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Nandaírne y Diriomo, que creo se llamaba ':'toma Larga".

El objeto de esta nueva retirada era espe– rar el resultado que tuvieran las pláticas sobre el restablecimiento de la paz entre Nicaragua y Costa Rica que se discutía en El Salvador, donde el Presidente Regalado hacía de media– dor. En Cosia Rica, según sabíamos todos ha– blaban pública"mente de que si había una rup– fura de las pláticas, entonces vendría la gue– rra entre ambos países y que la emigración nicaragüense sería armada por el Presidente Iglesias.

" Por eso decidí salir del país con mi grupo de genie armada, y preferí mantenerme con ellos hasta no ver definitivamente lo que resul– iaba de iodos aquellos rumores. El final, corno todos saben, fue que la paz se firmó, por lo que nosotros, tres o cuatro días después, aban– donarnos Nicaragua para ingresar a Costa Ri– ca y unirnos al grueso de la emigración y po– nernos a las órdenes del Doctor don Adán Cár– denas, entonces único jefe reconocido del Con~

serva±ismo va quien todos respetábamos.

En esta cruzada libertaria, que se conoce generalmente corno la Revolución del Mom– bacho, sobresalieron elementos de Nandaime que se distinguieron por su valor y disciplina, así como por su resistencia física en las jorna– das, que ya fuera de día o de noche. hacíamos Constaniemenfe. En esfa misma ocasión a que me refiero se distinguió la Mujer de Nandaime, represenfada en doña Jacinta Navarro, la que no dejó pasar un día sin darnos informes so– bre los movimientos de las fuerzas de la Dic– tadura, ni sin mandarnos algunas provisiones, ella, a la cabe;i!:a de muchas otras amigas de Nandaírne. "

El entusiasmo de las familias Talavera, Rueda, Monterrey, Noguera, y la de "la Naza– ria" -corno era conocida aquella otra valien– te mujer del pueblo- era comenfadísimo, y la fuenie donde el jefe expedicionario templaba su espíritu. Toda esa zona bullía de entusias– mo; por todas partes se enconiraban simpati– zantes. Corno en Pueblo Nuevo y Belén donde hasta los perros aullaban de modo peculiar, como para que sus aullidos no denunciaran la presencia de revolucionarios. En cuántos con– flictos me pusieron los perros de oiros lugares que con sus inoportunos ladridos y aullidos me hacían pasar sustos y sudar helado cuando iba en cumplimiento de alguna importante mi– sión secreta, pero no así en Belén y Pueblo Nuevo, donde la vigilancia perruna jamás me detuvo en el cumplimiento de mi obligación.

Después de mi ingreso a Costa Rica a don– de llegué con una docena de mis compañeros, los más escogidos entre mi gente por su valor y buen comportamienio, pasé a Punta Arenas a visitar a algunos deudos míos corno don Pe– dro Joáquín y don Pedro José Chamorro, -a quienes ya encontré establecidos con negocios de desface de ganado-, y a vi~jos nicaragüen– ses amigos co;m.o los Dadores Quesada, Bar-

berena y Monfiel, así como a don Juan de Dios Matus.

Después de permanecer unos días en Pun– fa Arenas pasé a Turdalba. donde en sociedad con don Adolfo Díaz establecí una siembra de

labaco en terrenos de don José Bonilla, perso~

na de familia distinguida de Cartago, cuyos miembros son amigos y familiares de la fami– lia Díaz.

Me trasladé, pues, corno digo, a Turrialba llevándome algunos de mis compañeros de ar– mas que todavía no habían encontrado traba– jo, para con ellos limpiar el terreno de la siem– bra.

Cuando principiaznos a trabajar, observé que lo que cada uno hacía al día no era ni la mitad de una tarea, y que sólo se dedicaban a dormir y a comer, por lo que pronto m.e di cuenta de que aquella clase de trabajadores no me convenía, mas para poderlos retirar te– nía que usar de alguna forma con la que ellos no se sintieran molestos; enfonces decidí ejer– cilarme en el trabajo a m.achete y por varios días estuve haciéndolo. Las m.anos se zne am– pollaron al principio, pero poco a poco se me fueron enduredendo igual que a cualquier peón del campo, y no fue sino hasia enfonces que les llamé la atención al poco interés que mostraban en la em.presa. Les hice ver que es– tábamos gastando bastante dinero que había– mos pedido a Nicaragua, que ±eníam.os com– prada ya buena cantidad de semilla, y en fin que ya llevábamos znuchos gastos hechos y que el trabajo no estaba listo; que por eso les pedía que desde ese día en adelante, en vez c;le frabajar por el día, íbamos a trabajar por tarea, y que para no disentir tocante a cuán– ras varas cuadradas eran una tarea, les pro– puse que lo que yo hiciera de las seis de la mañana a las once del día se tendría por una tarea. Ellos aceptaron encantados, creyendo seguramenfe fácil igualar 10 que yo haría, más fue grande su sorpresa cuando al llegar a las once de ese día yo había hecho 30 varas cua– dradas. Ninguno de ellos quiso coger esa me– dida por tarea y entonces se fueron a buscar trabajo a otra parie. a lo que yo consentí, por– que aquellos mis co;m.pañeros m.ilitares eran buenos en la milicia pero malos en la agricul– tura y con ellos no era posible seguir el traba– jo que don Adolfo Diaz y yo feníamos pla– neado.

Después de la partida de esios compañe– ros y de que el técnico que pedim.os a Nicara– gua llegó y principió a hacer los almácigos,

con éxito tan pobre que no hubo uno sólo que prosperara, porque una vez que germinaban las plantitas se las comían las hormigas, y fue imposible tener una buena alm.aciguera, me ví forzado yo tam.bién a retirarme de ese trabajo, no sin antes agradecerle al Sr. Bonilla toda su buena volunfad para ayudarnos a m.éjorar nuestra situación económica.

Por otra paríe, los amigos de Lib~ria re– querían mi presencia por aquellos lugares y

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