Page 53 - RC_1960_08_N1

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Doña Dominga Chamo1'1'O de Chamol'l"o; .. "una señora alta, blanca, más bien robusta que delgada de distinguida pre-

sencia y de carácter severo".

do yo en la vela (velorio) de doña Chepita Saballos, que se había casado con el Gral. José María Cuarezma, que fuimos algunos sorpren– didos con la llegada del señor Miguel Molina quien montado en buena mula participaba a sus conocidos, después de haber haplado pri– vadamente con don Pedro Joaquín Chamorro, que se encontraba tanlbién en la vela, que el Gobernador de Granada se había levantado en armas con el apoyo del Partido Conservador y que esperaban que el Padido Conservador de Managua se fuera a incorporar a la Revo– lución. Como se recordará, Doña Chepita Sa– ballos de Cuaresnla era hija del Gral. Hipólito Saballos. Por eso, y por el propio valixniento del Gral. Cuaresnla, había nlucha gente en la vela, siendo COnlO las once de la noche, hora en que llegó, aproximadamente, el señor Mo– linao

Con tal noticia bélica, la gente que estaba en la vela de la señora de Cuaresma, principió a dispersarset unos para irse a alistar para su viaje a Granada y otros temerosos de alguna acción del Gobierno contra ellos, tOnlaron rumbo que no sabenlos, pues en casi su totali– dad eran opositores al Gobierno del Doctor Sa– casa. Entre los que fueron a prepararse, esfa– ba el señor José Santos Zelaya, a quien: don Pedro Joaquín Chamarra cOnlunicó lo ocurrido y el mensaje que había recibido para que fue– ra a incorporarse a la Revolución. Por su cuen– ta el señor Chamorro me llamó aparte y me dió instrucciones para que entregara las bes– tias que tenía en los potreros del trillo de be– neficiar café, a los amigos que llegaran esa noche, y que si yo nle q'\lería ir, que bien lo podía hacer en la nladrugada. Llegaron don Salvador Lezama y don Gayetano Ibargüen y por ellos supe que Zelaya y don Francisco Guerrero (Managua) estaban también salien– do de la ciudad. Y COnlO a las seis de la nla– ñana llegó don Adolfo Díaz, que se fue con mi cOnlpañero de frillo Salvador Morales ChanlO– rro. A:mí se me hizo difícil marchar junto can

ellos porque feníamos mucho café por escoger y otro listo ya para enlbarcar; por 10 cual pen– sé ir donde el Comandante de la Sección de Policía de San Antonio (barrio), el joven co– malapino don José Angel Arróliga para pedir– le que si llegaba alguna orden de captura contra nlí, que me hiciera favor de avisarme antes de mandar a capturarme. Corno Arróli– ga me ofreció hacerlo así, no torné precaucio– neS; y de ahí, que con mi natural extrañeza, a las cuatro de la tarde del día 29 fuí hecho preso y me llevaron a la Policía donde perma–

necí durante fado el Hempo que duró la

Revolución. Otros cOnlpañeros de prisión en ese enlonces, fueron el Gral. Alberto Rivas y el señor Isidro Sotomayor ...

Durante esa Revolución pusieron las fa– mosas "contribuciones forzosas", que más bien eran una confiscación de bienes. A nli padre, que se encontraba viviendo en Europa, le pu– sieron CINCUENTA MIL PESOS. Como la Casa comercial IIp tenía enlpleados a quien cobrarle la contribución porque todos se habían ido a la Revolución, me obligaron a mí, custodiado, a que les abriera las puertas del estableci– miento; ,como nle negara a ello, lo abrieron con ganzúa y se llevaron la nlercadería que en gran existencia allí había, obligándome a presenciar aquel saqueo. En un libro fUeron anotando todo lo que se llevaron, hasta ajustar CINCUENTA MIL PESOS (50,000) según ellos, pero para mí no fueron nlenos de DOSCIENTOS MIL 1200,000). En esos días, los carceleros que habían sido basiante hostiles con nos– otros. se pusieron un poco amables hasta lle– gar el día en que nos abrieron las puertas de la cárcel para darnos libertad, diciéndonos que las fuerzas de la. Revolución iban a entrar ese día a Managua, conforme convenio cele– brado en Sabana Grande. Efeciivamente, ese día hicieron su entrada las tropas, y un grupo de ellas, que se dijo eran comandadas por el Gral. Aurelio Estrada se dirigieron a la Direc– ción de Policía para impedir que hubiera una "masacre" I y ahí fue donde por primera vez me encontré y conocí al Gral. Luis Alonso Bara– hona, emigrado salvadoreño incorporado a la Revolución quién con peligro de su vida, esta– ba fambién inlpidiendo que las fuerzas del triunfo cometieran desmanes. Después de ese ligero alboroto, eniraron dichas fuerzas a esta ciudad sin otra novedad y fueron muy bien recibidas por la ciudadanía de la capital. En las fuerzas revolucionarias habían nluchos m.uchachos poco m.ás o menos de mi edad que hablaban con entusiasmo de la cam.paña que habían hecho, de los co:mbates en que habían participado en la Estación de Masaya, "La Ba– rranca", y "El Coyotepe". Hablaban con tanto entusiasmo de los peligros y proezas tenidos en Su caria carrera de militares noveles que francamente confieso que al oír sus narracio– nes epopéyicas, sentí tristeza por no haberlos acompañado, yeso :mism.o me hacía sentir co– mo Una humillación el haber pasado aquellos días de peligro en las cárceles de la Dirección

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