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por las Trade Unions y dirigido cuidadosamente por

J. Ramsay Mac Donald, socialista intelectual, ético y religioso, con ant.ecedente de viejo burgués catnpesi– no.· Después de ¡¡U deslumbrante éxito en la campa– ña de 1906, cambió su nombre por el del Partido Laborista Inglés. Ahora bien, cualquiera que fuese su denominación, desae aquellos primeros años de pre– paración para el debut del nuevo Partido hasta la ac– tualidad, el Partido Laborista Inglés ha alternado don las Trade Unions como soporte de las mejores espe– ranzas de los trabajadores.

TRABAJO Y C~PITALISMO EN LOS ESTADOS

UNIDOS

La caraderís±ica más distintiva del desárrollo del movimiento obrero en América no ha sido, como~en

Alemania, una emancipación lenta y progresiva de la: filosofía impartida originariamente por líderes inte– lectuales. El rasgo más característico de su desarrollo ha sido más bien una lucha constante para impedir que la organización se hiciera pedazos por faHa de cohesión inferna. Para ello fue preciso combatir dos tendencias escisionistas. La primera es que el obrero americano siempre ha sentido inclinación -aunque mucho más en el pasado que actualmente- a iden– tificar sus ideas, aspiraciones e intereses y manera de obrar con los de la. clase media baja 19ranjeros, pe– queños fabricantes, y hombres de negocios I en una palabra, con las "clases produdoras" y sus periódicas campañas anti-monopolistas. La segunda -y esta tendencia fiende a aumentar sus fuerzaS más que a disminuirlas- es que, por regla general, el patrono americano ha sido capaz de conseguir que sus em– pleados se contraten en las condiciones detenninadas por él y bajo las cuales han aceptado individualmen– te su empleo. Ambas tendencias han bostaculizado seriamente los esfuerzos sindicales en pro de la esta– bilización y la solidaridad. La primera tendencia se demostró como perjudicial ya que los asalariados or– ganizados se veían envueltos periódicamente en el remolino de la política alistados bajo las banderas de los partidos anthnonopolistas. La segunda, ha frus– trado el unionismo porque el patrón en posesión de la inicia±iva ha logrado introducir su propio espíritu de compefencia en las mismas filas de sus empleados. La explicación definitiva reside en todo caso en las peculiares condiciones de vida de la Comunidad Ame– ricana, iales corno: la fuerza de la institución de la propiedad privada; la faHa de conciencia de clase del ±rabajador nortea:mericano¡ la imperfección del ins– trumento político. Sobre la segunda característica digamos lo ~iguiente: La clase obrera americana es la más heterogénea de todas, tanio desde el punío de vista étnico y linguístico, como del religioso y cultu– ral. Con una clase obrera de estas características, ha– cer del socialismo o del comunism.o, el "isnto" social del =ovi=ienio obrero, significaría -incluso si las restanfes condiciones lo permitiesen- alejar definiti– va=ente de la Federación Americana del Trabajo a

los católicos, toda vez que su OpOS1Clon irreconciliable al socialismo es cuestión de principio religioso. La causa de ésia cohesión sicológica en el Traba– jo americano, es la ausencia en todos los seníidos, de una clase asalariada complefamenfe "arraigada';~ La participación en la vida política de América nunca ha sido reservada a las clases superiores -como ha ocurrido en Inglaterra hasía hace znuy poco-, ni a quienes gozan de una inirucción superior -como en Francia-, sino que está abierta a todos los que pue– den pariicipar en la liza.

Oira clase de falta de espíritu en el obrero ame– ricano, fue la libertad de voto, que llegó a los traba– jadores en fecha muy ieznprana, como un sub-produc– to del movÍYnienio democrático de Jefferson. Por consiguiente, la única "conciencia" de clase aceptable para los obreros americanos es la "conciencia de tra– bajo" con unos objetivos limitados en cuanto a "con– trol de salarios y empleos", lo que no obsta en absoluto para que el sindicalismo americano sea el :más "contundente" de todos cuanto existen.

Por lo que hace a la imperfección del insirumento polífico, es obvio que debido al tipo de Constitución política de los Estados Unidos, este se guíe por el au– téntico principio pluralista y por consiguiente, los Gobiernos Americanos no sirvan como ins±rumento adecuado para refonnas de tipo econ6mico. A ellos les debemos que se haya desarrollado un sisten'\a de regateo politico colectivo -escogido tal vez corno el mal menor- entre el Movimienio obrero or~anizado y los dirigentes -jefes de loa dos viejoa partidos-, que consiste en negociar los votos obreros a cambio de que los políticos oficiales se comprometan, si resultan elegidos, a llevar a cabo determinadas gesfiones espe– cíficas detenninadas por los obreros. Por este proce– dimienfo el Movimiento obrero organizado no actúa como Partido, sino que arroja su peso sobre el platillo de aquél de a:mbos partidos, que se haya dispuesfo a aceptar sus peticiones, y así "recompensan a sus ami– gos y casfigan a sus enemigos" en el día de las elec– ciones. Ni que decir fiene que este método es tanto más efectivo cuanto que ambos partidos esfán tan equilibrados, que el Movizniento obrero puede inclinar la balanza del poder.

Históricamente la lucha por un prograzna que expresa debidamente el punio de vista obrero no ra– dicaba en combatir la supremacía de los inteleciuales, que aquí no existían en absoluto, sino conrra la fuer– za de la filosofía del antimonopolismo. Superada ésta etapa que pudiéraznos llamarla la del punfo de vista de las clases productoras, se pasó a una nuevq, orien· tación sindical. Difería del antiguo en que sustentaba la idea de que el único frente unido era precisamen– te el económico, y de aquí deducían que no había de desviarse el esfuerzo hacia el frente politico -por dé– bil que pareciera en manos del enemigo-, corno ha– bían hecho anterionnente los sindicatos cl.lando una fuerte depresión de los negocios, o una poderosa com– binación de patronos, parecía destacar circunstancial– mente cualquier avance en el terreno económico.

SEGUNDA

Hay en conjunto tres filosofías económicas bási– cas, la de los trabajadores manuales, la de los hom-

PARTE

bres de negocios y la de los intelectuales. En térmi– nos generales en una comunidad económica hay una

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