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« Previous Page Table of Contents Next Page »sistencia por su derecha. Salí a picarle la retaguardia y lo puse en fuga; pero al volver al fren– te he tenido la sorpresa de ver que nuestros soldados huyen por unas bombas que han lanzado los vapores. Mándeme la tropa existente en la plaza para que apoye mi retirada".
Inmediótamente me dirigí al cuartel principal, y pregunté al Gral. Cuarezma: -De cuántos hombres se comDone la fuerza de su mando? -De 400, me contestó él. .
-Salga inmediatamente con esa fuerza para La Cuesta a ponerse a las órdenes del Gral. en Jefe.
-Inmediatamente se cumplirá su orden, contestó el General Cuarezma.
y las compañías fueron saliendo una tras otra y alineándose en la plaza (el parque hoy) en correcta formación.
En esos mismos momentos desmontaba el Señor Presidente frente a la mayoría General en medio de su Estado Moyor y de un grupo de amigos que la aclamaban incesantemente con los gritos de ¡Viva el Presidente Zavala!
Yo, creyendo que el desastre había ocurrido cuando él venía de camino, me le acerqué,
y presentándole el telegrama del Gral. Avilés, le dije: mire, señor Presidente, las últimas noticias de La Cuesta.
El Señor Presidente tomó el telegrama en sus monos, y luego me lo devolvió diciéndome' Sí; ésto es un sálvese quien pueda. .
Luego, viendo los tropos que se estaban alistando en la plaza, me dijo a gritos en tono de reproche:
-Qué hacen a/fí esas tropas? Que no ve Ud. que los vapores están enfrente y que de
un momento a otro oueden acabar con eflas a cañonazos?
-Señor Presidente, le contesté, esas tropas salen en este momento a ponerse a las ór-
denes del Gral. Avilés. ~
-Pero qué hacen aflí esas tropas? y continuó:
"Gral. Cuarezma, ponga esas tropas entre el Pa(acío y (a Parroquia, y espere nuevas ór– denes".
A/fí fueron llevados 400 hombres; y habiendo quedado sin Jefes ni Oficiales, sucedió lo
que indudablemente debía suceder: después de estar formados cierto tiempo, se aburrieron, y ca– da cual fue tomando el camino que más le plugo.
No bien acababan de ocurrir estas cosas, cuando por (a calle que hoy va del Pa(acio a la
casa deJ Correo, apareció don Gustavo Guzmán con Jo coro enegrecido por el humo de Jo pól– vora, diciendo a grito partido:
¡Vengo derrotado!
Cuando se dirigía frente a la Moyoría General se dirigió de manera agresiva contra el Dr Cárdenos, increpándolo COn toda la fuerza de sus pulmones:
"Vengo de donde si/van las balas, derrotado, si, pero peleando No romo tú, cobarde, que a la hora del peligro vas a esconderte entre los fustanes de la mujer. Móndame ahora a la
c6rcel, infame".
Según se me dijo entonces, la cólera de Guzmón contra el Dr. Có¡denas provenia de que
aquella mañana el Dr. lo había reprendido fuertemente por ciertos manejos que el averiguó, y
que le había dicho: "Si yo tuviese poder, mandaría a Ud. a la córcel".
Qué día aquel, amigo Bórcenas. Las tropas que habían estado en La Cuesta penetraron desbandadas en la ciudad y se esparcieron por iodos los barrios. Cada soldado iba disparando su rifle sin tregua ni descanso. Managua presentaba el aspecto de una ciudad que se estaba tomando oor asalto.
Y ~ no quiero recordar mós de aquellos sucesos Quisiera que pm a siempre se borraran de mi memada. Fuí rle los que más activamente trabajaron en favor de la ¡evolución que es–
talló en Granada el 28 de abril, y ahora veo con trisieza que aquella chispa produjo un incen· dio que todovía no se ha apagado. ¡Cuóntos horrores y cuantas desgracias no hemos tenido que lamentar después!
Deseo muy de veras haber complacido o Ud., y que con el mayor gusto me extienda mi
boleta de solvencia.
Soy su affmo. y S. S.
PABLO HURTADO
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