Page 126 - RC_1968_06_N93

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quilamente a sus quehaceres o a sus camarotes. Al observarlos, dije para mis adentros: "Estos chicos tienen que ser marineros ingleses y no cabe duda de que pelearán; porque, como todos saben, el perro dogo muerde, pero rara vez ladra".

En el timón estaba un irlandés, marinero inteligente y activo, con el cual solía yo conve:rsar duran– te las fastidiosas noches de luna, tendido en un banco, a un lado de la bitácora. Los mal'ineros lo lla· maban el niño mimado del Capitán considerándolo como a su pah'ón, pero yo le decía Pat. Era el mejor marino (lel bergantín y con su don de mando y su talento vivaz ejercía gran influencia en la gente del castillo de proa, Uno de los tripulantes, hombre de pequeña estatura y mutilado, que se había eng'an– chado tan sólo para regresar a su casa en Inglaterra y estaba siempre en el 1'01 de los enfermos, nó obstante que no teníamos Médico a bordo, había asumido una actitud sediciosa y el Capitán me rogó que areglase el asunto por medio del Pat. Este 10 manejó como un estadista; porque a la vez que pudo l'es– tablecerse la unión, relevó a la parte más débil de todo castigo e incapacidad, lo cual era tanto de de. sear para nuestro resg'ual'do, a causa del Estado poco satisfactorio de nuestros l'eCUI'SOS físicos.

En lo sucesivo tuvimos a menudo la ocasión (le ver, cuando se pasaba l'evista a toda la tripula– ción, que los esfuel'zos del mutilado eran muy útiles, así como de notar, para su mejor reputación, que nunca más volvió a dar la menor señal de desobediencia.

Para celebrar nuestra incI'uenta victoria se obsequiaron algunos fuertes grogs a la tripulación, que Pat distribuyó en el banco que había detrás de la caña del timón, con especial permiso del Capi– tán, porque todas las velas estaban desplegadas y navegábamos sin ningún tropiezo. Entre tanto gober· naba el barco el protegido de Pat, un marinerito que vino en busca del asiento de la botella y luego se fue alegremente a reasumir su tarea.

No salimos del golfo hasta el 31, diez y seis días después de nuestro embarque de Belice. Durante catorce habíamos estado constantemente expuestos a uu ataque de los piratas. lLas pl'Íncipales guaridas de estos malandrines están en la isla de Pinos, al Suroeste de Cuba, a lo largo de toda la costa de Yuca· tán y en ambas mál'genes de todo el golfo de Florida. Los esfuerzos que hacen los norteamericanos pa· ra exterminarlos no se pueden encomia¡' 10 bastante. Han logrado hacer mucho pOI' medio de vapo¡'ci· tos de guerra que les han pe¡'mitido seguirlos en las estrechas caletas donde se refugian y acabar con ello·s. La única parte en que también encuentran albergue seguro es la isla de Puerto Rico, y desde és– ta y los puntos atnes mencionados, hacen constantes correrías por Belice y la 'Costa de Mosquitos. Te– níamos noticia de que a principios del año, de setenta a ochenta habían sido ahorcados en Jamaica; pero por muy laudables que sean los esfuerzos de los barcos de Su Majestad en el empeño de supri– mirlos, aún queda mucho por hacer. lLos españoles son los únicos que los consienten y asilan en su te· l'l'itol'io, En la bahía de Matanzas al lEste de lLa Habana, y en otras partes de los dominios españoles, es público y notorio que las autoridades están confabulados con los piratas y comparten sus nefandas ganancias.

lEl I~ de septiembre habíamos hecho la quinta pai'te de la travesía, según la estima, y los marine– ros mumuraban por la escasez de víveres y el agotamiento total del licor. Yo les había dado la última botena el 19 del mes y compartido con ellos mis provisiones, de las cuales qu.edaban a la sazón dos ca· bros y un cerdo: ya habíamos matado otro puerco y dos más fueron banidos por las olas en la tempes· tad del cayo de Ambar Gris. Sin embargo, mi satisfacción, al verme fuera del alcance de las garras de los pi.ratas, hacía que estas dificultades fueran para mí de poca monta. El 14 encontramos y aborda– mos el lV!ary and Jane of Costime, de Boston, y le compramos carne y galleta por valor de unas cinco o seis libras esterlinas, que nos costó hacer aceptar al patrón. Este se llamaba Usher Dyer y se dirigía a la Martinica con provisiones; pero infortunadamente no le sobraba una gota de licor.

19, - Estábamos a los 39l.l y 52' de latitud y los Ml.l y 5S' de longitud. Soplaba un viento fuel'te y

en toda mi coda experiencia náutica no había visto nunca el mal' tan alborotado. El siguiente día fue tranquilo y al otro nos azotó un hUl'acán durante el cual vimos un bergantín que iba para Terranova; estaba al habla, pero era inútil intentar comunicarse con él. Hasta el 26 habíamos visto tres berganti– nes y una goleta y en esta fecha, con un viento de nueve nudos, pasamos tan cerca de un barco que pu– dimos leer su nombre, pero sin ponernos al habla con él. Al siguiente día hablamos con el Packet, de Nueva YorIc, que venía de Jamaica. Había perdido el palo de mesana en un temporal al 10, y nos in– formó de que dos buques que se dirgían a lLiverpool habían sido saqueados por los piratas en el golfo. Hacia las doce del día 5 estábamos a unas tres leguas al Sur de ScilIy, y después de haber tenido al siguiente dia, frente a la costa de SOl'nwall, la mayor tempestad de nuestro viaje, llegando a punto de naufl'agar en el faro, navegamos felizmente por el canal y desembarqué en Deal, a las 7 de la noche del 8, llegando a Londres el 9, día en que se cumplían dos años de haber salido yo de la metrópoli para (lesempeñar las respectivas comisiones en México y Guatemala.

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