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Se ha pretendido clasificar al actual Go– bierno de Nicaragua de los hermanos· Somoza como una de las tres Dictaduras que aún que– dan después de la Era de los Dictadores en América Latina. En mi concepto esto es un error. Porque la situación actual de Nicaragua es peor aún que eso. Ni9aragua, en verd~d,
participó de la Era de los Dictadores en la épo– ca del Gral. Somoza padre, régimen que estaba en armonía con la enfermedad de la: época en América Latina.
Pero el Gobierno actual de Nicaragua no puede catalogarse, aunque lo haya dicho el mismo Secretario de Estado Norteamericano Herter, corno una de las tres Dictaduras que restan en América Latina. Nicaragua ya ha
def~do de ser solamente una Dictadura en ese señudo del modelo viejo de la Era pasada. Nicaragua está ensayando ahora un sistema completamente nuevo en América Latina, sis– tema superado, que puede llegar a sustituir al sistema viejo, ya anticuado, de los Dictadores unipersonales y militaristas. En este sentido el experimento de los Somoza es formidable. ,Ahora ya no se puede retener el mando al es– filo de los Dictadores, con un gobierno uni– personal y fuerte, con un Presidente que se mantiene en el Poder Ejecutivo durante mu– chos años, pese a los obstáculos consíiíuciona– les. Los episodios no se repiten. El nuevo sistelna de ensayo en América Latina es que los Presidentes permanezcan su término en la Presidencia de la República; y al cabo de este período hacen elegir a un pariente corno suce– sor presidencial. El signo típico es que no es un solo hombre el que manda, sino un equipo familiar. Y no es tampoco un Partido, corno en México. La Dictadura la ejerce un grupo mi–
núsculo. En ciertos momentos hasta parecen aflojar un poco en cuanto a la violación de los Derechos Humanos con el fin de aparentar una I?em.ocracia, pero se reservan siempre indefec– tiblemente la. Libertad de Elección, para dispo– ner a su antojo sobre la sucesión presidencial. Repugnan que los llamen Dictadores al revés de aquellos "hombres fuertes" que sentían fruiCión de gozo interno cuando los llamaban con e,se vocablo. Pero siempre, aunque fingi–
~amente, aplican la misma violación sistemá– Ílea de los derechos esenciales. Esta es la
nu~va enfermedad de la Democracia que se esta queriendo propagar en América Latina. Aquí en Nicaragua hemos pasado de Dictadu– ra a Dinastía, que también es una Dictadura, por su misma naturaleza" cualquiera que sean las concesiones de liberfades y garantías.
Falta la principal. la vértebra de la Democra– cia. Y no solamente el brote de este nuevo sistema está naciendo en Nicaragua. Ya tene– rnos sucesión presidencial familiar en la Repú– blica Dominicana y ya tenernos sucesión de mando familiar en Cuba, para citar los dos ex– tremos de derecha e izquierda. Por consiguir~n
te, si el experimento que están ensayando los hermanos Somoza tiene éxito en Nicaragua, no cabe la menor duda que lo seguirán imitando las otras Repúblicas de América Central y de América del Sur
I
después de sus victoriosas luchas contra las Dictaduras unipersonales y militares.
Para apreciar bien el contraste de los dos sistemas diferentes, para así poder situar a Ni– caragua en el comienzo de un exper~mento
nuevo, y no catalogarla denfro del modelo viejo á la par de las dos últimas dictaduras de Trujillo y de Stroessner, basta con hacer una suposición: si mañana dejase de existir, por alguna disposición de la Providencia, por ejemplo Trujillo de la República Dominicana, se derrumbarla estrepitosamente su Dictadura de más de treinta años; e inmediatamente co~
menzaría la época de la nueva Democracia en Santo Domingo. Pero no sucede así en Nica– ragua. Cuando se acabó el Dictador de Nica– ragua, Somoza padre, no se acabó el régimen de la Dictadura, sino qué sucedió algo peor de lo que se liquidaba: pasó a inaugurarse una nuevá etapa, vino esa nueva enfermedad contra la Democracia, que se llama Dimisiía. Si mañana, por circunstancias inescrutables de la Providencia Divina, dejase de existir don Luis Somoza, no se liquidaría este sistema de gobierno que están ensayando los señores So– moza en Nicaragua. Todo seguiría· igual en Nicaragua, hasta los mismos Ministros rotati– vos en sus puestos, corno sucedió a la muerte del General Somoza, sin que hubiera ninguna oportunidad a la Oposición para la Restaura– ción de la Democracia.
El caso de Nicaragua, desde el punto de vista doctrinario, es muchísimo más grave que el de la República Dominicana o el del Para– guay. Porque estos dos países tienen marcado un límite o una demarcación para su régimen de gobierno: o la muerte o el derrocamiento de los didadores, términos que son absoluta– mente determinados, aunque inciertos; pero en ·el caso de Nicaragua el término de este ré– gimen de gobierno es no solo incierto, Sino también indeterminado. Estamos en el caso de pensar en aquel letrero pavoroso que puso Dante a la entrada del Infierno: "Perded toda esperanza" .
Consiguientemente, para enjuiciar al ac– tual Gobierno de Nicaragua no tenernos que recurrir a la medida de un mayor o menor por– centaje de disfrute de Derechos Humanos, para deducir de este balance si estarnos en una Dic– tadura, en una Democracia o en lo que ha da– do por llamarse una transición hacia la Demo– cracia. Basta con que don Luis Somoza esté e,n
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