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nOS del mundo.
Salamanca y la presencia de América en la Hisloria
Pero la mejor demosfración de ese signo afirma– fi'l'o de la Universidad de Salamanca, en su fidelidad
éi la sínfesis cristiana medioval, la constifuye sin nin· gúna duda la presencia de América en la Historia. Es Bt{uí en donde se levanfa Salamanca, más gigantesca
~ue nunca, en la cátedra primma de teología del ge– nial y portentoso Francisco de Vifioria. Villoria puede decirse que representa, en sus famosas Relecciones, todo el sentido del Imperio Español.
En sus caracferes más propios y distintivos, el Im– perio Hispánico se realiza dentro de ese ritmo de ahondaxniento de la evangelización cristiana, de que hablamos al principio. Esto quiere decir que, sobre el conquisfador, viene ese sentido de unidad y de diversidad, que da origen y definición al Ixnperio. Ixn– perio en su Inás esfricto significado de "igualdad de reinos". Desde el primer momenfo de la Conquista España afirma, por la escuela dominicana de Sala– xnanca, el valor humano del indio. Gracias a esto, Espai?,a apareCe en el mundo corno la única nación conquistadora que se ha discutido a sí misIna el de– recho de su conquisfa. Son los Inismos españoles los que, en función de una preocupación teológica, to– xnan por su cuénta la defensa y afirmación de los derechos esenciales del indio. Y son españoles los que, en ejercicio de esfa acción censuran y repudian los abusos de los propios españoles. Nunca jamás pueblo alguno ha hecho algo semejante durante todo el transcurso de la Historia. Esta es una gloria que sólo corresponde a España, a la España leal a los fun– damentos de Europa. Y denfro de España es gloria que debe reconocerse siempre a la Escuela Dominica– na de Salamanca. La legislación de Indias tradujo con verdadera exactüud iodos estos principios, crean– do un derecho vivo, de aUféntíca palpüación indiana. Bajo el sentido de la Conquista Española, Améri– ca emergía para el mundo con toda su vigorosidad joven y con todo el ímpetu de sus virtudes originarias de lo indígena, corno toda una fuerza de revüali– zación y de recreación de la cultura europea. España afirmaba cada vez más este signo axnericano, respe– tando e incorporando a la cultura general todo lo afirmativo del indio. Por eso, lejos de destruirle y de aniquilarle corno ente cultural, corno sujeto de la cul– fura, se dió por enfera a la tarea de ponerle denfro de la cultura, con verdadera posición activa.
Salamanca y las tJnivexsidades de Hispano Amédca
y es así cómo, desde el principio de la coloniza– ción hispánica, surgió en los principales cenfros de América la Universidad. La Real Cédula del Empera– dor Cados V de 21 de Septiembre de 1.551 es la parti– da de nacimiento de la Universidad hispanoamerica– na. Confirmada después por don Felipe II, en Madrid, a 17 de Octubre de 1.562, aparece definüivamente registrada en la Ley 1, Título XXII, Libro 1 de la Re– copilación General de las Leyes de Indias. Por su .trascendental importancia, y porque sus mejores co– mentarios son sus mismas palabras, la trascribimos ,íntegra: "Para servir a Dios Nuestro Señor, y bien
público de nuestros Reynos, conviene que nuestros vasallos, súbdüos y naturales, tengan en ellos Uni– versidades y Estudios generales donde sean instruidos
y graduados en todas ciencias y facultades, y por el mucho amor y voluntad que fenemos de honrar y fa– vorecer a los de nuestras Indias, y desterrar de ellas las tinieblas de la ignorancia, criarnos, fundarnos y consfüuimos en la Ciudad de Lima de los Reynos del Perú, y en la ciudad de México de la Nueva España Universidades y Estudios generales, y tenemos por bien y concede:rnos a todas las personas, que en las dichas dos Universidades fueren graduados, que gocen en nuestras Indias, Islas y Tierra firme del Mar océa– no, de las libertades y franquezas de que gozan en estos Reynos los que se gradúan en la Universidad y
Estudios de Salamanca, así en el no pechar, COInO en fado lo demás".
La Universidad de Hispano América aparece así vinculada por entero a la Universidad de Salamanca, y corno la más elocuente y la más hermosa expresión de su fidelidad hispánica a Europa. Es fal el auge de las nuevas Universidades, que ya antes de 1.575 so– lamente la de México había conferido 1.162 títulos doctorales y 29.882 de bachilleres. Numerosos nom– bres de indígenas aparecen, desde enfonces, incorpo– rados definiiivaxnente a las listas universales de la cultura. Sus nombres señalan, de por si, la más efec– tiva posición activa del indio en el proceso culfural desarrollado por España.
El sentido profundamente cristiano de la cultural ese senfido de ahondamienfo, que no cae, sino que renace desde lo más hondo de la propia vida de Jos pueblos, realizaba en América, -por obra de la colo– nización hispánica---'-, la creación de un Nuevo Mundo. Por es.o ese afán de la Corona Española por penetrar, desde la Universidad, -y a traves del idioma-, a lo más profundo del alma aborigen. Era una preocupa– ción qUe sobrepasaba a un mero interés idiomático y que daba al lenguaje todo su sentido vital. Si el idioma es la expresión xnás viva. del espírüu de un pueblo, España obliga en las Universidades de Amé– rica al estudio de las lenguas indígenas. "La infeli– gencia de la lengua general de los indios es el medio más necesario para la explicación y enseñanza de la doctrina cristiana". No puede haber afirmación más clara y más exacta para significar ,un espírüu de síntesis y de creación. Hay que entender primero al indio para que el indio pueda entender después el Cristianismo. Ante fodo: enfendimienfo. Hundirse en lo más profundo del espíritu aborigen para renacer de ese mismo espírüu en una nueva vida cristiana. Vale decir: en una nueva vida de cultura abierta a lo universal. He aquí. los dos insfantes necesarios del originalismo americano. El primero ha sido maravi– llosamenfe realizado por España. El segundo nos co– rresponde realio:arlo a nosotros mismos.
La l'esponsabilidad de Hispano América
He aquí nuestra grave responsabilidad ante la Historia. .
No sabernos hasta qué punfo ha llegado Europa a traicionarse. No sabernos hasta qué punto ha lle– gado Europa a negar, en nuestro tiempo, a los pro– pios valores que la crearon. Pero es inneg~,ble que vivimos una hora de "arrepentimiento". So{s¡!e aque-
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