para abordarlo en la primera opor– tunidad que se presentara.
Recuerdo todavía la iniensa emoción que sentí en aquel momento corto en que duró la lucha para capturar el 93. Por algún tiempo estuvimos sufriendo el fuego de su artillería. sin contestar nosotros ni un solo tiro y viendo que el uno y otro barco corrían a su mayor ve" locidad para encontrarse, pues yo le había ordenado al Capitán Constantini que pidiera vapor y más vapor hasta no alcanzar la máxi– ma velocidad del Vicioria, aun cuando con ello pusiera en peligro la má,quina, pues que era indispensable para nosotros acortar el tiempo de la captura, y aquel hombre, valiente capi– tán de marina, se interesó tanto corno yo, y to– rnando corno cosa de amor propio dicha ac– ción, cumplió fielmente las instrucciones.
Muy pronto estuvo el 93 al al cance de nuestro fuego y entonces dí la orden de dispa. raro A los primeros disparos algunos de los artilleros enemigos cayeron muertos o heridos. Entonces el que manejaba el 93 quiso variar de curso y colocarse a la popa del Victoria, pero el Capitán Constantini comprendió la manio– bra y no le permitió al 93 salirse ni un momen– to del fuego de la proa de su barco. En el
mOmen±o de mayor intensidad del fuego el Ca– pitán Cohstahtini mandó a ¡lamarme.
Llegué a su cabina de timonel, y al verme me dijo: "Estoy herido... de inueríe... mire"! y descubriéndose el estómago me enseñó el agu– jero de una bala de Remington que le había penetrado por el ombligo. ", ..Pero tendré fuerzas para terminar la captura del 93, conti– nuó, sólo le ruego que venga a verme después que lo haya hecho", Con sincera emoción le conforté corno pude y le prometí volver.
Para cualquiera que hubiera estado obser– vando la lucha a muerte entre el Victoria y el 93 habría visto con interés los esfuerzos que hacía el 93 por apartarse del fuego que le llo– vía desde la proa del Vicioria.
Uno de los cañonazos del 93 dió al lado donde yo estaba, que era en la paríe de abajo en la banda derecha. La metralla fue a dar precisamente en el bote salvavidas que el Vic– toria llevaba. a bordo, y uno de los pedazos de metralla rebotó y me dió en la pierna, pero se– guramente iba ya sin fuerzas pues no hizo más que incrustrarse en la carne sin dañar el hue– so, así es que con facilidad me desprendí des– pués aquel pedazo de metralla, que bien pudo ocasionarme la pérdida de la pierna, mas de ello no conservO sino una pequeña cicatriz.
Corno decía anteriormente la balacera era intensa entre los dos barcos siendo de notarse que a cada momento que pasaba el fuego del Victoria se intensificaba más, mientras que el del 93 disminuía. hasta que cesó del todo en el momento en que el 93 no pudo impedir que el Vicioria se acercara a su lado, momento que yo aproveché para saltar el primero al abor– daje seguido de Arsenio Cruz, Evaristo Enrí– quez y otros cuantos.
Ya en el 93 no encontramos oposición al– guna. Todos se rendían y entregaban sus ar– mas, entre otros el Teniente de la: Sección de Artillería Francisco Bermúdez (alias Pancho Gato), el maquinista Gallard, y el Coronel Adolfo Zapata. Mi mayor preocupación, por supuesto, era la proa del vapor donde estaban los artilleros. No me detuve a desarmar a na– die; eso lo hacían los que venían detrás; ape– nas me detuve para ordenar al Victoria el cese total del fuego, y seguí hacia la proa del 93 -aquello era un lago de sangre-, donde me encontré en medio de varios cadáveres y algu– nos heridos a los que ordené desarmar.
_ Uno de los heridos que tenía la rodilla destrozada por una bala, se negó a entregar su revólver por lo que uno de mis hombres quería poner fin a su vida, más yo se lo impedí
y lo convencí de que se retirara fuera del al– cance de un balazo de aquel individuo, ya que estaba seguro de que una vez que la excitación del combate le pasara iba a estar dispuesto a entregar el arma, como efectivamente sucedió. A poco rato me estaba llamando para entre– garme su revólver y pedirme que lo mandara matar porque no resistía el dolor de la herida. Mandé a uno a recibir el revólver y ordené 11a-
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