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cogiendo leña. aunque epas me dIJeron que era "burusca" lo que buscaban. Por ser un po– co
femprano para entrar a Granada resolví enfrefenerme ayudándoles a aquellas mujeres a preparar su leña. Entre ellas h.abí~ u~a
basfante joven que fue a la que dedIque pnn– cipalmente mi atención. Al mismo tiempo que le cariaba la leña, conversábamos; ella me hacía muchas preguntas corno para idel'l±ífi– carme y yo le respondía con bastante cautela, tratando de hacerme pasar por trabajador de la hacienda de Juan Badán, propiedad sita en el Cerro Mombacho, y originario de las Sego– vias. Así pasamos la tarde, mienfras se iba aproxiznando la noche, y por fin. emprendimos viaje a Granada. Cuando llegarnos al Cemen– terio ví que todavía estaba bastante claro y que no era prudente mi enirada a la ciudad a esas horas; entonces le propuse a la joven que– darnos allí, en una venta, para descansar y tornarnos un refresco. Aceptaron las compañe– ras que yo las detuviera para tornarse el re– freSCO. Le pregunté a la fresquera qué clase de refrescos tenía, que nos sirviera enseguida, y ella al servirlos me los pasaba a mí para que
yo a mi vez se los pasara a las mujeres. En una de fanfas, la vendedora me dijo: "Yo te conozco". Yo me llevé, con disiznulo, la mano a la boca corno indicando que se callara. Al acabar de servir los refrescos, le dije: "Quiero agua, pero del caniari±o que fienes adentro", y al meferse a sacar el agua, me metí yo tam– bién, y le dije: "Tú no me conoces, ni yo te conozco. Yo soy un segoviano que vengo de los trabajos del Jefe Político Juan Badán". "No sé", me dijo ella, "de donde vienes, pero tú eres Emiliano, el hijo de don Salvador Chama– rra. No me tengas miedo que yo soy la María Masaya que junto con la Casiznira te recogía armas en Managua".
A mí me pareció corno algo bajado del Cielo que me enviaba un auxilio para salir bien de mi misión. Salí donde estaban mis compañeras de leña y les dije que me iba a quedar allí en esa casa y ellas siguieron su camino. Enfonces la María me indicó que me fuera a meter a la caseta del baño que estaba como a diez varas de la parte trasera de la ca– sa y de allí mandé con ella una nueva caria a doña Carmela haciendo referencia a cierias cuestiones que habían pasado entre la señorita Pe±rona Morales y yo cuando éramos novios y que solo muy pocas personas conocían. En esa forma, por fin, conseguí que mandara a al–
~uien que hablara conmigo y llegó el Dr. Ben– Jamín Cuadra, quien me conocía muy bien, y Con quien, después del reconocimiento, salu– dos,
¡ etc., entré a platicar sobre la urgencia
~el envío de gente al Cerro para empuñar 200 rifles que habíamos llevado de Costa Rica; le hice ver además la necesidad de que esa gen– fe debía llegar, si era posible, esa misma no–
ch~ para poder yo asaliar Granada al día si– gUlenie. El joven Cuadra, lleno de eniusias-
mo, salió a comunicade El' doñ¡:¡. Ca~ela la realidad de mi estadía en la ciudad con' las ar'– mas necesarias para derrocar ál Gobierno de Zelaya, ofreciéndome volver esa misma noche, para comunicarme lo que doña Carmela iu– viera que decirme al respedo, de cómo esíaba defendida la ciudad y la manera que se j\lZ– gara más factible de aiacarla con éxito.
Durante el tiempo irascurrido entre el via– je del señor Cuadra y su regreso, esiuve dos o tres horas encerrado en el mismo cuariito de baño, y corno había una luna muy hermosa y
clara, con facilidad se veía la gente que venía por las calles y caminos que van para Diriomo y que eran los mismos que nosotros ieníamos que seguir para ir ~ "Cuiirre". Eso dió lugar a que yo esiuviera muy entusiasmado en mi en– cierro. pues cuando pasaban grupos y grupos de gente -que realmente iban a la fiesia de Candelaria- yo consideraba que era la genie que mandaba doña Carmela a empuñar las armas que estaban en "Cufirre"; fue esia una ilusión que me mató el joven Cuadra cuando me informó que sólo nueve habían podido conseguir mandar hasta esas horas de la no– che. Después de esta conferencia, me despedí del joven Cuadra y de la María Masaya, a quien le agradecí el hospedaje y le dije que me parecía un ángel bajado del cielo a soco– rrerme en un momenio difícil.
En la travesía que hice de regreso a "Cufi– rre", en ciería parte del camino, bastanfe os– curo y plantado a ámbos lados de "chagüi±e", por un punfo que llamaban "La Calera", oí ruidos y corno voces enfrecortadas que me hi– cieron sospechar primeramente que se trataba de algunas genfes del Gobierno, pero por el silencio que después siguió enfre ellos mismos comprendí que eran gentes que más bien que– rían oculiarse para que no se dieran cuenfa de su presencia por aquéllos lugares, y creí posi– ble que fueran de la genfe enviada por doña Carmela. Enfonces resolví levantar la voz y
decirles que ya los había visfo; que no siguie– ran oculfándose¡ que yo no era ningún agente del Gobierno, sino un simple trabajador de la hacienda de Badán. Tras mis voces salieron de su escondite y nos reunirnos fados e hici– mos un solo grupo y caminamos junfos hacia "El Cerro".
En el ±rayecto cada une> de ellos me dispa– raba pregunta tras pregunta buscando cómo identificarme corno verdadero frabajador de Badán u otra persona más ::¡ospechosa, y yo me defendía bas±anfe bien, y a la vez les ponía algunas cuestiones para iden±ilicarlos a -ellos. Por fin, cuando ya estaba cerquita de "Cutirre" uno de ellos se airevió fanfo en las preguntas, que me llegó a hacer, con bastanfe claridad, una invitación para irme a la Revolución, a lo que yo no respondí sino hasfa que estaba en la hacienda "Cutirre". Allí les dí mi verdadero nombre, y al oír qué era Erniliano Chamorro, demostraron una gran alegría y me dieron abrazos tras abrazos. Lástima es que de esa
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