Page 57 - RC_1960_08_N1

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en el poder mientras no estuviera en Honduras un gobierno siInilar al de aquí. A esas consi– deraciones hay que agregar la campaña que hacía en el mismo sentido un grupo de emi– grados hondureños que encabezaba el reco– nocido líder liberal hondureño, don Policarpo Bonilla. Con todo ésto, Nicaragua era un her– videro de rumores, los cuales aprovechaban los inquietos jóvenes Fernando Elizondo y Ju– lio Alvarez, que unidos a mí, procurábamos agifar la opinión conservadora en los barrios de esta ciudad, donde se encontraban muchas annas regadas, lo mismo que parque del ejér– cito que se había disuel±o al regresar de la de– rrota de "La Cuesta" y porque no había en– contrado a sus jefes en la ciudad, quienes ya se habían marchado a Granada. La colección de annas que hacíamos Elizondo, Alvarez y yo, progresaba muy bien y viendo el éxito que obteníamos, fuí a consulía'r con el Dador Adán Cárdenas, ex-Presidente de la República, que ya hacía de Jefe del Partido Conservador, la labor que estábamos haciendo, diciéndole las dificultades con que tropezábamos algunas veces con retenedores de annas por faHa de confianza en ellos, al vernos tan jóvenes. El Dodor Cárdenas con una bondad que 'siempre le agradecí, me es±iInuló con frases aMntado–

ra~ para que siguiéramos en el trabajo empe– ñado y nos ofreció su ayuda para subsanar cualquier dificu1±ad que se nos presentara. Por algún tiempo ningún tropiezo tuvimos en la caleda de armas; más ya quando Zelaya se lanzó a la guerra contra el Presidente Vás– quez, de Honduras, las cosas cambiaron bas– tante para nosotros y ya se veía una marcada vigilancia; por 10 cual decidieron salir del país otros dos jóvenes de gran esperanza para la Patria: Pedro Calderón Ramírez, a quien ja– más volví a ver, y don Alfredo Gallegos quien en varias ocasiones me alojó en su casa en San Salvador donde contrajo matrimonio con una señorifa también de apellido Gallegos.

En las postriInerías de la guerra contra Vásquez, la persecusión fue tal para mí, que decidí inne a Chontales donde pasé varios me· ses, esperando primero la terminación de dicha guerra y en espera que todo se normalizara para regresar a mi casa en Managua. Ya pues– to aquí pude darme cuenta de que aún había algo especial contra algunas personas a quie– nes constantemente se vigilaban. Por eso re– solví buscar ocupación fuera de mi casa, de mi familia, y fuera igualmente de la ciudad de Managua. .. Los jóvenes Elizondo y Saballos continuaban su labor de conseguir annas, pe– ro desaforiunadamen±e Alvarez se inclinó mu– Illho a las bebidas alcohólicas hasta el extremo de no' poder ya trabajar con Elizondo. Saba– Uos, joven de gran intelecto y muy simpático, en ;:mu,y temprana edad desapareció del esce– na#o de la vida, aprovechando yo la escritura de' esta mis memorias para dedicarles un re– cuerdO, cariñoso.

Corno yo sentía más inclinación por la ganadería que por el cultivo del café, dispuse buscar ocupación en alguna propiedad gana– dera. Al tener conocimiento que el empleado de los Chamorro-Zavala, estaba por retirarse de la Administración de la hacienda "Pacora", fuí a hablar con doña Carlo±ita Chamarra de Costigliolo, hija de don Fruto Chamarra, fun– dador del Partido Conservador de Nicaragua, y le solicité ese empleo, solicitud que fue aten– dida inmediatamente. Pasé, pues, a manejar dicha hacienda que queda al otro lado del lago de Managua, a poco más o menos una legua de distancia del puerto San Francisco del Carnicero y de la propiedad "Río Grande", un poco más allá de la de San Francisco men– cionado, propiedad ésta que llega hasta el río Cinacapa, sobre la costa del lago. Esto sucedía en el año 1894. En la administración de dichas propiedades puse todo mi empeño en quedar bien, pero teIl1ía no conseguirlo a satisfacción de doña Carlo1illa (así la llamábamos cariño–

samente), porque ella tenía un sistema para calcular el aumento de sus ganados y era que contaba los nacidos y los herrados pero no coniaba los muerías, de 'fal manera que no había admiriistrador completamente honrado para ella. Así es que cuando a solicitud mía dejé la Administración de esas propiedades, sentía gran sa±isfaccilSn porque había evitado en mi caría duración "en el empleo, que se me pudiera incluir en el número de los adminis– tradores que habían dispues:l:o de ganados, se– gún ella. An±es de fenninar es:l:e capítulo de Pacora y Río Grande, quiero referir el pensa– mienJ:o que tuve una vez al ir a herrar y correr en el mes de Febrero unos novillos en Río Grande, cuya frondosidad en aquel enfonces era maravillosa; que si alguna vez se presen– :l:aba la ocasión de adquirir alguna parte de ella, no debía desperdiciar esa oportunidad para hacerlo, corno al fin lo hice, cumpliéndo– se así uno de mis grandes sueños y anhelos, comprando partes de los herederos hasfa lle– gar a obtener la mitad de los derechos here– ditarios. Ya dueño de tales derechos, me encontré con la conyuniura de que la propie– dad iba a ser subastada, por un juicio enta– blado entre don Isidro Solórzano Reyes y los herederos de don Fruto Chamarra para la ce– sación de comunidad, y fue así corno en subas– ta pública, adquirí toda dicha propiedad en unión de don Enrique Palazio, de quién más íarde me separé, quedándome la parte que actualmente ocupo con el nombre legal de "San Cristóbal"., Es curioso esíe pensamienío de joven realizado, de llegar algún día a ser dueño de dicha propiedad y de ser Presidente de la República de mi Patria que también tuve en muy temprana edad.

Como viInos anteriormente, a la caída del Gobierno del dador Robería Sacasa, regresó mi padre de Europa,' y después del triunfo de la conJ:ra-revolución y de la llegada de Zelaya al Poder, resolvió vender sus propiedades y

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