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lla euforia y sobre aquel eniusiasIno renacentista, llegador de la Edad Media Cristiana, el Inundo parece lanzar, -y ésie es el valor afirlTla±ivo del COInunis– mo-, el más doloroso grifo de desesperación. Parece COInO si la Humanidad grifara. "Quiero vivir, pero necesito algo. Algo que no puedo decir exactamenie qué es, pero que sienio que lo he dejado perdido airás, en mi carnina". aNo es acaso un corno querer rehacer unidad y diversidad, iodos esos movimientos sociales contemporáneos?... Meditemos un poco en ese nuevo afán de funcionalismo, qU& revive en el moderno sentido de lo social. Miremos esas exigencias ;integradoras del Comunismo y de todos los naci0Ila– lismos politicos, corno un intento desesperado de nue– va reducción a unidad. Nuestro siglo padece de inse– guridad, porque carece de unidad. La inseguridad es tal, que a veces sentiYnos como un derrumbarse co:rn– pleto de nuestra culiura; y aún parece que de nuevo surge un nuevo ciclo oriental de la Historia, iotalmen– te contrario al occidental-europeo... TieInpos sólo cOInparables a los del final del IInperio Romano. El dilema "Oriente va. Occidente", en que se quiere resu– Inir la crisis, no es verdadero pero es significativo. El es apenas un síntoma revelador de nuestra propia inseguridad. La verdad es que, "Oriente vs. Occiden– te", sólo significa: desintegración de la unidad cris– tiana de Europa en que. precisarrtente , aInbos con– ceptos fueron refundidos. Y la angustia de ese antagonismo sólo puede exprE;jsar un reclaIno de nue– va síntesis.

El sentido hispánico de la Vida y la 9uliura¡ ese sentido de fidelidad a los principios de síntesis y de creación, por los que pudo ser Europa, surge así ante la realidad de nuestra hora, COInO iodo un :mensaje de nueva vida para el Inundo.

El valor de este Mensaje es la cifra del propio ser de Hispano América. Está encarnado en nuestra pro– pia existencia y afirmado con nuestro propio valer. Por eso a quien Inás corresponde realizarlo es a no-

ANECDOTARIO CONSERVADOR

soiros mismos. Y ésta debe aer la misión de nuestras Universidades.

. Si el pecado de Europa ha sido el de negarse a sí Inisni.a, el pecado de Hispano América podernos decir que ha sido el de dejarse reducir por la Europa re– negada. Un falso concepto de originalismo americano nos ha llevado, -por los guiones de un ideal abso– luto de iecnicismo y de un indigenismo anti-hispáni–

co-, a los exfremoa de la falsificación. Ambos guio– nes no son más que un reflejo sobre nosotros de la Europa decadente y en desintegración de nuestro si– glo. No son v'erdaderamenfe actitudes originales, -y esto es lo que nos SEllva-, sino actitudes idiotas de imitación. Idiotas, l?ero no fatales. El verdadero ori– ginalismo sólo puede ser el que se afirlTla en "lo ori– ginario". En lo que es verdaderamente "nuestro" y brota de nosotros :mismos. Para Hispano A:rnérica no puede significar otra cosa que la conjugaci6n armó– nica y positiva de esos ires elementos integradores de su ser: Indigenismo, Hispanismo y Cristianismo. Esto es: Virtudes primitivas y vigor de pueblo virgen, para recrear en su 'éntraña, -y a través de un hispanismo leal a los principios de síntesis y de afirmación de Europa-, un nuevo concepto universal de unidad y diversidad. A la definición y a la realizaci6n de este único originalismo hispanoaInericano debe encami– narSe el esfuerzo de nuestras Universidades.

Nadie Inás que la Universidad de Hispano Amé– rica, corno expresión auténtica desde la propia raíz de su ser del sentido cristiano. puede llevar a nues– tros pueblos a Inejor cumplirrtienfo de su destino his– tórico. Ese sentido imprimió en España un destino de "entrega" para Arrtérica de los valores afirmativos de la Cultura. Y en esa "entrega" seña16, -por obra y rrtisi6n de la :misma España-. un glorioso destino am.ericano de continuaci6n y de recreación de la Cul– tura. De nosotros depende el saber cUInplir con ese destino.

EL PRESIDENTE CARDENAS y DON F. ALF. PELLAS

Era Presidente de la República el dociar don Adán Cárdenas, y estando por realizar un viaje a Europa don Francisco Alfredo Pellas, fue a despedir– se de aquél, de quiera era :muy amigo, y a pedir sus órdenes.

El Presidente Cárdenas aceptó el ofreciIniento del señor Pellas, y esiando a punto de contraer se– gundas nupcias con la entonces señori!a Tula Mar– tinez, le pidió que le trajera un aderezo de modesto valor, cuyos detalles le dió.

El señor Pellas tan luego regresó al paíS fue a visitar al Presidente Cárdenas y le entregó el adere– zo referido, lo m.isIno que su factura, explicándole que el descuento había sido aplicado a la mejor calidad del aderezo. pues el señor Pellas no preten– día cobrar com.isión alguna.

El Presidenfe Cárdenas Inanifestó en todo su conformidad y agradecimiento, y preguntó ade– más al señor Pellas por la p61iza de introducción del repetido El-derezo. El señor Pellas manifest6 al Presidente Cárdenas que él había iraído en su bolsi– lio el aderezo, por lo cual había entrado sin pagar derechos de Aduana¡ pero el Presidente Cárdenas inmediatamente llamó a uno de sus ayudantes, con el encargo especial de llevar el aderezo a la Adua– na. para el pago de los correspondientes derechos. La anécdoia que antecede la refirió a su relator el señor Pellas, en uno de los días que precedieron a la batalla de Tis:ma, en el Gran Hotel de esta ciu– dad de Managua.

JOAQUIN VIJIL.

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