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« Previous Page Table of Contents Next Page »paró el vapor, fue una granada que cayó pro– piamente en la trinchera de "La Barranquif~",
a cargo de un Capifán Arana que tenía dos hijos de Oficiales en la misma compañía, y estos jóvenes al ver caer muerlo a su padre por la granada. corrieron a levantarlo y 10 lle– varon a enterrar a la Iglesia. Al ver esto las tropas, abandonaron también el lugar, que– dando sólo este puesto militar. Cuando el Gral. Paiz se dió cuenta de lo ocurrido, ordenó que una compañía de granadinos que eMaba acuarlelada frente a nosotros. al mando de un Capitán Espinoza (Churuco) ocupara el lugar que habían dejado las fuerzas del Capitán Arana. El Capitán Espinoza, al ser requerido por mí para ir a cumplir las 6rdenes del Gral. Paiz, vaciló un poco, vacilación que me oblig6 a increparlo fuerlemente, después de lo cual se puso al frente de sus soldados y marchó con– migo al destino que se nos había señalado. En el camino no tuvimos ninguna dificulfad en esa zona que el día anterior había sido de gran balacera y que ahora estaba completamente en calma. Lo mismo se encontraba "La Ba– rranquita". El vapor, después del disparado cañonazo, había VIrado rumbo a Momotombo. Nada anunciaba pues que podia haber pleito ese día¡ sin embargo, el Comando Militar se sentía inseguro y no cesaba de pensar en la desocupación de la Plaza. Por último, como a eso de la una del día, me llamaron para darme instrucciones de permanecer en ese punto hasta que oyera repicar las campanas del pueblo, hora en que debía de levantar el campo, junto con la compañía de Espinoza, y seguir tras ellos hasta la ciudad de Managua.
Ya puestos aquí (Managua), el Gobierno explicó a la ciudadanía que por razones estra– tégicas había desocuPlil-do Maieare para ocu– par mejores posiciones en los alrededores de la Capital, desde Motastepe hasta la orilla del Lago, por el Norle, pasando sobre la Qo;rdillera llamada de "La Cuesia". En efecto. znanc;laron a ocupar algunas de las posiciones mejoJ,"es de esa colina, y el Gral. Hipólito Saballos hijo, con seiscientos rameños, como le decían a los que llegaban de la Costa Atlántica, ocu.paron Motastepe. Poco tiempo después de nuestro arribo de Mateare, supimos que las fuerzas de la contrarrevolución que habían atacEl-do Ma– teare, se habían declarado impotentes para tomar aquella Plaza, y que aprovechando la oscuridad de la noche, se habían retirado a Nagarote, y posiblemente se habrían detenido hasÍa llegar al mismo León. Pero algunos de los pocos amigos que las fuerzas occidentales tenían en Mateare, al levantar nosofrQs el campo, les hicieron avisar tan sorprendente hecho, yeso bast6 para cambiar la derrota que habían sufrido en un completo éxito, pues inmediatamente contramarcharon a Mateare y continuaron su marcha hasta encontrÍllr las fuerzas de la Junta de Gobierno en "La Cues– ta", donde muy temprano del siguiente día, se pritl-oipi6 a combatir con bastante in~ensi-
dad, principalmente en la posición que llama– ban "La Guitarra" y en "La Cuesta" mis;rna, forcejando las tropas de León por romper esas defensas para seguir su marcha hasta Mana– guá. Mientras en "La Cuesta" y sus posicione$ anexas se peleaba con éxito variado, en Ma– nagua se adverlía en los semblantes de los militares conservadores de la ciudad como un reflejo de satisfacción por lo que estaba acon– teciendo, mejor dicho, sentían la esperanza de que fuera el Gral. José Santos Zelaya el triun– fante. por lo que los tenía sin cuidado y anÍes bien, no escondían su satisfacción porque se decidiera así la batalla. Esta es la impresión que tuve en aquel entonces y que más tarde se afirmó en mí y la confirmó la HisÍoria. Pe– ro volviendo al combaÍe de "La Cuesta" diré, que un carbunco puso fuera de combate al va– liente "Indio Pellota" (Gral. Ignacio Paiz) ¡ por eso las fuerzas que él comandaba estaban en la Plaza sin *9mar parle todavía en la contien– da. - Pero a eso de las nueve de la mañana ordenaron prepararse para salir haCia "La Cuesta" y nos mandaron a formar frenÍe al Palacio Nacional para marchar tan pronto se nos ordenara. El Coronel Salvador Chamorro, qué dos días antes había llegado de Europa, fue dado de alía, y las fuerzas de que eSÍoy haciendo mención, fueron puestas a sus órde– nes. A mí me sorprendió ver a mi padre tornar posesi6n del mando de aquellas fuerzas en la que ninguno de nosoÍros contaba con una sola bestia. El Coronel Chamorro se puso al frente de aquellas tropas, con bOÍas altas pero sin cabalgadura alguna. Como a las diez y media de la mañana se recibió la orden de marchar y salÍlnos con gran entusiasmo vivando al Go~
biemo, a Don Joaquín Zavala y a los Genera– les Avilés y Montiel. La orden que recibió pLi padre fue la de marchar a "La Cuesta" y aPá
nos dirigimos bajo un sol abrasador. Serían un poco más de las once cuando comenzaron a pasar frente a nosotros unos señores mon– Íados en elegantes bestias, y entre ellos a Don Juaquín Zavala. Me dijo mi papá: "El triunfo debe estar asegurado, pues estos señores no se expondrían a ir si el éxito esfuviera aun dudo– so", Pero poco después pasaba el Gral. Rigo– bertó Cabezas, el Gral. Carlos Alberto Lacayo, don Gustavo Guzmán y algunos oíros qué en estos 'momenÍos se me escapan de la memoria. Al ver esto, volvió a decirmi4 mi padre: "Estos acompañantes de Zavala, ]¡oco me agradan¡ temo que pueda ocurrir algo inesperado". Co– mo si solo eso se esperara, empezaron a llegar las malas noticias. Por primera vez llegaba. el informe de que propiamente en la pasada del camino de "La Cuesta", se había fortalecido el enemigo y que paríe de las fuerzas de León estaban pasando a Managua, por la costa del lago, precisamente a donde se le había orde– nado a mi padre marchar para impedir esa filtración. Al recibir esa orden el Coronel Cha– inorro, dejó el camino para "La Cuesta" y se metió al pOÍrero que teníamos al lado norle,
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