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« Previous Page Table of Contents Next Page »so al Gral. Cuarezma para exponerle la verda– dera observación del combate y principié por decirle que no era exac±o que las fuerzas hu– bieran sido derrotadas, que lo que efecÍÍva– mente pasaba era que las fuerzas del Gral. Cachirulo se habían desorganizado al saber la muerte del hijo de su Jefe; pero que los otros frentes estaban en posiciones muy ventajosas y que el Cnel. Castilla con sus hombres había avanzado sobre Daría hasta un punto en que pudiera decirse era ya dueño del Cementerio, según el dóminio que tenía sobre éste. Que yo creía era un error hacer trasmitir ese telegra– ma.
Con estas observaciones que le hice al Gral. Cuarezma éste le dijo en el mismo men– saje a Zelaya que no obstante 10 dicho por el Gral. Flores, yo aseguraba que las fuerzas del Gral. Vásquez y las del Coronel Ramón Castilla estaban intactas y habían ganado ventajosas posiciones durante el día. En respuesta a di– cho mensaje del Gral. Cuarezma, Zelaya le or– denó que desocupara Pasle y que mandara al Ayudante Chamarra a decirle a Vásquez y Castilla que a todo trance conservaran sus po– siciones porque al siguiente día, a más tardar, a las diez de la mañana, recibiríamos refuer– zos. Las diez de la noche serían cuando fuí
ordenado por el Gral. Cuarezma para ir a co– municar a Vásquez y Cas±i11a el telegrama de Zelaya y que en consideración de que era' de noche, que me quedara a dormir en el campa– mento del Coronel Castilla, como lo hice. Tanto para Vásquez como para Castilla fue sorpresa lo que les referí de la pérdida que había teni– do el Gral. Concepción Flore$ (Cachirulo). Sin embargo, ninguno de ellos vaciló en su reso– lución de ganar la batalla sobre Ciudad Daría, como efectivamente sucedió porque al siguien– te día, en las primeras horas de la mañana el Gral. Fernando María Rivas, abandonó la Pla– za; este episodio que he referido, me ha dado la gran experiencia de lo que vale un aviso a tiempo, en asuntos militares como el relatado, que convirtió en triunfo una posible derrota.
Después de la ocupación de Ciudad Daría por nuestras tropas, marcharon éstas sin inci– dente alguno a la ciudad de Matagalpa, cabe– cera de este Departamento. Con la ocupación de éste y la completa destrucción de las fuer– zas del Gral. Fernando María Rivas, terminó la misión del Gral. Cuarezma, el que con sus tro– pas fue llamado a Managua para darle otra misión militar. Al retirarse el Gral. Cuarezma, pedí permiso para quedarme unos días en Ma– tagalpa, atendiendo algunos asuntos de mi propiedad de café, terminado lo cual volví a Managua, pero ya no me incorporé como Ayu– dante del Gral. Cuarezma porque éste quedó prestando servicio en plaza, y yo quería servi– cio militar en campaña, y por esta razón me incorporé en las fuerzas del Gral. Vásquez que habían sido ordenadas para ir al lado de Mo– motombo, al otro lado del,¡.ago. Al incorpo– rarme a las fuerzas del Gral. Vásquez, me con-
fiaron una Compañía compuesta por gente de Catarina y Niquinohomo, todos representantes de la Casta Indígena. Las fuerzas del Gral. Vásquez, serían en total unos dos mil hom– bres más o menos. .. Marchamos por varias haciendas al ofro lado del Lago hasta llegar a una posición llamada "El Obraje", que tenían muy bien defendida las fuerzas leonesas. Con el Gral. Nicasio Vásquez no tenía yo la misma confianza o amistad como la que me dispen– saba el Gral. Cuarezma, por ser el Gral. Vás– quez de filiación liberal, al que no había co– nocido antes pero a quien guardaba respeto y consideraciones; y por esa falta. de confianza no pude enterarme antes dé la impodancia que tenía el combate que estaba próximo a desarrollarse hasta que estuve en él. Un día de tantos noS formaron de znadrugada y nos prepararon para aproximarnos, a una altura bastante larga y escarpada, próxima a la de "El Obraje". Pararon la marcha de las fuerzas y las dividieron en tres grupos: el ala izquier– da al znando del Gral Emiliano Herrera, pro– minerite hombre público de Coloznbia, que des– pués fue Presidente y enseguida Embajador en Washington de su znisma Nación, donde fue muy apreciado y distinguido, en el centro, el Coronel Juan José Estrada a cuyas tropas per– tenecía mi Compañía y a la derecha otro de los jefes znilitares conque estaba compuesto el ejército, cuyos nombres no recuerdo. El Gral. Vá,squez después de hablar con los encarga– dos de coluznnas, dió la orden de marcha. El Coronel Estrada a su vez me dijo que marcha– ra co~ dirección a la altura que teníamos en frente, advirtiéndonos que al aproximarnos podrían dispararnos algunos balazos pero que yo, con mis hombres, al encontrar resistencia podría movilizarme buscando la derecha. Ha– go cOnstar que era la primera vez que yo iba a pelear con fuerzas directaznente a mi mando y que no tenía más instrucción militar que la adquirida en znis leciuras de libros de Histo– ria; así es que al marchar sobre el enemigo, iba tomando en consideración lo poco que yo conocía teóricamente. Por eso, encontrándo– nos en un terreno de monte bajo, cuando nos hicieron los primeros tiros, ví delante de noS– otros un znonte más crecido donde podríamos resguardarnos tras los árboles, y dí mis órde– nes de znarchar hacia él; pero ya puestos en este monte, el fuego que recibíamos era zna– yor i y todo :mi interés y tentación era apode– rarnos de una quebradita de agua que corría frente a nosotros, no me dejó pensar sobre el inminente peligro que corríamos, sólo me fijé en lo ventajoso que era para nosotros apode– rarnos de aquellas aguas. Movilicé con ener– gía mis fuerzas para cruzar el riachuelo y prin– cipiar el coznbate, cruce que nos cosió varias bajas, pero a mi juicio, fue 10 que decidió el combaie, pues fue donde mis soldados endu– recieron y znostraron su temperamento de lu– cha y a mí el estímulo y coraje suficientes pa– ra desalojar al enemigo, y ya en poder nuesfro
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