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demás intereses que tenía en Nicaragua a la "Casa Pedro Joaquín Chamarra e hijos", firma que en ese entonces se encontrabá económica– mente fuer±e, muy próspera, con brillante por– venir. Mi padre deseaba irse a vivir con su familia a Europa, por cuyo motivo me llamó de la hacienda "Pacora", donde yo me encon– traba, para que viniera a hablar con él y des– pedirme de toda la familia. Eri esa ocasión me hizo la propuesta de que por cuenia de él me fuera a estudiar para. Abogado en Chile, Repú– blica de Sud-América; más como en el Colegio me había formado mal juicio de la Profesión de Abogado, rehusé la oferia, por considerar que es muy difícil que un Abogado pueda conservarse como hombre íntegramenie ho– nesto, rechazo que lamenté mucl:L0 después, pues tal Profesión me hubiera serVIdo de gran uiilidad en mi larga aC±uación política. Ta~­

biéri mi padre me propuso que fuera a Hah?, a esiudiar arquHeC±ura, y aunque tal,proposl.' ción me halagó basiante, no la acepte tampo·· ca, ya mis ideas estaban muy engreídas en la política del país. Después de esa conversa– ción, habló mi papá con los Chamarra, sus cuñados, para que me suminisiraran los fon– dos necesarios para hacer una propiedad de café en Maiagalpa, en terrenos que eran de su propiedad, en calidad de socio indusirial. Cuando me comunicó ial prop6sifo, lo acepié en el acto y me retiré de la Adminisiraci6n de la hacienda de Río Grande, expresándole mi agradecimiento a doña CarIoia y a sus her– manas Adela y Chepila.

Para cerrar el capítulo de mi vida al lado de mi padre, quiero hacer mención de que a mi llegada a Managua el cinco de Julio de

1885, me encontré en la casa con la jovencifa CarIoia Chamarra, que también era hija ilegí– iima de mi padre. Además estaban allí otras dos jóvenes, Inés y Sara Avilés, hijas de un mi– litar que con mi padre había ido en las fuer– zas que Nicaragua mandó al Salvador para repeler las tropas del Gral. Justo Rufino Ba– rrios. Avilés murió en un combaie que iuvo lugar con fuerzas salvadoreñas, por cuyo mo– tivo m~ padre había recogido a esas huérfanas, que salieron de la casa hasta que se casaron; 10 mismo que mi hermana CarIoia con quien siempre cul±ivé y cul±ivo una amisiad, de ver– dadera fraternidad. Uno y otro nos tenemos mucho cariño.

El Gobierno del Gral. Zelaya que ,durante la guerra con Honduras para derrocar al Presi– dente Domingo Vásquez, había tratado a la

oposición niCaragüense con dureza: mulfas, contribuciones forzosas, prisiones y aun con tor±Uras, que no eran raras, como ei dar palo, el cepo, las ca,denas, los grillos y carlancas; por lo cual -como dije antes- mi padre dis– puso irse a vivir a Europa con su familia. Mi hermana Carlota ya se había casado con el señor Antonio Belli, de nacionalidad Haliana y arquifecio de profesión. Lo mismo las jóve– nes Inés y Sara habían contraído matrimonio,

y yo me fuí a trabajar a Ma:tagalpa en una hacienda de café en sociedad con don Pedrp Chamarra. Así que llegué con unos pocos mo– zos, hice primeramente un bahareque que nos pudiera abrigar del agua, nos dejara preparar la comida y dormir allí, aunque fuera en el suelo, mientras podíamos construir un rancho lTtejor acondicionado.

A mi lJegada a Matagalpa, encontré a don Luis Vega que todavía andaba con muletas a causa de la apaleada que le habían dado. También me preseníaron a airas cuantos que habían sufrido su buena cantidad de golpes de vara (de tamarindo y papaiurrol. El Par– :lido Conservador matagalpino, aunque peque– ño enfonces, era ~anejado y dirigido por hombres de gran decisión y devoción a su cau– sa. En cambio, fuera de la ciudad, en las ca– ñadas indígenas, la mayoría de sus habitantes si no su foialidad era, y es, abrumadoramenie conservadora. El indio había sido muy mal traiado por el liberalismo, obligándolo con sus auioridades a ir por la fuerza a cariar ca– fé hasta las haciendas de los poderosos en Ma– nagua, tan sólo por la comida o pagándoles miserables salarios. Por eso mi llegada a Ma– iagalpa fue muy bien vista y siempre encon– iré abierias para mí las casas conservadoras. En aquellos días iambién habían en Maiagal– pa muchos jóvenes de Granada y de airas paries del país que esiaban coI"(to yo, ocupados en el cultivo del café. En el :trabajo que esiá– bamos formando opté por pasar foda la sema– na y visitar la ciudad solo los días sábados después del medio día y regresar hasia el lu– nes por la mañana. En Mafagalpa alquilaba un cuario de una mediagua que ienía don Bartolomé Marfínez con quien seguí cultivan– do cón nlayor afecio la amistad que habíamos iniciado en el Colegio de Gra~ada. También hice muy buena amisiad con don José Ignacio Bermúdez y S\l familia, así corno con sus hijos Ernesto y Osbaldo y con su hérmano Eudoro. De igual manera la hice con el Gral. Horacio Bermúdez y su señora doña Pilar de Bermú– dez; con don Jesús RobIefo y su esposa Josefi– na; con don Secundino Maius y su hermano Eudoro y airas tanios amigos que sería cansa– do enumerar, Pero sí no se debe olvidar que allí me iniimé más con don Bartolomé Marií– nez, más farde corno yo, Presidenie de l¡:¡. Re– pública. Así pasamos el resío del año novehia y cuairo y también el novenia y cinco, alejado de ioda aciividad polHica, pues el Partido Con– servador después de las persecuciones, prisio– nes, confiscaciones, foriuras efc., efc., s~ en– coniraba desanimado y exhausio, y ni aun en el mismo liberalismo se veía ae:tividad polí:lica ni en las mism.as esferas oficiales. Así ll~ga­

mas al año novenia y Seis, y no fue sino hasia finen del verano que se produjo la Revolución de León conira Zelaya, a causa de la pretendi– da reelección del expresado Gral. Zelaya.

En el Colegio de Granada cul:ijvé buenas relaciones con el esfudiante jinoiegano Igna-

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