This is a SEO version of RC_1969_01_N100. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »CAPITULO 1
VISITA AL VOLCAN DE lUASAYA - EL PUEBLO DE MASAYA - EL LAGO DE MASAYA - NINDI– RI _ ASCENClON AL VOLCAN - REFERENCIAS DE EL - EL CRATER - DESCENSO AL CRATER EL VOLeAN DE NINDIRI - IGNORANCIA DEL PUEBLO CON RESPECTO A LOS OBJETOS DE IN. TERES _ REGRESO A MASAYA _ OTRO PAISANO. - MANAGUA ~ EL LAGO DE MANAGUA. – PESCANDO _ HERMOSO PAISAJE - MATEARES - LA QJUESTA DEL RELOX - NAGAROTE -
CRUCES - UN GUARDA DE COTO - PUEBLO NUEVO
Mal zo 1Q No obstante mi anhelo de aplesuraune, 1esolví declicar un día al volcán de Masaya Con este
pI apósito envié un con ea pOl delante para conseguil·
me un guía p21a subir al volcán, y no emplendí la mal–
cha sino hasta las once A cOl ta distancia de la ciudad nos encontramos con un negl ita a caballo, vestido con el traje neglo que le hizo la NatUlaleza, con dos glan..;
des hojas de plátano unidas con una costura como som–
brelo, y hojas de la misma clase como silla A la dis.,.
tancia de dos leguas llegamos a la vista del volcán, y
a las cuatl o de la tal de, después de una calurosa ca– minata, entramos al pueblo, uno de los más antiguos
y gi~andes d~ Nical agua, y aunque completamente tie– 11 a adentro conten'tcndo, incluso los arrabales; una población de veinte mil almas Nos dirigimos a la casa de don Sabino Sab oon, quien estaba 1 ecostado en una hamaca roncando con la boca abierta, pela su esposa, una biJllita ioven de media sangre, me t ecibió cordial.: mente, y con el debido,miramiento hacia los achaques de un marido anciano y hacia mí, no 10 despertó De
repente él cenó la boca y abrió los ojos, y me dió una afectuosa bienvenida Don Sabino ela un colombiano que había sielo desterrado desde hacía diez años, como él díjo, por los servicios prestados a su patria; y ha_ biéndose conducido a Masaya, se había casado con la
bonita jOVf'll mestiza, y establedóse como doctor A– dentl o de la puerta,' detrás de un pequeño depósito de azúcar al roz, salchichas y chocolate, estaba un for
w
midable ¶to de tarros y botellas, exhibiendo tan– tos colores y tan enigmáticas etiquetas como una bo_
tica en mi p3ís
Tuve tiempo pala dar un corto paseo alrededor del 'pueblo, y doblando el camino, a una distancia de
medm milla llegué al borde de un precipicio, de más de cien pies de elevación, a cuyo pie, y a poca distan· cia más allá estaba el Lago de Masaya El descenso era casi pelpenrliculal, en un lugar }Jor una tosca es– cale1 a y después por medio de gradas cortadas en la roca 'Me ví obl-'gado a detenellne mienhas que pa– saban quince o veinte mujeres, la mayor parte de ellas jóvenes Sus cántaros estaban hechos de la cáscal a de unas grandes calabazas redondas, con caprichosas figm as rayadas en la superficie, y pintadas o lustra– das; sostenidos a la tspalda por medio de una tira de cuelO cruzada ~obre la frente y asegUlados con una fina malla Abajo venían ellas charlando alegremen– t.e pero al momento de negar al punto donde me ha– n&ba, ya iban sUenciosas, con movimientos muy pau– sados, 1esph ando fuel temente y con el rostro cubier_ to de abundant(' sudor Esta era una glan Pal te del trabajo diario de las muieres del lugal, y sólo de este modo podían plocurarse el agua suficiente para las necesidades domésticas; pero todos los caballos, mu– las o vacas estaban obligados a ir por un camino tor– tuoso de más de una legua, para conseguirla POl qué esta gran población se había desarrollado y pelmane_
cido tan leios de este vital elemento, no lo sé Los espaÍloles la hallalon como un gran pueblo índígena,
y como ellos inm~diatamente hicieron de los dueños de la tieHa sus acall'eadores da agua, no sintieron la lalga, ni tampoco sus descendientes en la actualidad Mienh as taflto llegó mi guía; quien, para mi ma· yor satisfacción, era nada menos que el mismo alcal– de en persona Pronto se hicieron los art eglos, y yo tendda que juntallne con él a la mañana siguiente en su casa en Nindh í Dí a mis mulas y a Ni.colás un día de descanso, y partí en el caballo de don Sabino,
