Page 97 - RC_1968_06_N93

This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

Sin ninguna pedantería o afectación. confío en que estos comentarioS no serán considerados como fuera de lugar. Siempre he hablado libremente en favor de la estabilidad de la federación de la Repúbli. ca Central. y el público británico podrá juzgar por la anterior y sencilla exposición de los hechos. si he tenido o no motivos para hacedo así. No puedo prEtender decir lo que sucedió respecto de los sentimien. tos de Don Juan Ba:rrundia. el Jefe Político. después de que me despedí de él en aquella ocasión: pero es– toy tal vez autorizado para juzgar de este modo favorable el aspecto general de las cosas. Lo cierto es que el jefe manifestó los mejores deseos en favor de un acuerdo amistoso con el Gobierno británico y 10 hi–

%'O con mucha cortesía y amabilidad para mí. ÚDica .manera práctica que tenía de mostrar sus sentimien– :tos. Y por el tenor de la conversación que después tuve con el Presidente de III República. en que éste pareció sonreír ante la probabilidad de que entre ellos pudiese ocurrir algún acto abiertamente hostil, creí justo llegar a la conclusión de que la República de Guatemala se encontraba probablemente. en aquel en– tonces. en debido estado de que la Gran Bretaña reconociese inmediatamente su independencia.

CAPITULO 19

ALEGRES FIESTAS FAMILIARES

Al regresar para comer con doña Juanita encol! tré la casa llena de gente. Era tambiéh el día de su DataUcio. En la sala principal habían colocado una gran mesa y nos sentamos a ella más de treinta per– sonas. Resultó una de las mejores comidas españatas a que asistí en aquellos países. Presidía la mesa don J. Montúfa:r. Diputado por la Antigua al Congreso federal para quien llevaba yo cartas de presenta– ción. además de haberle conocido íntimamente en México. Se pronunciaron muchos brindis en honor de Su Majestad 'Británica y del pueblo inglés. COn tanto placer y regocijo que no juzgarlos sinceros equivaldría a ceer -y esto me resulta imposible- que los guatelmaltecos son los seres más falsos del mundo.

Después de comer. toda la concurrencia se fue a ver los festejos que se celebraban en la ciudad en honor del natalicio del Jefe Político. Grupos de veciuc;ls bailaban en la calle y en medio de las descargas de los fuegos artificiales se oía la voz metálica de la trompeta guerrera. que se mezclaba con el pacifico ta– ñido de la guitarra. Las iluminaciones contribuían a la brillantez del espectáculo: la noche estaba her· mosa y tranquila: no se sentía un soplo de aire: las corpulentas arboledas qUé rodeaban la romántica ciu– dad con sus valles de un verde sempiterno se veían tan inmóviles como las montañas en que crecen. La luna aparecía en el centro del dosel azul del cielo sin nubes. y los objetos alumbrados por ella DO pro· yectaban ninguna sombra perceptible: estaba suspendida en su cúpula aérea como una lámpara sinumbra

(1) sobre el teatro de los festejos. Yo me había separado de mis comp~eros para meditar sobre el bellí· simo espectáculo. El lejano murmullo de la vida hacía un extraño contraste con la calma solemne de las tumbas ignotas holladas por mí. Cada paso parecía ser una advertenci& de muerte: porque el suelo tenía ecos y el polvo estaba impregnado de los restos mortales de los que fueron sepultados en plena vida. Dos veces. en el término de medio siglo. los habitantes de aquel bellísimo y pavoroso lugar habían sido aplas– tados en medio de sus gaces. tronchados de sus tallos como flores. y. salvo sus parientes que aún vivían. na·

~e parecía recordar su infortuna.

De nuevo había entrado en la ciudad. La plaza estaba todavía atestada de los qU.e impulsados por la alegria. la indolencia o la curiosidad habían venido a ,presenciar los festejos. Los fuegos artificiales no estaban agotados. los faroles brillaban aún y la muchedumbre era todavía compacta. Dos de los cos– tados opuestos de la plaza estaban ocupados. el uno por las casas consistoriales y las oficinas públicas. y el otro por una iglesia: los dos restantes por almacE nes de comercio y tiendas de víveres. formando el eonjunto un resumen de la Iglesia. el Estado. el cOmereio y la agricultura. Al propio tiempo que estos floreeientes economistas políticos dicen que el pue blo ha de ser feliz. y aún euando no lo digan. resulta que lo es algunas veces sin ellos. Las gentes reunidas en aquella ocasión parecían estaT tan alegres y despreocupadas como si nunca hubiesen meditado sobre tales asuntos. Las transiciones de la inquietud a la frivolidad. de la zozobra a la indifereneia son tan rápidas e imperceptibles. especialmente en el V\tIgo. que todo gobierno tiene la obligación de haeer lo po .ible' porque el público se divierta. Los privilegios para el establecimiento de las ferias en Inglaterra tu vieron esto como principal objeto: y el mantenimien– to de derechos semejantes en favor de las clases hajas en las Repúblicas de la América del Sur. es quizás una de las principales causas de que hayan permanecido fieles a todas las dinastías a las cuales han es– tado sujetas.

Cuando iba pasando por la larga calle que eondu cía a la casa de doña Juanita. encontré una música compuesta de tres guitarras. un violín y un contrabajo. Como el baile de la plaza se estaba enfriando an– daba en busca de alguna reunión particular donde pu diera emplearse. Al enirar por el zaguán del patio iropecé con un carruaje. No tenia caballos y era el IÍnico que había. no sólo en mi camino. sino también en toda la ciudad. según creo. ¿Por qué estaba allí'l No lo sé. Era muy ancho, muy grande y ocupaba'

(1) En latín en el texto.

49

Page 97 - RC_1968_06_N93

This is a SEO version of RC_1968_06_N93. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »