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era tan idólatra de su propia lengua, y mal sufrido con las extranjeras, que mejor leía ~n<;'l pésim8; ~ra­

ducción en aquella, que un buen onglnal en e5.las. Lo dice él :mismo en el libro 1" "de Finibus".

En los tiempos antiguos anteriores a la invención de la irnprenta, era rnuy cornún, rnuy frecuente hablar a una muliitud de hombres reunidos, a un barrio, a una tribu, a un pueblo, para informarles de algüna cosa, persuadírsela, desengañados, calmarlos, ani– rnarlos o darles el impuso que se necesitaba. Algunas veces se abusaba de esta costumbre, corno ahora se abusa de la únprenta, pero si había oradores de 111ala intención, había otros de buena, y las cosas se equili– braban. Se llegó a establecer que los oradores para serlo, debían obtener prirnero licencia del gobierno. El hablar a una muliitud junta, se llamaba "predicar", como dice una ley de la padida 2', hablando de los castellanos de los castillos a quienes encarga "predi– quen a su gente en buena manera". Carla-Magno, aunque no sabía leer ni escribir, predicaba muy bien y con frecuencia a su ejército y al pueblo, y era muy amante de juntas populares, así corno el rey Pedro IV de Aragón, llamado "el cerenlonioso". Numa, segun-

do rey de Roma, era también aficionado a junfas y

las hablaba llanamente dándoles razón de fado con buenos términos, por 10 cual era muy querido, pues no hay cosa que más atraiga, que el razonamienfo cuando es entendido y ordenado. Los filósofos anfi_ guas iban por el mundo predicando y enseñando la dodrina que profesaban, seguidos de rnuchos discí_ pulos que los creían. Dice una ley de Pariida qUe trafa de los generales del ejército, que deben ser "ha– bladores" para que razonen a sus soldados, y con las palabras los enciendan, los apaguen, los suban, los bajen. En fiempo más cercanos, cuando comenzó y se propagó la doetrina de Lutero, la costumbre de pre. dicar se extendió al infinifo: todos predicaban, hasta las mujeres para persuadir, o para combafir la nue· va docfrina, las opiniones y las explicaciones. Con la invención de la imprenta y el arie de leer, que Se fue introduciendo en las clases vulgares del pueblo, se ha ido olvidando la costurnbre de hablar al público. Se inlpáme un discurso, un manifiesto, una procla– ma, y con eso se estirna ya infonnado y bastanfe penetrado de sus intereses, pero no hay tanta distan– cia de aquí a las esfrellas COnlO la que ha y de un discurso leído a uno pronunciado.

Memoria sobre el Fuego de los Volcanes

A veces, los que tienen la vista dé– bil perciben anfes los objetos que aquellos que tienen los ojos pers– picaces.

(Plat6n, De república, 10l

En esta memoria se trata de explicar la verdade– ra causa del fuego de los volcanes; c6mo se encien– de y manfiene por tantos años, y qué combustible le sirve de alimento; por qué se apaga por tiempos, y por tienlpos se vuelve a encender, y otras veces se estingue por entero; de dónde sale el inmenso ma– terial encendido y derretido que los volcanes arro– jan y las otras materias que vornifan. Sabida la cau– sa, es fácil entender de dónde vienen los violentos temblores que se experirnentan en las erupciones y arruinan en un instante pueblos enteros y ciudades populosas, comarcas exfensas y campos dilatados, ma– tando las gentes, los ganados y animales que en ellos viven, y hundiendo las costas que se convierien en lagunas, con otros eslragos que nos cuentan las his– torias. La esplicación de esta causa es fácil de enfen– der, y la entenderá cualquiera que la escuche, aun– que no fenga esfudios algunos, sino sólo el uso de las cosas que nos sirven para vivir, y el conocimienfo que da el tiempo. A mi me ocurrió hace algunos años cuando fodavía era muy mozo y comenzaba a cur– sar las clases, pues como diariamente tenía que pa– sar y repasar por enmedio de tres volcanes encen– didos que hay en el contorno de la ciudad de León donde nací, naturalmente se me venía a la consi– deración de donde procedería aquel fuego que ardía tan confínuamenfe y donde habna tanfo carbón y le– ña para mantenerlo. Bstos volcanes son el de "Teli– ca", que está a dos leguas de la ciudad al lado del norie, y tiene de confinuo un penacho de hurno que despide olor a azufre y se siente rnuchas veces has– fa la población; al pie tiene pocitos de agua caliente que hierven como si estuvieran en una hornilla, el otro volcán es "Momotombo", al lado de oriente, a cuatro leguas de distancia que ha reventado algunas veces, echando llamas y corrientes de fuego, que se ven desde la ciudad, y causando temblores violentos, sobre él se forman tempestades y rayos como en las tormentas más furiosasl el otro es "Cosigüina", al la– do del poniente a doce leguas, y está a la misma ori– lla del mar; no es grande ni alio corno los otros pero

reventó en enero de 1835, causando varios estragos,

y echando cenizas que llegaron hasfa Ooxaca, a más de 400 leguas de costa. Si Se sale de León para Gra, nada, se encuentran afros de distancia en distancia, como el de "Nindiri", que en las relaciones antiguas Se llama de "Masaya", porque está en medio de es,

tos dos pueblos, es pequeño, y las gentes creen que eSiá enterrado; reventó a mediados del siglo pasado, vomitando una corriente de nlateria encendida y de– l'refida que se dividió en dos; una que atravesó el ca– mino real y otra que se descolgó a la laguna de Ma– saya, sobre la primera pasan fodos los días los ca– minanfes y tragineros y tienen mucho que adrnirar, pues ven grandes cascarones y costras de lava que abrasó árboles muy grandes, los cuales quemándose después, cuando la lava se había endurecido, dejó un hueco de la figura del árbol, y ahora forman co– mo cañones; a un lado de ella y a distancia de al– gunas doscientas varas, se ve otra corriente de lava muy antigua, pues tiene encinla árboles altísimos, y

sin duda fue arrojada en siglos anteriores a la ve· nida de los españoles hace más de ires de ellos. Es– te volcán es nlUY mentado en las relaciones de aquel tiempo, porque los españoles creyeron que 10 que dentro contenía y aparecía como metal fundido, era oro purísimo; y para sacarlo, echaron una gran cal– dera o perol de hierro que se les derrifió, el primero que bajó hasta rnedio del cráter interior fue un re– ligioso llamado Fr. BIas de Inhiesta, dominico, según dice Herrera, o franciscano, según el Dr. Guzmán. En 'Una cédula que hay en el archivo de la antigua au– diencia, se refiere este caso, Más adelante, cerca de Granada, está "Mombacho" , que aunque estuvo en– cendido e hizo mil estragos en tienlpos antiguos, ya esfaba apagado cuando vinieron los españoles, en– medio de la laguna de Granada, hay una isla que nanlan "Ometepe" y en ella hay Un volcán que echa llanlas, como refiere el P. Juarros, de quien 10 tomó el Sr. HUnlboldt, de ésfe Malihe-Brun en su "Geogra· fía Universal" . . . . . . .. . .

Con motivo, pues, de fener de confinuo delante de los ojos tantas hogueras ardiendo sin intermisión, y esiar esperimentando los estragos que hacen, ce– nizas que arrojan, y temblores que causan, es natu– ral que cada uno piense dentro de sí, &de dónde prt?' cederá esle fuego, quien lo encenderá, quien 10 ah– IZará, y sobre todo, donde habrá tanto carbón y le-

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