con un muchacho que actuaba como guía y que llevaba
un par de alforjas con plovisiones En media hora llegué a Nindirí, habiendo encontrado más gente que en todo el camino desde San José hasta Nicaragua El alcalde ya f!staba listo, y en compaííía de un asis– tente que llevaha un par de alforjas con provisiones y una calabaza con agua, todos montados, nos pusi. mas en marcha A media legua de distancia abando– namos el camino leal y tomamos una estleeha veleda en el bosque hacia la izquierda Al salir de aní en~
tramos a un campo libre cubier to de lava, que se ex.. tendía hasta la base del volcán euíl ente y a ambos la– dos, tan lejos como pude distinguir, negra, de varios pies de espesor, y en ciertos lugares fOlmando eleva· dos s€llijones Una indistinta huella estaba trillada por el ganado ~obre esta llanura de lava Al fl ente quedaban dof.: volcanes, de los cuales habían blotado corlÍentes de lava que fluyel'on por sus faldas hasta el llano El que estaba directamente al frente dijo mi guía que era el volcán de Masaya En el de la dele– eha, y a la mayor distancia de nosohos, el cláter es– taba lato, y E:l inmenso hueco del interior era visible Este dijo él que se llamaba Ventelo, un nombre que yo nunca había oído antes, y que era inaccesible Ca– minando hacia el del flente, y cluzando el campo de lava, llegamos al pie del volcán. Aquí la yerba era alta, pero el terreno era escabroso y desigual, y estaba cubiel to de lava descompuesta Subimos a caballo hasta que se hizo demasiado empi.nado para que las bestias nos llevaran, y entonces nos apeamos, las ama· tramos a un al busto y seguimos a pie Yo ya estaba desconfiando de que mis guias conocieran los lugal es,
y pronto me encontré con que ellos no quelÍan seguir adelante o que eran incapaces de resistir mucha fati– ga Antes de llegar a media cuesta se desembaraza– l'on del jano de agua y de, las provisiones y aun así se quedaron attás. El alcalde era un hombre como de
CUal enta años, que montaba su propio caballo, y como el a una pel sana de importancia en el pueblo, yo no podía orden31Ie que anduviera más de plÍsa; su com– pañero ela como diez años más viejo, y fÍSicamente in· capaz; y viendo que ellos no conocían ningún sendelo definido, los dejé y seguí solo
A las once del día, o a tres horas del pueblo de
Nilldilí, llegué al punto elevado que nos habíamos plO– puestoj y desde este lugar yo esperaba mitar hacia abajo 'el cláter del volcán; pero alli no habla cláter,
y toda la supel fleie se hallaba cubiel ta de gigantescas masas de lava, y nena de matan ales y de árboles a– chaparrados Agualdé hasta que mis guías subielon, quienes me infOlmaron que este ela el volcán de Masa– ya, y que allí no había más que vel El alcalde insis· tió en que dos años antes él había ascendido con el cura, quien había fallecido después, y con un gl upo de aldeanos, y que todos ellos se detuvielon en este lu· gar Yo quedé chasqueado y descontento En direc– ción al fl ente se elevaba un alto pico, el cual pensé, por su posición, que dehelÍa dominar una vista del crá– ter del oh o volcán Intenté llegar a él eh eundando la montaña, pero me lo impidió una inmensa grieta,
y leglesando, avancé dilectamente de havés Yo no tenia idea de lo que intentaba Todo se encontraba cubierto de Java convel tida en sellijones y masas hre– guIares, cuya superfide variaba a cada paso, y cubier~
ta con ál boles y malezas Después de una hOl a del más duro trabajo que jamás tuve en mi vida, llegué al punto que me había fijado, y, con asomblO noté que
11
This is a SEO version of RC_1969_01_N100. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »