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sistemas clásicos: la :monarquía, la aristocracia o la democracia, como asimismo las formas más modernas de organización del poder, siempre que el régimen respectivo responda a las exigencias de la conciencia c..:ristiana y del Derecho Natural.

Es importante advertir que cuando el conservantismo habla de "democracia", que es uno de los conceptos más prostiluídos y equívocos de nuestra época (")hay hasta tiranías de castas que se autocalifican de "democracias populares"!), no emplea esía palabra en el sentido liberal-individualista -sinónimo de pacto social, soberanía popular y voto univer– sal, SInO en su significado católico, que acepta una cierta intervención de la ciudadanía en la génesis del Poder. pero encauzando a éste destino de los márgenes de la Etica, el Derecho Natural y el Bien Común. •

Del mismo modo, creemos que no hay nada más contrario al sentimiento conservador tradicionalista que la manera inorgánica de las masas, desbordas por los demagogos en un afán incontrolado de poder. Frente al qominio del mayor número, la Derecha ha opuesto siempre el mando de los mejores. Los gobiernos más perfecíos no son, en efedo, aquellos que representan a la más alta cantidad de votaníes, sino los que realizan en mejor forma el Bien Común, para lo cual se requieren superiores condiciones de espíritu cívico, competen-cia y selección. .

A nuesiro juicio. los sisielnas de gobierno que encarnan más genuinamente a la tradi– ción católica y que mejor se cc;mforman con la enseñanza pontificia, son los regÍInenes de ti– po corporativo, en los que todas las fuerzas vivas de la nación, encauzadas en los gremios, organismos interprofesionales y corporaciones, se integran annónicamenle en los cuerpos políticos para realizar el Bien Co.mún de la colec±ividad.

"No hay que olvidar que la doctrina social de la Iglesia, reiteradamente enseñada en las Encíclicas y alocuciones pontificias, reclama la organización corporafiva de la vida eco– nómica como única solución contra la lucha de clases y las injusticias del régimen capita– lista. En veinticinco ai'ios (1931-1956\ los Rom.anos Pontífices han afirmado y reafirmado CATORCE VECES que la organización corporativa de las profesiones es uno de los punios básicos de la doC±rina católica. Pues bien, es evidente que la natural culminación de es– ie sisten,a económico-social se halla en una eslructuración homóloga de los cuerpos políti– cos del Estado, como se ha realizado en parte en Porrogal y en España.

Sólo un régimen de gobierno autori±ario,probo, impersonal y eficiente, que no repre– sente a los más sino a los mejores, puede infundir verdadero respeto a las masas e implan– lar en la vida social los principios del orden, la jerarquía y la disciplina, que son indispen– sables para el logro del Bien COnLún y del progreso nacional.

La moralidad, el orden y la disciplina del Estado deben reflejarse especialmente en las células básicas de la sociedad, que son el ma~rimonio, la familia y la propiedad privada. El conservantism.o tradicionalisia, contra la tremenda disolución de las costumbres que ca– racíeriza a la época contemporánea, defiende intransigentemente el mairimonio monogámi– co y se opone en la forma más absoluta al divorcio. Un país católico, una nación que quie~

re sobrevivir C('T1-0 nación, no puede, en efedo, admi±ir en modo alguno la destrucción de la familia, que·~: el principal cimiento de la estabilidad social.

Anotemos, de paso, que no es raro que el comunismo y la masonería prediquen el amor libre, el divorcio, el abodo y la limitación de la natalidad, pues, de esta manera, hieren el corazón mismo de la sociedad occidental, que es la familia, y socavan eficazmente las ba– ses del mundo cristiano. ¡Disolved los hogares -aconseja el espíritu maligno- y habréis logrado destruir a la crisfiandadl

El conservantismo no sólo defiende el matrimonio y la familia, oponiéndose a iodo 10

que aiente en contra de ellos, sino que, además, los fomenia y los ampara medianíe una adecuada política de asignaciones familiares, viviendas populares, esthnulos a las familias numerosas, facilidades para la educación y mantenimienio de la prole, etc.

La familia, como la persona, requiere también de un sustentáculo material que le ase– gure su autonomía, libertad e independencia, lo que se logra mediante la insti±ución de la propiedad privada.

Las secias co-rnunistas y socialislas, secundadas en algunas ocasiones por los católicos de izquierda, han dirigido asimismo sus embates, en forma preferente, contra la propiedad privada, porque saben muy bien que su abolición traería la ruina de la civilización occiden– tal cristiana. La coleC±ivización de los bienes representa, en efecto, el entronizamiento del tolalitarismo, la instauración de la omnipotencia del Estado y la pérdida de toda libertad en el orden público y privado. La supresión del interés personal como acicate del trabajo sig– nifica, además, entrabar gravemente el espíritu de progreso y perfeccionamiento de las co~

lectividades humanas. .

El conservatismo, de acuerdo con las doctrinas de la Iglesia, defiende a brazo partido la propiedad privada, como una de las instituciones básicas del orden y el progreso de la vi– da colectiva. Corno corolario de este derecho fundamental de la persona humana, sustenta también el principio de una justa y legítima libertad de empresa. sometida a las limitaciones o cargas que exija el bien común, pero sin las dictatoriales ±u:l:elas ni las odiosas planificacio– nes del socialismo-

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