Page 66 - lista_historica_magistrados

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±ertcia la c6:risideté de pronto inrtecesaria y cie– go de pesimismo desenfundé mi reyólver para suicidarme. Pero en el instante mIsmo de ac–

±U~I', pasaron por mi mente, como un, re~~m­

pago, los siguientes pensami~n±os: 4 Que dU: lan los liberales de aquel ado mIo? ¿.Como lo ~uz­

garían.? .. y el temor de que; pudler~ conSIde– rarse de que había cobardla ~e mI parie al poner término a mi vida, me hIZO pensar que a me correspondía en aquel momento de– mostrar que era 'lln hombre de lucha ,Y que con solo aquel puñado de hombres pOdl~ enfr~n­

lame a las fuerzas de Zelaya, y aSl lo hIce, manteniendo, por varios meses, una: incesante guerrilla en los Departamen±os de Rlvas y Gra– nada Y paríe de Carazo, no habiendo sal.ido para Costa Rica hasta ~ue la paz entre. Nl~,a­

ragua y Cosía Rica fue firmada, por medIaClan de El Salvador.

De común acuerdo con el general Luis Mena, convenimos en separarnos para hacer más fáciles' los movimientos de las columnas. En ese lapso iuvimos varios encuentros con las fuerzas del Gobierno Y nunca iuvimos uno que fuera de efedos desfavorables para nosotros.

Recuerdo que esiando acampado en un lugar de la hacienda "San Marcos" de don Marcelino Marenco, sobre el Río Ochomogo, -cuya familia era una gran colaboradora en este movimiento revolucionario, por lo que más tarde fue arruinada por las fuerzas de Zelaya, que saquearon la propiedad y recon– centraron a la familia con iodo y el servicio, a Rivas-, nos esiábamos bañando en el río, cuando llegó en carrera uno de los sirvientes del señor Marenco a par±iciparnos que las fuerzas del general Francisco V. Uriarte, "Bar– tolito", compuesta de 200 hombres acababa de llegar. Noso±ros tendríamos unos sesenta hombres. Inmediatamenie pedí a iodos los compañeros de baño que nos fuéramos corno estábamos al campamento, y a medio vestir llegamos donde estaba el grueso de nuestra fuerza.

Al darles la noticia y las primeras órdenes de defensa, los Coroneles don Dionisio Mon– terrey Y don José León Talavera, que monta– ban dos pairos preciosos, corrieron a ensillar– lC?s, pero yo les ordené suspender la prepara– CIón de las besiias, a lo que ellos inmediata– mente obedecieron. Yo les expliqué que esa orden se las daba para evitar que la tropa se desalentara y que viera que jefes y oficiales estábamos dispuestos a correr la misma suerte que ellos. En ese campamento teníamos dos cornetas, a quienes les dí instrucciones para que al abrirse el fuego ellos corrieran para un lado y para otro en distintas direcciones to– ?ando:. Fuego! y Carga a la bayoneta!, para InfundIr temor a los atacantes Y que conside–

rar~n que al tocar muchos cornetas era porque ±enlamos muchas tropas.

El enemigo no tardó mucho en presentar su ataque Y tan pronto como principió el fue– go, principiaron los cornetas a funcionar, lo

que di6. muy bUén resuliado, pOrque a~ sort,r

por vanas partes creyeron que yo ±enla m$S gente que ellos y que no serían suficientes los 200 hombres que habían enviado para desa– lojarnos y se retiraron dejando unos 2 muer– tos. Hasta nosotros mismos nos entusiasma– mos con el toque de los cornetas.

Hago mención de este encuentro porque le he dado mucha importancia al hecho de no haber permitido a mis amigos Monterrey y Ta– lavera preparar sus bestias al principiar el fuego, y creo firmemenie que el coraje que mis soldados I]los±raron en ese pequeño encuen– tro, se debió a que ellos vieron que iodos no– soiros estábamos también con el arrni:!i. al bra-zo peleando junto con ellos. .

No quedó en aquellos lugares una sola alma que pudiera ir a dar cuenta a la au±ori– dad que nos habían visto y por consiguiente éramos más dueños de ese territorio ahora que antes de la escaramuza. En cuanto a nuestri3. i3.limentación nuestra proveedora, doña Car– mela Chamarra de' Cuadra, tenía a un señor Romero con quien nos mantenía proveídos pues ella conocía perfedamen±e bien todo~

nuestros movimientos y sabía donde mandi3.r a buscarnos. .

Después del combate con Uriar±e nos fui~

.mos al "Pital", propiedad de don José María Zavala, pero resuHó que cuairo días después de estar alli se presentó el enemigo, sin darnos cuenta por quien era comandado, ni en qué número, pero el hecho es que teníamos domi– nadas a las fuerzar:s del Gobierno que no resis– iían mantener un fuego por más de un cuario de hora. Este tiroteo, que también fue ligerí– simo y del que salieron perdiendo los atacan– tes, causó una alarma. grandísima a don José María Zavala, quien no sabía que estuviése-– mas en su propiedad, y temeroso de que el Go– bierno lo considerara responsable, montó en su macho y salió corriendo para Ni3.ndaime a dar cuenta a la autoridad de lo ocurrido y a de– nunciarnos. Mientras tanto nosotros, alarma– dos también, resolvimos no perder tiempo en abandonar ese lugar y salirnos a la ventura, puede decirse, buscando un lugar más solita– rio. Efedivamente encontramos un punto en que había platanales cerca y allí decidimos quedarnos. Una carga de dulce era, por en±on– ces, foda nuestra provisión, así es que nos vi– mos obligados a permanecer durante nuéve días a sólo agua, plátanos y dulce. Esos nue– ve días los pasamos sin incidente alguno.

Después de nueve días de estar en ese lu– gar donde sólo dulce panela y plátanos comía– mos, tuvimos informes de que las fuerzas que andaban en nuestra persecusión habí$n sido reconcentradas a la ciudad de Granada y esta fue la ocasión que consideramos propicia pa– ra cruzarnos a otro lugar en donde pudiéra– mos pasarla en mejores condiciones que en esa quebrada en que estábamos, y nQs ,fuimos a un punto que queda entre la jurisdicción de

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