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« Previous Page Table of Contents Next Page »ver a celebrar el santo Sacrificio; el 3 de Octubre le fue dado el Santo Viático por manos del Iltrmo. Señor Arzobispo, asistiendo al acto mucho clero ::r
numerososwfieles; y desde ese día fue sintiéndose cada vez peor.
El día de los Finados :fue dolofosísimo para el pa ciente¡ la enfermedad revistió tales caracteres que los Religiosos que le asistan, suponiendo próximo el fa– tal desenlace, dispusieron lo necesario para celebrar la santa Misa al día siguiente en la habitación del enfermo, que tenía concedido privilegio pontificio pa– ra ello. Este dia, por gran favor que le hizo el Se- , ñor, amaneció más tranquilo, desde su mismo lecho pudo oír la misa, recibiendo por última vez durante ella a Jesús Sacramentado; poco después entró en dulce y apacible agonía.
. En aquellos tan tremendos momentos tuvo lugar . una conmovedora escena, que hizo derramar lágrí– mas a los que la presendaron. Dos ancianos venera– bles, ambos de más de setenta y cinco años, más car–
gado~ de virtudes y de méritos que de días, dieron lugar a ella: era uno nuestro moribundo enfermo; el oH:, o y bueno, que le leía la recomendación del aln~(~~'/ {Iltrmo, Sr. Arzobispo. Al terminar ésta, l'e mira';~~ ~'nbos, se reconoCen mutuamente, y a una voz diceü; Somos her1l1anos, hermanos en Religión, hermanos en el sacerdocio, hermanos en la Orden Dominicana. .. y tienden sus brazos en ademán 00 abrazarse, y de hecho se dan el tierno abrazo de des– pedida, hasta la eternidad. En <"fecto, al poco tiempo,
a, las doce horas y veinte minutos de aquel día, 3 de Noviembre de 1915, el nunca bien llorado P. Miguel Funes, entregó su alma justa en manos del Criador.
La noticia cundió rápidamente por toda la Ciudad; las campanas lanzaron al aire Su lúgubre sonido ... y
poco después por la Sala del Convento, convertida en capilla ardiente, fueron desfilando y orando ante el cadáver del P. FuneR, las Hermanas Terciarias y los Terciarios, los Cofr'ldes y Socios del Rosario y las personas más distinguidas de la Capital: el r~zo
del Rosario de María, ~antas veces por él practicado y recomendado, era lo único que en su derredor se escuchaba.
.En la mañana del siguiente día, 4 de Noviembre, fue llevado su cadáver a la iglesia, donde se cantó solemne Vigilia de Difuntos; y el Iltrmo. Sr. Arzo– bispo, para testimoniar una vez más su fraternal amor al P. Funes, celebró misa pontifical en sufra– gio de su alma, en presencia del clero, Seminario y gran concurso de fieles de todas las clases de la so– ciedad. En la tarde de, ese mismo día, después de re– correr con el cadáver el atrio y jardín de la iglesia del Rosario, fueron sepultados los venerandos restos enel presbiterio, frente a la Virgen del Rosario, cuyo Capellán había sido por espacio de cuarenta y cinco años, en cuyo tiempo no dejó de promover su culto, por lo que la Sma. Virgen quiso que ya muerto fue– se sepultado cerca de su Imagen.
Sobre su sepulcro se halla colocada una gran lá– pida de mármol: en la parte de arriba aparece la co– rona real de la Sma. Virgen, de esa corona pende un gran rosario de cuentas negras como engarzado en , 'blanca cadena de plata, las que rodean y encierran esta inscripción:
Rogad a Dios por el Sacerdote José Miguel Funes, Digno ministro de Jesucristo, Amante hijo de María Sma. del Rosario;
Ejemplo de virtudes sacerdotales
y bienhechor insigne de la Iglesia Salvadoreña. Nació el 29 de Setiembre de 1839, Murió en la paz del Señor el 3 de Noviembre de 1915
