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« Previous Page Table of Contents Next Page »mar al médico qua llevábamos a bordo, el docior Enríque Monllel, para que lo curara. Todas estas cosas las hice quizás en menos tiempo del que gasto en narrarlas, -pues mi mayor deseo era volver al lado del Capitán Constantini como se lo había prometido, y por– que me interesaba saber cómo seguía. Al llegar a la cabina ya lo encontré separado del timón, el que había entregado a otro de sus oficiales;
y me dediqué a confortarlo y darle alguna. es– peranza df3 salvarse. Le dijo que sólo íbamos a la Isla de Zapatera, a la costa del Meneo, a recoger a mi tío Alejandro, -a quien no P4di– moS encontrar allí- y a algunos otros arhigos de Nandaiine, y que enseguida regresaríamos a San Uba~do donde estaría con mayor como-didad. .
En cuanto a Berríos, que era el apellido del herido del 93, le hice también saber del viaje próximo a San Ubaldo, en donde pensa– ba instalar un pequeño hospital de ca:rc1paña. Frente a las costas del Menco nos vimos precisados a echar algunos cadáveres al agua porque ya estaban dando muestras de descom– posición. Y allí también recogimos como a treinta personas, y con ellas a bordo, nos diri– gimos a San Ubaldo. Aquí improvisamos un hpspital con el doctor Montiel como jefe ciru– jano, y como con nueve heridos, siendo los principales el Capitán Constantini y el joven Berríos. Desgraciadamente el primero murió esa misma noche y Berríos unos dos o tres días después..
Naturalmente la muerte de Constantini fue muy sentida entre nosotros por haber sido el alma, pudiéramos decir, en la toma del 93, y la de Berríos porque era un joven de Mana– gua a quien yo conocía bastante bien por ha– ber sido amigo de los muchachos Alvarez Sa– ballos, mis amigos y compañeros.
Esa misma noche preparamos un telegra– ma cifrado para el Comandante de San Carlos, hacíéndole creer en cierta descomposición de la guarnición del Castillo, por lo que debería ir personalmente allá y seguir una minuciosa investigación y traerse preso al promotor. El telegrama iba en la clave de la Comandancia Generál y firmado, naturalmente, por el Gene– ral Zelaya~ .Al mismo tiempo que se preparaba el dicho telegrama y se enviaba, se alistaba la expediclón que iría a tomar San Carlos en cuanto se. flupiera que ya el Comandante de San Carlos había salido para el Castillo a cum– plir las falsas instrucciones dadas en el men– saje referido.
PasalTlos esta noche en San Ubaldo. Al amanecer dispuse los preparativos para lo que sería la próxima jornada: la toma de San Car– los.."
En las primeras horas de la noche zarpa– mos en el Victoria hacia el sur, llegando co– mo a las 1O frente al puerto lacustre de El Mo– rrito. En un bofe envié una comisión a tierra a tomar el cuartel y traer los rifles que pudie– ra. Una vez que esta comisión hubo regresa-
do continuamos navegando y corno a me~;lJ¡;'l~
noche nos situamos frente a San Migu~li~Q,
donde repetí la operación, con· igual resulta.¿ do. Seguimos navegando hasta que, a las 5 de la mañana, llegamos frente a la costa. de "Punta Limón", hacienda de don Manuel Var~
gas situada COlTlO a legua y media' de San Car– los.
Eramos ochentinueve en fota1. Alli descrn~
barcamos y envié una intimación al Coman– dante de San Carlos para la rendición de la fortaleza, diciéndole que en caso la aceptaba enarbolara una bandera blanca, previniéndo– le, que de no hacerlo así, a las cuatro de la far– de iniciaría sobre ella el bombardeo y que la aiacaría con la infantería. Conductor de esia nota fue el hoy General Benjamín Vargas Abaunza.
Con el mayor sigilo caminamos por los potreros hasta llegar a siiuarnos al pie de una colina llamada 'Loma QuelTli3.da" en cuya ci· ma colocamos un cañón a cargo del Coronel Tomás Masia y como ayudanies suyos a Gre– gorio Lanzas y a Adán Molina.
En un momento que juzgué conveniente marché con mi pequeña tropa hacia la forta– leza, tomando las debidas precauciones para no ser sorprendidos en el tráyecto.
No sería sino hasta las cuatro que Masis esperaría la señal de la bandera blanca, y ya estábamos nosotros próximos a la fortaleza cuando fueron disparados ires cañonazos so· bre el fuerre. Nos situamos al pie de la loma, redonda, cubierta de verde grama en cuya cima está la fortaleza. Esta consiste en un cua– drilátero de piedra defendida por un foso CO.
lTlO de dos varas de profundidad y en el cen– iro una casa de dos plantas. Desplegué mi
fuerza al pie de la Loma por el norte y por el oriente, es decir por los lados por los que te– níamos acceso; resbalándonos, subíamos con con dificultad bajo un fuego graneado. .
Un. grupo al mando Arsenio Cruz lo des– taqué sobre la población y entró en momen– tos en que el vapor "Hollembeck" pitaba abandonando el muellecHo, rio abajo.
Arsenio Cruz en la calle principal se en– coniró con Benjamín Vargas y junios ataca~
ron de frente la Fortaleza. Después se diri– gieron al Morro y ocuparon la Comandancia. De aqui se avanzó sobre la Fortaleza hasta la Iglesia, cuyas campanas repicó el hoy Gene– ral ElTlilio Guillén. Atacábamos pues, la For– ±aleza por todos lados. Yo llegué a la cima a pocos pasos de la caseta orientaL manienien– de mis fuegos sobre ella. Al acercarnos, un tiro salido de la caseta dio en el pecho a un jOvencito Gómez, de Juigalpa, que esiaba a mi lado, muriendo en el acto. Fija mi atención en el lugar de donde había salido el fogona– zo, vi asomarse una cabeza y calculadamen– ±e le disparé un fuo. No sé si dí en el blan<:.o pero ya no salió ofro firo de esa caseta. Re–
queri a Bonifacio García para que lTle siguiera coh otros a la caseta y ya el sol se ponía cua:p'~
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