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« Previous Page Table of Contents Next Page »"para cerrar el capítulo de mí vida al lado de mi padre
de policía; y desde entonces me promeií, ahí mismo, que en la primera oportunidad que se me ofreciera, Ser el primero en irnle a presen– ±ar para ser también de los primeros comba– Hen±es. Por lo que oía de mi padre, me daba cuenta que cruzába:rnos una situación polílica difícil y que podría presen±árseme la ocasión de ir a engrosar las filas revolucionarias. Aun– que estaba muy joven yo y' lenía bastantes ocupaciones con los intereses de mi padre, la oporfunidad se me presenró el once de Julio de 1893 cuando las auloridades que la Jun±a de Gobierno del General Joaquín Zavala había establecido en León se levantaron en armas, y
el Gral. Zelaya siempre acornpañado del Gra1. Francisco Guerrero Managua y Aurelio Esha– da. abandolló la ciudad esa noche para irse a iricorporar a las fuerzas revolucionarias de la contrarrevolución de León. En la mañana del once de Julio del año 1893 la ciudad de Mana– gua conoció por medio de una "generala" que la ciudad de León se había levantado en armas contra el Gobierno conservador de Zavala y que el Gral. Zelaya se había ido a incorporar a las fuerzas de Le6n. Con esa noticia corrí a donde el Gral. Ignacio Paiz, afamado militar conservador para que me diera de a11a corno su Ayudante; el Gral. Paiz accedió. Pocas ho– ras después salía yo con él y c;ioscien±os hom– bres que iban en persecusión de Zelaya y sus acompañanres. El Gral. Paiz siguió las huellas de Zelaya y cuando estábamos a la aHura de Ma±eare, oírnos un fueríe ±iroreo a ese lado, y el Gral. Paiz nos dijo: "Están atacando Matea– re. vamos allá", a donde llegarnos un poco después del medio día. Con la llegada nues– ira, la posibilidad del enemigo de ocupar esa plaza disminuyó y en los oíros alaques que hizo, fue compleiameníe rechazado, mante– niendo solo un fuego graneado sin impor±an– cia ninguna. Cuando nueSIrOS jefes vieron que había desaparecido el peligro de que la Plaza cayera en manos del enernigo, el Gral. Paiz dispuso mandarme a Managua, en calidad de su Ayudante, para pedir al Gral. Miguel Vigil, Mayor General del Ejército, el envío del cañón "Herald" y participade del rechazo de las fuer– zas leonesas, así corno la confianza que ±enía de conservar en su poder la plaza de Mateare. Los de Managua se ocupaban de acondicionar
bien el ejército tanio en elementos de guerra corno de provisiones de boca. En Managua, después de desempeñar mi misión y de que– dar satisfecho por lo que me dijo el Gral. Vigil respedo al próximo envlo del cañón y demás cosas necesarias para la lucha, fuí a ver a mi papá que acababa de llegar de Europa y a quien informé de todo lo que yo había dicho y
hecho y 10 que yo pensaba hasta ese momento de cómo Se encontraba la cuestión militar.
Ya de noche regresé a Ma±eare. En el ca– mino me cayó un aguacero fueríe y esa noche, que era mi primera de campaña, donní bien
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remojado en una de las calles de lvIa±ea– re, donde dormían de igual modo otros compañeros n'.Íos. Al amanecer, me pre– senté en la casa que ocupaba el Gral. Paiz y le dí cuenia del re– suHado de mi misión y la creencia que fe– nía yo de que corno
a las diez del día, lle– garían varias piezas
de adillería, envia– das desde Managua: En la misma casa se enconlraban el Jefe de las FUERZAS EX–
PEDICIONARiAS Ge– neral Miguel Espino– za, el Gral. Hipóliro Saballos y el Gral. Manuel Rivas (salva– doreño); pero este úHimo no se encon– :traba en casa sino en un pue¡:;±o mililar de Val1.9\lardia en los alrededores del pue– blo de Ma±eare. Y a esas horas me dí cuenra de que enfre los jefes había esta– do discutiendo la po– sibilidad de desocu– par la población, lo cual tenía muy mo-
lesio a don Reynaldo Chamorro que corno Ayudan±e de uno de los jefes, con su caráC±er impulsivo y nervioso les decía que no era po– sible que se pensara en tal desocupación~ Yo les dije que ya estábamos cerca de las ocho de la mañana sin que ocurriera ningún tiroteo en los puestos de avanzada, lo que a mi juicio podía indicar que el enemigo se estuviera pre– parando para el afaque o que durante la no– che hubiera abandonado el campo; por consi– guiente, que antes de pensar en lo que podía hacerse, era necesario mandar a reconocer las proximidades de Ma±eare para saber eXI:l.cta– mente donde se encontraba el enemigo. El Coronel Correa se ofreció para ir hacer ese re– conocimiento y yo también me ofrecí para ir
a hacerlo con 25 hombres. En esas discusiones estábamos cuando alguien anunció que se divisaba _por el lago el vapor "Manag'u,:-", aproximándose a las costas de 1tla±eare e ln– continenfi oírnos la detonación de un caño– nazo y poco después vimos pasar un grupo de tropas bastante regular frente a la casa, con dirección a la Iglesia. Inves±igando lo que pa– saba, nos informaron que el cañonazo qUé dis-
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