Page 18 - RC_1960_08_N1

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miento no sólo seria dañoso para la Religión mis~a,

sino que ~Qntrariaria ~as leyes canónicas de la Iglesia, que establecen: "No'l!e obligará a nadie a abrazar la fe católica contra su voluntad". , La afinnacién con'servadora del valor social y uni_ versal ele 'los principios religiosos está muy alejad!;l, asimismo, de toda intención clerical. El clericalismo, en su signi~icádo de ingerencia preponderante ~~l

clero, en cuanto agrupación, en la política nacional, está totalmente proscrüo de los postulados conserva– dores.'

El reconocimiento de la soberanía de Dios en el campo social inspir~ al Conservatismo su posición an– tagónica frente al laiqismo. El laicismo, basado en la creencia liberal. de que la Religión es un asunto pri– vado, proclama la nJutralidad oficial del' Estado en materia religiosa. El Estado laico o neutro se abstiene, aparentemente, de tomar decisiones en el problema más trascendental que puede confrontar el espírüu hiuna:iio, como es el de las relaciones entre Dios y las criaturas.

El Conservatismo, sin embargo, no se deja enga– ñar por esa falsa neUtralidad que, prácticamente, y en especial en nuestros países latinos, se ha convertido siempre en hostilida~. El desarrollo de los aconteci~

mientos históricos ha, demostrado los pern,iciosos re– sullados de una neutralidad más aparente que real. El deísmo lilJéral, desarticulado de la historia y de la tradición, negó la mano invisible de la Providencia. Da la ley natural, pr,oclamada en el /ligIo XVlII, Se pasó al posifivismo 'elel siglo XIX, una filosofía irreve– rente y anfí-histórica. "El Deísmo -dice el profesor Heinrich Rommen- 'puso a Dios en el papel de mo– narca ,constüucional, t¡ue reina pero que no gobierna, alejándolo del mundo: y del hombre. El siguiente paso fue la negación de Dios. La idea de Dios se convirtió en un producio de los sueños o de los temores de los hombres, o fue abolida por el maiel'ialismo. En am– bas ideologías ateístas, el mundo y el universo se hicieron anárquico~'~n su orden y tlu naturaleza. En consecuencia, el hombre o las mistel'iosas fuerzas físi– cas quedaron en cJ.p~cidad de tornar el mundo a la medida de sus deseos". 161

Dadas las coneliciones caóticas en que se agüa el mundo contempor{¡neo, no cabe duda que la mi–

sión más importante y trascendental del Conservatifl– mo es la de defender los principios religiosos de i~

sociedad desde los bastiones de la politica.

5.- AFIRMAClON DE LOS VALORES

TRADICIONALES

Qtro de los fund'amentos básicos del Conservatis– mo e~ su auténtico y profundo senfido de 10 tradicio– nal. Tradición viene del latín ·'tradere·' que significa,'

"entr~~ar"l es lo q~~ pasa o se entrega de una genera~

ción !'l' otra. "Pero que pasa queda -dice Unaxnu– no- porque hf!.y algo que sirve de sustento al perpe– iuo il~)o de las cosas". 171

El\l el hombre,' esa b~se de sustentación es su personalidad individ:!-1al, representada por la memo– ria. En los pueblos,:c.ia tradición es la base de su per-. sonaliq;id coleciiva. 10 que asegura su unidad y su continUidad espirüuales. ; TradiCión, sin embargo, no significa apegarse' exclusivamellte al pi.sado, cerrando los ojos a tod6

progreso. La iradición es un cauce, un ordenamiento de las nuevas ideas y de los hechos nuevos. El tradi– cionalista está elispuesto a aceptar cualquier cambio, con una sola condición, que ese cambio se armonice y se integre con el modo de ser nacional, con las esencias nacionales, con el destino histórico de la na– ción.

El tradicionalismo conservador mantiene, pues, de lo viejo, 10 "eterno". El Conservafismo auténtico nunca podrá ser reaccionario ni retrógrado, porque el Conservatismo no pretende volver a un pasado, irre– misiblemente ido, ni siquiera pretende conservar to– das las cosas del pasado en el estado en que actual– mente se encuentran. El Conservatismo favorece el progreso y favorece por eso el cambio, pues sabe que éste es continuo e inevüable. La diferencia estriba en el modo de realizar los cambios. Los radicales efec– túan sus innovaciones basados en premisas abstractas y doctrinas arbifrarias¡ mientras que los conservado– res las hacen tomando en cuenta los usos, las cosium– bres, las leyes y las tradiciones del país. El Conser– vafismo discrimina y conserva del pasado sólo lo eternamente valioso, el reaccionario conserva, sin dis- , criminaci6n, todo el pasado.

El apego fiel a la tradición, que es una de las caracieristicas fundamentales del Conservansmo, le impide, asimismo, caer en las aberraciones del doctri– narismo. El político doctrinario es un ser fanático, convencido de que su filosofía encierra las respuestas a todos los problemas de la Humanidad. Según él, bastaria seguir sus normas al pie de la letra para con– vertir este mundo en un paraíso. El conservador sabe, en cambio, que las circunstancias particulares en que se mueve el ser humano son infinitamente variables y que sus problemas no pueden resolverse con nin– guna fórmula mágica, polífica o económica. Los con– servadores, hombres de principios, suelen diferir en las soluciones a los problemas concretos, pero com– parten un mismo concepto de la naturaleza humana

y de los fines de la sociedad.

Un conservador de principos busca, razonable y

prudentemente, como reconciliar lo mejor de la sabi– duria de sus abuelos con los cambios necesarios a to– da sociedad vigorosa. "Un conservador de espírüu amplio -dice Russell Kirk- cree en principios, es de– cir, en valores perdurables, determinados por la sa– biduria de las generaciones pasadas, el estudio de la Historia y la reconciliación de la autoridad con las circunstancias azarosas de nuestro mundo contempo– ráneo". 181

El Conservatismo no es, pues, un cuerpo de doc– trinaS inmutables o de mágicas recetas politicas¡ es, algo existencial, un esiilo de vida o un modo de aso– marse a la vida. El meollo del Conservatismo es la afirmación de ciertos valores perdurables, defendidos desc;l,e el campo político. El Conservátismo trafa de salvar al mundo a través del espírüu y es por eso el adversario sempiterno de los bárbaros y materialistas que sueñan con un mundo regido exclusivamente por la técnica y los planes económicos.

Hoy, más que nU\lca, los principios conservadores son la tabla ele salvaCión de un mundo arrollado por la vorágine marxista. El marxismo, con certera pun– tería, le niega la primacía a los valores del espíritu, considerándolos una vacía superestructura ideológi-

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