R. l. P.
Gratitud ciertamente debe la iglesia Salvadoreña al benemérito P. José Miguel Funes; puesto que en ella, a más de lo ya indí.cado, fue familiar del Ilustrí– simo Sr. Saldaña, amigo y consejero del Htrmo. Señor Cárcamo, al que ayudó mucho en la reconstrucción de la antigua iglesia Catedral y no menos en la edt" ficación de la nueva, y también en la compra de la "casa de madera" para Seminario, para el que al morir dejó su biblioteca particular; y más qué nada, por ser verdadera honra del sacerdocio, el que siem– pre supo desempeñar con la dignidad propia del mi– nistro de Jesucristo.
Gratitud le debe también la sociedad salvadoreña, a la que él procuró mantener siempre a la altura de la más sana moral cristiana. Pero, además de esto, entre otras obras de caridad y beneficencia, que se– ría largo enumerar, pues las hada todos los días ahí están en el jardín de la iglesia del Rosario esas' tres estatuas, la que representa al inmortal 'Cristóbal Co– lón, descubridor de América; la: del inolvidable Pro· tector de los indios, Fr. Bartolomé de las Casas; y,
por último, la del primer Obispo de San Salvador, JItrmo. Sr. D. Jorge Viteri y Ungo, de quien el P. Funes fue siempre admirador in<'ansable, y cuyos res– tos hizo traer a San Salvador, pronunciando can tal motivo una elocuente oración fúnebre el 16 de SeD-tiembre de 1913. - Y, en fin, así como él todo era de Dios y para Dios, quiso que también lo fueran todos sus bienes, 1'0nradamente adquiridos; y así dejó un legado para la construcción de un templo, dedicado a San Miguel Arcángel, que había de construirse al lado de la calle de Mejicanos, en el lugar por él señalado, el cual ha– bía:de ser, según el deseo del P. Funes, un centro de piedad, de cultura, de moralización y de positivo bien social. ¡Quiera Dios que esto llegue a ser un hecho, y qUt; se vean cumplidas las eSj)€ranzas del P. Funesr Pero, más. que nadie, deben gratitud al beneméri. to P. Miguel Funes los Religiosos Dominicos, la Or– den entera, ya que la restauración de la Orden en Centro América, especialmente en El Salvador, al P. Funes se debe. Impulsado por esta idea, procuró conservar todas nuestras cosas; de antemano preparó la Casa en que habían de habitar los Dominicos, construida bajo su dirección y con su dinero, sin que sea fácil reseñar otros muchos beneficios que nos pres– tó, puesto que a él debemos casi todo lo que ac– tualmente la iglesia del Rosario posee.
Yérguese altiva la portada de dicha iglesia, que ai P. Funes se debe; el pavimento de la misma, enla– drillado de cemento romano, el P Funes 10 mandó poner; tiene la iglesia 26 altares, en la mayor parte de los cuales reciben culto los Santos Dominicanos, gracias al P. Funes; adornan la iglesia muchas imáge– nes, que recrean la vista yalegra n el espíritu, fruto son de los ahorros del P. Funes, hermosean la nave central cuadros de exquisito gusto, representando los quince misterios del Rosario, él los costeó e hizo traer de Italia; hay otros cuadros, que son imágenes de Santos de la Orden,. él los compró; luce y engala– na la iglesia del Rosario. magnífico altar mayor, todo de mármol de Carrara, cuatro mil pesos y algo más invirtió el P. Funes para conseguirlo; existen varios vasos y ornamentos sagrados, gracias también al be– nemérito P. Funes, quien procuró conservar los an– tiguos y adquirió otros nuevos En una palabra, la iglesia del Rosario toda, lo mismo que su convento, todo habla, todo recuerda al inolvidable P . .Tasé Mi guel Funes; bendito sea.
El recuerdo que aqui del P. Funes hacemos sea como un tributo, pobre y humilde, pero cordial y sin– cero
I de gratitud, de cariño y de justicia, que quere– mos ' se perpetue en estas páginas, junto con las glo· rias de la Orden de Predi.cadores en Centro América.
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