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NUESTRA POBRE BIBLlOGRAFIA
CENTROAMERICANA
Desde 105 Inctllculables esfuerzos del bibliófilo chileno don José Toribio Medina, autor de la vasta y fundamental obra La Imprenta en Guatemala, no se ha producido en Centroamérica una vocación que lo iguale y mucho menos que lo supere. En realidad han sido muy escasas las personas que en el istmo se han dedicado, con verdadera pasión, a la ciencia bibliográfica. Este campo ha sido dominado, como la mayor parte de nuestras obras de in– vestigación, por extranjeros Basta recordar la cantidad de viajeros, diplomá– ticos y estudiosos franceses, ingleses, alemanes holandeses y norteamericanos que en el siglo pasado dedicaron todas sus energías al esclarecimiento de nuestro pasado. Los nombres de Brasseur de Bourbourg, Brinton, Sapper, Hum– boldt, Squier, Wells, entre otros muchos, son inolvidables para todos los inves– tigadores centroamericanos. Es tal el aporte de estos señores que siempre se hace necesario tomarlos en cuenta cuando realizamos cualquier trabajo de carácter histórico, geográfico o científico.
En Nicaragua es un viajero francés, como era lógico. quien ha tratado con mayor efectividad formar una Biblioteca de autore~ y temas relaciona– dos directa e indirectamente con nuestro país. Todavía, vale señalarlo, no ha sido superado en esa ímproba tarea. Y lo peor del caso es que fue realizado de 1871 a 1873. El catálogo que Pablo Levy inserta al final de su obra Notas Geográficas y Económicas sobre la República de Nicaragua, en efecto, continúa siendo la posible base de donde debe partirse para construir la bibliografía nacional.
Si en el pasado la ciencia bibliográfica centroamericana, iniciada por el meritorio catálogo de José Beristain y Souzo, titulado Biblioteca Hispanoame– ricana Setentrional, era bastante apreciable, hoy no puede decirse lo mismo. No tenemos siquiera una revista bibliográfica de carácter informativo que rin– da cuenta de lo que publica, cada mes o cada año, en nuestros países. No existe tampoco entre nosotros un mercado de libros de que pueda llamarse centroamericano.
En este sentido estamos aislados, o por lo menos aquí en Nicaragua nos sentimos más cerca de México y Argentina que de Costa Rica o Guatemala, pese a las publicaciones excelentes del Departamento Editorial y de Producción de Material Didáctico "José Pineda Ibarra" del Ministerio de Educación Públi–
":(1 de ese país a cargo de Miguel Castro Aristondo. Salvo algunas publica– ciones universitarias, nuestro órgaoo es el único que circula por todo el ámbito centroamericano. A pesar de la cercanía geográfica y de haber constituido históricClmente un solo bloque político, estamos muy lejos, tal como se ven las COSClS, de integrClrnos culturalmente.
Conscientes de estCl realidad, iniciamos con este número una sección bi– bliográfica, que debería lIamClrse reseña y crítica de libros, encargada de co– mentar todos Clquellos libros que nos sean remitidos. No preferiremos ningún género ni ninguna tendencia. Una nota, junto con el prólogo y el prefacio, sobre el libro de las De las Sucesiones Intestadas del jurista nicaragüense Joa– quín Cuadra Zavala y un breve muestrario de las obras del escritor guatemal– teco M~muel Coronado Aguilar, es lo que publicClmos esta vez.
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