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encontramos dificul±ad para conseguir aloja– miento, corno la primera vez. Después de aco– modarnos, salí a conversar con el telegrafista, un señor de apellido Alvarado, para por su medio comunicarme con el Presidente Iglesias e informarle del éxito hasta aquí obtenido y de los planes militares, siempre que pusiera en mis manos los elementos de guerra por él ofrecidos. El señor Iglesias me respondió que durante mi ausencia las cosas habían cambia– do, ya que airas personas habían llegado a San José con ofros planes y que yo fuera allá, a la Capital, para imponerme de ellos.
Sin pérdida de tiempo me puse en marcha porque estaba ansioso de conocer el nuevo plan y a las personas que habían llegado con él. A mi llegada, ambas cosas dejaron de ser una incógnita para mí, pues los nuevos llega– dos eran: don Pedro Joaquín Chamorro, abue– lo del joven escritor polífico Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, y don Francisco del Cas– tillo, abogado de nota de la ciudad de Grana– da; y el nuevo plan que llevaban era que la toma del vapor "Victoria" debía de hacerse conjuntam.ente con la toma de la plaza cie Gra– nada. Estos señores aseguraron que habían dejado todo plarieado para realizar esta opera– ción, y que tenían cuatrocientos hom.bres lisios en una hacienda cercana a "Charco Muerío", en la zona del Cerro Mombacho, gente que se había reunido a ellos después. del ya conocido fracaso de la toma de los cuarteles de Grana– da, el 17 de septiembre.
Cuando conocí todo ese informe, les dí mi opinión, no precisam.ente contra el plan de ellos, sino en favor del de San Carlos, que pre– sentaba, a mi juicio, m.ayores probabilidades de éxito. Sin em.bargo, don Pedro Joaquín y el señor del Castillo manfuvieron con m.ucho ca– lor la defensa de su plan, lo que impresionó mucho a su favor al General Leónidas Plaza, Inspector General del Ejército de Costa Rica, y
m.ás tarde, Presidente de la República del Ecuador, su patria.
Dos o tres días después fuí llam.ado por el doctor don Adán Cárdenas a quien encontré reunido con el Comité Revolucionario Nicara– güense y el general Plaza, representante del Presidente Iglesias. Al llegar donde estaban todos reunidos, el doctor Cárdenas, Jefe del Padido Conservador, me dijo, "Te llamé para informaríe que el Presidente Iglesias nos ofre– ce su decidido apoyo para terminar con la ti– ranía de Zelaya. A informarnos eso ha venido el general Plaza". Entonces éste, tom.ando la palabra y dirigiéndose a mí, dijo: "Pero Igle– sias quiere que usted vay~ como Jefe de la ex– pedición, a tomar Granada".
A la propuesta de que yo m.e hiciera cargo de lo que dimos en llamar "la expe– dición al Cerro Mombacho", manifesté que no estaba de acuerdo con el plan de esa expedición por considerarlo basado en supo-
lJiciones qu~ no resu1fatian ciadas, eomo la. ae que yo encontraría gente lista en la hacienda "California", contigua a "Charco Muerto", co– rno efectivam.ente no los encontré, por eso fue que a la propuesta del General Leónidas Plaza -Inspector General del ejército de Costa Rica y vocero de don Rafael Iglesias ante la oposi– ción ,nicaragüense- respondí que yo no m.e hacía cargo de esa expedición porque, creyen– do que iba a fracasar, consideraba que aumen– taría las posibilidades del fracaso el hecho de que ~l jefe mismo de ella no creyera en el triunfo, ni tuviera fe en el éxÍfo.
. l)espués de esta ini negativa a aceptar la jefa.tura y de recomendar que se nombrase al
General Luis Mena como jefe, me retiré a la pieza de m.i hotel donde pocos minutos des– pués llegó mi padre a decirme que reconside– rara mi determinación, y a instarme a que, aunque fuera para m.í un sacrificio aceptar tal jefatura, debeda hacerlo, porque un Cham.orro no debía excusarse de prestar un servicio que podría resultar en favor de la Patria, y ade– más, .porque el General Plaza, en nom.bre de don Rafael Iglesias, le había notificado que si yo no era el jefe de esa expedición, no daría los elementos de guerra. Con esías observacio– nes de mi padre. que me hizo con voz supli– cante y casi con lágrimas en los ojos, volví donde estaban todavía reunidos los señores pa– ra manifestarles que si no enconirabanoi ra so– lución que darle a la expedición, aceptaría, pero que tuvieran presente que les había ad– vertido del posible fracaso, y que, además, me dejaran ir sin itinerario fijo y sin fechas seña– ladas de antemano, si tanto era su empeño.
Así fue cóm.o quedó resuelta m.i salida de San José para Libería al día siguiente, 26 de enero, de 1898, para de allí emprender el viaje al Cerro Mombacho, y no a San Carlos, como se tenía planeado originalmente.
La expedición estaba compuesta de 27 hom.l;ires, entre los que figuraba el General Luis Mena, que en paz descanse, el General Calíxto Talavera, dos o tres hermanos suyos, y varios oiros cuyos nombres no recuerdo, pero quienes eran hombre decididos a enfrentarse a la lU,cha. En la tarde de ese día 26 llegamos al "NancHal" donde pasa:rnos la noche, salien– do en las primeras horas del 27 para "Charco Muerto". Por la tarde, antes de alcanzar la Isla 'de Zapatera nos azotó un chubasco bas–
tant~ fuerte el que puso a todos algo nerviosos, porque con la carga y la gente que llevaban los botes, apenas si salían éstos unas cuatro pulgadas del agua. así es que íbamos corrien– do ese chubasco casi a nivel de la regala de los botes, por lo que varios de los pasajeros me pedían con insistencia que arrojáramos algu– nO$ rifles y algo del parque al agua; yo siem– pre les contesté que primero nos echaríamos nosotros al agua antes que la carga, y que en caso de fener que hacerlo así debÍam.os. aga– rranos tue~tem.ente de la regala de los botes para no ahogarnos, pero felizmente todo pasó
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