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« Previous Page Table of Contents Next Page »dos odios de los enemigos sistemáticos y servir, en la medida de mis posibilidades, de escudo y defensa a esa gran agrupación a la que Nicaragua debe su presente y deberá su futura felicidad como nación.
ESCUELA
Se ha dicho, con mucha propiedad, que la escuela es el nido donde aletea el alma sagrada de la Patria, y allí es efectivamente donde toman forma concreta todos aque– llos anhelos e ideas, sentimientos, creencias e inspiracio– nes que en dilatadas ondas se extienden suavemente por todo el organismo social y que cual mensajeros alados del pensamiento tramontan las inescrutables cimas del tiempo
y del espacio para modelar las generaciones de lo por– venir. De la escuela, y únicamente de la escuela, habrán de salir, por ley ineludible, los hombres que, más o me– nos tarde, han de dirigir los destinos de la patria y de encaminar a la sociedad a la consecución de sus altos fines, bien sea en las letras, en las armas, en el comercio, en la política o en el gobierno. No hay modo de que se forme en otro lugar que en la escuela. Nadie que no pase por ella podrá llevarse sobre el nivel común de sus conciudadanos y llegar a alcanzar las altas cimas socia– les, y ya véis la importancia que tiene, para la concerta– da marcha y el porvenir de la República, que, con una sólida y bien dirigida educación cívica, fortifiquéis vues– tros sentimientos nacionales y os preparéis desde vuestra niñez para las grandt}s funciones del Estado, porque, co– mo ha dicho un presidente de los Estados Unidos, en una alocución dirigida a las escuelas de Washington, es de estos centros de cultura de donde habrán de salir, en to– das estas grandes democracias con que Dios ha bendeci– do a la América, los candidatos a la Presidencia de la República, y también, las candidatas a esposas de los grandes servidores del país.
GUERRA NACIONAL
No debía ser extraño que aquí en donde las pasio– nes personales se encubren con frecuencia con el mentido disfraz de los colores políticos y donde la aversión seda– ria tiene siempre listos el anapelo y la cicuta del odio y de la persecución, que no el dictamo y la panacea del afecto y del reconocimiento, para los verdaderos servi– dores de la Patria; no debía ser extraño, repito, que la injusticia y la mala voluntad hayan procurado desvirtuar el carácter puramente nacional de aquellos movimientos contra los filibusteros y que hayan llegado hasta mote– jar de balandronada sin consecuencia, ni valor alguno, el reto de muerte que el Prefecto de Masaya, don Pedro Joaquín Chamorro, lanzara, en aquellas circunstancias, contra la execrable dominación de Walker, exitando el patriotismo de las otras repúblicas del Istmo para que se apresuraran a salvar la Patria Centroamericana, y ofren– dando, si fuere necesario para el logro de tan noble ob– jeto, la sangre misma de su familia, que se hallaba en poder del filibusterismo; a pesar de que esa promesa de redención tuvo su cumplimiento exacto en el memorable levantamiento de los departamentos de Chontales y Ma– tagalpa, llevando a cabo poco tiempo después, con sus
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propios recursos, por el mismo autor de la proclama, le– vantamiento que preparó y determinó las dos más her– mosas jornadas que registra nuestra historia; San Jacinto
y Jocote, y la heroica actitud de Granada que, si sucum– bió momentáneamente a los embates del filibusterismo esclavista, cayó, no como caen los pueblos corrompidos, a pedazos, como cayó la antigua Roma, sino como se precipitan los pueblos libres, en un día de batalla y entre los resplandores de un inmenso incendio.
Tampoco debe extrañarnos que esa misma injusticia y mala voluntad hayan tratado de deslustrar el más glo– rioso hecho de armas de nuestros anales, reduciéndolo a las mezquinas proporciones de una pequeña escaramuza entre dos escoltas, y sin importancia ni trascendencia al– guna histórica. Pero la me~oria del héroe de San Ja– cinto debía ser noblemente exaltada por la pluma im– parcial de un extranjero, el notable escritor francés Re– c1us, quien, en un momento de alta justicia, y con la gran autoridad de su nombre, ha proclamado en tono solem– ne para que todos le oigan urbi et orbi, que la acción de San Jacinto, es la primera batalla librada en América por la libertad de los esclavos. Y ver cómo la noble figura de este conterráneo nuestro, de este modesto hijo del pueblo de Nandaime, salido de las más humildes filas de la democracia nicaragüense, crece y se agranda, por decir así, al reflector de la crítica histórica y llega a ad– quirir las gigantescas proporciones de compañero y aun de precursor, en nuest!a pequeña República de América, de Lincoln, del gran Lincoln, el manumisor de esclavos, de quien, con su incomparable elocuencia, dijo Emilio Caste– lar que parecía haber venido al mundo para realizar las promesas 'todas del Evangelio.
MORAL RELIGIOSA
Es imposible concebir en ninguna forma la Escuela, si no está basada en la moral religiosa, Un gran pensa– dor francés dijo hace algunos lustros que la reserva re– ligiosa de la humanidad está en la mujer. Con ser y todo muy autorizado, se equivocó de lleno y el mundo lo h~
comprendido así, cuando ha visto desfilar uno a uno a todos los grandes ingenios, a los mejores escritores y peno sadores franceses, hacia la Iglesia Católica. La verdader.. reserva religiosa de la humanidad está en el intelectualis– mo.
RESPONSABILIDAD
Con alguna frecuencia vemos a ciertos jóvenes Inte– ligentes e ilustrados, quedarse como estáticos, paralizados, en lamentable estado de pusilanimidad, ante la vocingle– ría de ignorantes e insensatos, y sin la necesaria energía para exteriorizar sentimientos e ideas que están profun– damente arraigados en sus almas.
Un principio que deba servir de divisa las escuelas, contenido en estas palabras: "Seamos lo que somos", ten–
~amos el valor de nuestras opiniones; si somos creyentes, declarémonos como tales, públicamente, sin desmayos ni vacilaciones. No olvidemos que el carácter es la primera ,>ndici6n de todo hombre que piensa y que siente.
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