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llegaron con toda felicidad a tierra firme en las cos– tas de Venezuela. Fueron alli bien recibidos de los indios, quienes les proporcionaron hospedaje, y les dieron de comer y regalaron con lo que tenían Para mejor ganarles para Dios aprendieron 'pron– to los Religiosos la lengua de los indios, a quienes comenzaron a evangelizar con no pequeño fruto. Pero aconteció que al poco tiempo negó a aquella costa un navío de españoles, atraídos por la fama que co– rría de que en aquella tierra abundaban las perlas. Fueron bien recibidos en atención a los Religiosos; mas correspondieron indignamente al recibimiento y buen trato que se les dió. Un día apresaron al Ca– cique y a su familia, a quienes habían llevado enga– ñados al navío, y elevando anclas se fueron con ellos.

Esto puso a lo~ dos Religiosos en el mayor de los apu– ros, pu~~ ~os mdios les h~cían cómplices- del hurto.

TranqU1l~zabales Fr.. FranclScO de Córdoba, ofrecien– do tra1?~Jar por su libertac,! y rescate, para cuyo efec– to envIo carl;as a la E~pa~ola. Mas, al cabo de cua– tro meses, Viendo los mdiosque su Cacique no vol– vía, determinaron vengarse en los Religiosos quitan– do la vida a Fr. Francisco de Córdoba un dí~ cuando se disponía para celebrar la santa Misa, y poco des– pués al Hermano Fr. Juan Garcés.

Así acabaron, pues, sus días estos dos Religiosos Dominicos, que so:p. los primeros que derramaron su sangre por la propagación de la Fe en tierras ameri– canas. Su martirio tuvo lugar el año 1516.

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PASAN A MEXICO LOS PRIMEROS HIJOS DE SANTO DOMINGO. - LES HOSPEDAN EN SU CON– VENTO SUS HERMANOS LOS RELIGIOSOS FRANCISCANOS. - BIOGRAFIA DEL VBLE p. FR. 'DO-

MINGO DE BETANZOS -

Fracasó la primera misión dominicana que llegó a tierra firme, como lo acabamos de ver en el capí– tulo anterior; pero el Señor en sus amorosos desig– nios acerca de los habitantes del Nuevo Mundo, con– servó encendido el~ego de la caridad apostólica en los Hijos de Santo Domingo que habían quedado en la Española.

Con motivo de haber legado otros ocho Religió– sos Dominicos a dicha Isla, al mando del P. Fr. To– más Ortiz, avivóse el deseo que todos sentían por la salvación de las almas. Venía Fr. Tomás Ortíz con la orden terminante de que, tomando otros cuatro Religiosos de los que en la Española estaban, conti– nuase su viaje a la Nueva España, como se llamó en un principio a México. Así lo hizo, en efecto. Fr. Tomás Ortiz, quien en compañía de otros once Reli–

giosos de su Orden llegó a la capital mexicana en 23 de Junio del año 1526, siendo aJí muy bien recibidos. Aposentáronlos con mucha caridad en su Conven– to los Religiosos de nuestro Padre San Francisco, quienes habían llegado a aquellas tierras dos años an– tes. Pero, fuese por el mal clima de la tierra, o por– que Dios así lo tenía dispuesto, es lo cierto que a poco de llegar enfermaron casi todos los Religiosos Dominicos, a consecuencia de lo cual murieron cinco de ellos, y fué tan grave la enfermedad de cuatro de los restantes, entre éstos el P. Fr. Tomás Ortiz, que si no se volvieran prontamente a España, hubieran también sinduda fallecido. Con esto quedaron en México tan sólo tres Dominicos; y como Superior de ellos. el santo y venerable Padre Fr. Domingo de Be– tanzos.

Al llegar aquí no podemos resistir el deseo de dar a conocer algo siquiera de la vida de este santo Re– ;J.igioso. Tal vez parecerá de momento una digresión; mas ella nos evitará el tener que repetir muchas otras cosas en el decurso de esta historia, ya que Fr. Do– mingo de Betanzos fué el hombre destinado por Dios para echar los fundamentos de la Orden Dominica– na, no sólo en México, sino que también en Centro América.

