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« Previous Page Table of Contents Next Page »uno de los hombres más sobresalientes del país y muy apreciado por sus conciudadanos. Co– mo médico fue eminente, COrnO ciudadano fue ejemplar; como político, sagaz y sincero; y co– mo hombre, fue persona de claro talen10 y co– razón generoso. Siempre he agradecido la amistad que me dispensó, amistad que ha so–
brevivido en la de sus hijos a quienes conServo invariable afec10. .
La nobleza que en esta ocasión demostra– ron los Chamorros que estaban en Costa Rica, fue muy digna de encomio, porque sin ningu– na reconvención a los señores Cal,gerón Se pu– sieron a las órdenes de éstos. Pero; como dije antes, se había perdido la oportunidad. El barco esperado llegó a la costa, y al no encon– trar a nadie, se regresó a Panamá con todo y anuas.
Al dodor Cárdenas y demás acompañan– tes, -que pasaban de doscientos- los fuimos a encontrar a "La Cruz", yendo conmigo el ge– neral Luis Mena, llevándoles provisiones de boca y vestuarios. En "La Cruz" estaban, en primer término, el doctor Cárdenas y su hijo Miguel, don Juan José Zavala, hijo del ex– Presidente general Joaquín Zavala, y padre del joven don Joaquín Zavala Uriecl;l.o; don Pedro Hurtado y sus hijos Emilio, Félix Anto– nio, Pedro, FranCisco y Alejandro, -.-don Pedro había emigrado hasÍa con sus hijas mujeres-; el general Jose María Cuarezma; el general Ramón Fiallos; el profesor de maÍemáticas don José Trinidad Cajina; don Salvador Lezama; don Carmen Díaz; Hipólito, Manuel y Agustín Torres; don Eduardo Santos; don Eduardo Do~
ña; don Esteban Escobar, don Juan de Dios MaÍus; don Toribio Fopseca y cien más que ahora se me escapan de la memoria. Entre los acompañanÍes del dodor Cárdenas tuvimos que lamenÍar la pérdida del Coronel Cesáreo Guillén, padre del general Getardo Guillén y de la señorita SaÍurnina Guillén, la que, como su padre y hermano, fue un elemento valioso del Partido Conservador. El Coronel Guillén murió de una congesÍión.
De "La Cruz" continuamos el vÍlije hasta Liberia bajo un tiempo inclemente, de lluvias, pues era la época del "cordonazo de S'?ln Fran– cisco", tiempo durante el cual eSÍuvimos ha– ciendo evoluciones yendo y viniendo entre "La Cruz" y otros lugares.
En un viaje que con el general Luis Mena hice a "La Cruz", nos encontramos el río de "Los Ahogados", -río de bastante declivé-, grandemente crecido, a fal punto que ni los habitantes de los alrededores, ni las bestias, ni ganados, se atrevían a cruzarlo. Muchas per– sonas nos hacían la advertencia de que no nos aÍreviéramos a pasarlo porque era peligroso que nos arrastrara, pero no obstante esas ad– veriencias, nos resolvimos a cruzarlo el gene– ral Mena y yo, confiados en que nuestras bes– tias eran grandes y fuedes. En efecto, vimos confinnada nuestra confianza en las cabalga-
duras, al encontrarnos al otro lado del río sa–
nOS y salvos y sin novedad alguna.
Después de esta hazaña, corno pudiéra– mos llamarla, no tuvimos otros incidentes dig– nos de mencionar, salvo el que me sucedió cuando fuí a sostener una conferencia con don José Cabezas, ínfimo amigo de don Rafael
Iglesias y muy amigo nuestro también, quien vivía en la población de El Sardinal donde te– nía una propiedad de repas±6.
Fuí comisionado por la Directiva Revolu– cionaria para obtener del señor Cabezas una colaboración más eficaz y para que hiciera que los señores Calderón no siguieran obsta– culizando nuestros trabajos. Esa conferencia duró varias horas mientras afuera llovía to– rrencialmente, sin que lne diera cuenta d~ ello, tal era mi abstracción en la conversación que sosteníamos. De regreso, al llegar al río "Pal– ma" y comenzar a cruzarlo. sentí que la mula principiaba a nadar alifes de llegar a la co– rriente princ~pal. La goberné de nuevo para la orilla en busca de una parte más seca, la que encoil±ré en un sitio donde anteriormente habían intentado hacer un puente; aquí la lan– cé otra vez al agua que ya era profunda y arremolinada, de modo que hacía dar vueltas a la redonda, en el mismo lugar, a la bestia, hasta que la fuerza natural de la corriente me sacó de la montura, saliendo, animal y yo, nadando, hasta alcanzar la otra orilla, pero antes <;le llegar, tal era mi angustia y desespe~
ración, que me agarré de una rami±a de "ba– billo" que crecía a la orilla del paredón y con la cual me ayudé a. salvarITle, confinnándose así el dicho aquél: "El que se está ahogando de una ramita se agarra".
***
Una vez legada la eITligración a Liberia, el Genéral Cuareznta, que hacía de Jefe Mili– tar, nos distribuyó en grupos a diferentes pun– tos, tocándome a mí ser destacado a Filadelfia, Costa, Rica, en donde, no obstante ser una po– blación aislada y de pequeña significación. tuve qUEl cambiar de nombre para despistar a los espías del gobierno de Nicaragua, que mantenía gran vigilancia sobre la ITlayor par– te de los miembros de la emigración; entonces, por mucho tiempo, usé el nombre de Domingo Vargas y me acostumbré a él hasta el extremo que si alguna vez en esos días me hubieran llamado por mi propio nombre ya no me hu– biera dado por aludido.
Antes de que ocurriera la intentona de 10– ITlar el cuartEll de Granada el 17 de septiembre del 1897, feníaITlos fuerfes trabajos emprendi– dos para que don Rafael Iglesias nos diera el apoyo necesario para derrocar al gobierno de Zelaya. El señor Iglesias se mostró muy anuentEl, y en consecuencia, le presentaITlos un plan para la toma de la plaza de Granada, y otras más, y también la del vapor "Victo–
ria".
El señor Iglesias le dió gran iITlporfancia a este plan e hizo hincapié sobre la foma del
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