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« Previous Page Table of Contents Next Page »ignorante del pueblo.-Engrosaron este bando algunos ,:l.'epublicanos capitalistas que temían la preponderan· eia de las provincias y deseaban conservar a la metró' poli su antiguo influjo y pI'estigios". (15)
, Estos párrafos constituYen una buena presentación y definición de Liberales Y SERVILES; en ellos se enuncia con bastante precisión las dos clases de divi– sión social en Centro América: grupos económicos y grupo;; locales. Esta doble división, como 10 insinÍla Marure y nosotros lo hemos hecho notar atrás, se ha– llaba simplificada por el hecho muy natural de coin– cidir, a grandes líneas, el conservatismo con el guate– malismo, y el liberalismo Con el provincialismo. Ca– lificamos de natural tal fenómeno, porque la idea con– servadora, en general, a lo' que tendía era, digámoslo así, a CONSERVAR las cosas como estaban: entre ellas, el predominio de Guatemala en Centro América: por eso los gu aUecos, en su mayoría y por su sola con-dición . 'maltecos, debían ser conservadores; la idea liberal)' en general también, tendía a LIBERAR
la administfjl ción, la economia y la legislación de las ti'abas feudales coloniales: dentro de ese propósito, a !las provincias de la tutela guatemalteca: por eso los provincianos, en su mayoría y en cuanto provincianos, dcbían ser liberales. Fuera de eso, que era un fenó– meno accidental y característico del Centro de Améri– ca, sU constitución social llevaba al conservatismo a preponderar en Guatemala, y al liberalismo en los Es· tados del Sur. Y así era, a grandes líneas: los conser– vadores dominaban totalmente en Guatemala, Quezal– tenango y Verapaz, donde sólo existían pequeñas mi·
norías liberales; y los liberales en el resto del Istmo, 'tIonde los serviles sólo controlaban algunos pueblos de los departamentos de Santa Ana, Sonsonate y San Mi. guel en El Salvador, de Gracias y Santa Bárbara en Honduras, y algunos en Nicaragua y Costa Rica. Pero, una observación: aquí les estamos dando a los voca· blos conservador y liberal un sentido histórico autén· tico, que era el que encarnaban las facciones centro· americanas en los años en que se constituyó la Fede· l'ación. Lo advertimos, porque en la historia poste· dor de Centro América aparecen, en casi todas sus secciones, partidos conservador y liberal, algunos de los cuales llegan hasta nuestros días, y con los que aquéllos no deben confundirse. Estos últimos no fue– 1'0n ya, como en 1824, manifestaciones en lo político . .tIe nna divergencia histórica esencial, sino tan sólo pro– ducto de rivalidades de campanario, de opuestas ambi– lJiones personales o de camarilla, y de diferencias sin sentido, entre bateos y comecnras. Tal diferencia de· be tenerse muy en cuenta para no incurrir en errores de apreciación y tJara no olvidar que por sobre los par– tidarismos y luchas políticas que personas y grupos fo– mentaron, por ambición e incivilidad, en Honduras, El Salvador, Nicaragua y hasta en Costa Rica, aprovechan· do la incoherencia social y moral, legada por el régi. men colonial a Centro América, estos cuatro Estados fueron, desde la Independencia, los representantes del liberalismo en estas tierras. No de un liberalismo cul·
{15) Alejandro Marure, "Bosquejo histórico de las
Revoluciones de Centro América", tomo 1, pág.
61.
to Y doctrinario como el europeo, sino de un liberalis. mo agreste, de un progresismo, cabría mejor decir, que expresaba con fuerza y sencillez el ansia de hondure– ños, salvadoreños, nicaragüenses y costarricenses por cambiar y superar su miserable vida social del colonia– je. El historiador Montúfar insiste, a lo largo de su Reseña, en este fenómeno de la mayor aptitud de los cuatro Estados del Sur para la reforma social, no obs– tante que continuamente alude a los partidos conser· vador y liberal de estas secciones, dejando así bien sen· tada la diferencia entre las facciones y las luchas in. ternas puramente políticas de dichos Estados, y el pro– fundo signüicado iiberal o progresista de los cuatro, en la evolución sociológico del Istmo. Atribuye, por cierto, esa tendencia refol'mista de Honduras, El Sal– vador y Costa Rica, al abandono de qne España las hizo objeto durante la Colonia, lo que ,según él, las salvó de que les fuese impreso el sello del fanatismo de la Casa de Austria española, que Guatemala sí tuvo que soportar, por 10 que se hizo refractaria al progreso y el cambio social. Y hechas las anteriores explicaciones, volvamos a la Asamblea Nacional Constituyente, Apenas iniciadas sus labores. dos criterios, dos ten· dencias, que respondían a los intereses y opiniones de liberales y conservadores, y en cierto ángulo, desde luego, a los de guatemaltecos y provincianos, la divi· dieron en cuanto asunto importante se presentaba a estudio y solución, Sólo existió unidad de pareceres en los asuntos cecundarios y puramente formales; nun· ca en los fundamentales y menos que en ningún otro en el de la forma de constituir políticamente la na· ción.
Antes de referirnos con especialidad a este último asunto, vamos a llamar la atención sobre un hecho su· cedido mientras sesionaba la Asamblea, y que es bien sintomático de la progresiva desunión de 10 que había sido el Reino de Guatemala: la erección de cada anti– gua provincia en Estado, con la respecitva instalación de su gobiernos particulares, que en setiembre de 1824 ya habían todas llevado a cabo, con excepción de Nica– ragua en donde se desarrollaba una cruenta lucha ci– vil,
Esta forma de desunión de Centro América -01'·
ganización autónoma de cada sección-, por su carác– ter organizado y consciente, refleja un grado más evo· lucionado y más fuerte de localismo: aquel en que se ha vencido ya la etapa anárquica de lugareñismo mi– núsculo de la Colonia, al que, sin embargo, debía vol· ver nuevamente Centro América al frustrarse el plan político de la Federación.
y anotado este hecho, bien significativo por cier– to, hagamos un examen de la Constitución Política de Centro América, junto con algunos hechos históricos relacionados con ella y a los que se ha atribuido con frecuencia la culpa de la disolución,
SI bre la forma de constituir poHticamente la na rión, hbel'aJer¡ y ~('l'viles tuvi€Ton y ~ostuvjet'pn opu!'>:>– tas ideas: los pI'imeros propugnaban el régimen fede– ral; los segundos el centralista o unitario. Unos y otros sacaban conclusiones diferentes de una igual ob– servación de los hechos. Porque ni a unos ni a otros se les ocultaba la existencia de fuertes localismos na– cidos en un vasto territorio, escasamente poblado; pe-
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