Nació Fr. Domingo de Betanzos, dice el P. Fray Alonso Fernández (1), que nos sirve de guía en lo que vamos narrando, en la nobilísima ciudad de León (Es– paña). Su nombre de bautismo fué Francisco, que cambió por el de Domingo al tiempo de profesar en la Orden de Predicadores.

Sus padres, que eran ricos y nobles, criáronle con gran cuidado. En su ciudad natal aprendió Fran– cisco las primeras letras, demostrando ya desde en– tonces tener muy buen talento, por lo que llegado a la edad competente enviáronle sus padres a estudiar a la Universidad de Salamanca. Dióse aquí al prin– cipio al estudio de la Retórica y Artes; mas luego

inclinóse a estudiar Derecho, en lo que aventajó tan– to que. en muy breve se hizo bachiller y se graduó ~

Licenciado; con lo que ganó nombre de docto y há~

bil entre sus condiscípulos y maestros.

Pero con todo esto, no eran las ciencias profanas lo que más atraía su corazón, sino la virtud Fre– cuentaba con devoción las iglesias, aborrecía las

amis~ades de gentes poco consideradas, y gustaba de tratar con personas virtuosas. Deparóle el Señor conforme se lo pedía, un buen compañero y amigo en

Pe~ro ~e Arconada¡ e~tl!-diante tambiéJ) de aquelia

UD1v~rslda~. Los eJerCicIos d~ ambos eran semejan– tes: .Juntos Iban a l!ls aulas y Juntos volvían; y juntos realIzaban una serIe de proezas, muy distintas por cierto de l~s de los estudiantes de nuestros días. A la vuelta de las clases, pasábanse por un hos– pital, donde daban de comer y servían a los pobres enfermos. Y cuando a algunos de éstos más necesi– tados encontrábanlos por la calle, con frecuencia lle– vábanlos a su posada y dábanles la comida para ellos preparada, contentándose para sí muchas veces con pan yagua. Todo esto, y más que aquí no referimos por no ser demasiado prolijos, hacíanlo los dos ami– gos con el mayor secreto y recato, sin descubrirlo a nadie, por el riesgo que suele haber en estas cosas si se exponen a la estimación y aplauso de los demás: Mas no fué posible que tales hechos se oculta–

s~n, antes llegaron pronto a hacerse públicos en la CIUdad; p,?r lo que temiendo Francisco algún peligro para su VIrtud, y en esto mostró la mucha razón que tenía, para evitarlo dijo un día a su amigo Arconada: "Lo poco que en servicio de Dios hacemos no se pue– de continuar sin peligro de que el viento de la va– nidad nos lleve el merecimiento. No me atrevo her– mano mío, a quedarme más aquí; lo que más me im– porta es la salvación de mi alma, r

tratar de ella don– de no haya tanto peligro... Qu'siera vivir vida so– litaria, donde desterrado entendIera la vileza de cuan– to los mundanos estiman. Quiero ponerme luego en camino, y buscar lugar a propósito para este inten– to. Yo iré sólo por ahora, y vos quedaréis en esta ciudad sin hacer mudanza de vida, ni tomar otro es– tado. Yo os prometo volver a ella con toda la bre– vedad posible en hallando el lugar que deseo, para que ambos pasemos la vida juntos en soledad, reti– rados de los peligros y ocasiones del mundo". Oído todo este discurso. Pedro de Arconada le respondió: "Lo que vos quisiéres, eso quiero y aprue– bo yo, aunque siento el apartarme de vos. Id en buena hora, hermano mío; el Angel del Señor os acompañe, os lleve y traiga con salud. Lo que os encargo mucho es que moderéis la penitencia, para que podáis hacer el viaje y volver, a fin de que jun– tos empleemos la vida en el servicio de Dios". (1) "Historia del Convento de S. Esteban de Salamanca". Lib. 1, Cap. XIX.

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