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Representadon de Don Manuel Cayetano Vidaurre, Oidor Decano de la AudienCia de Lima, a Fernando VII. en 1817, sobre los negocios de América.
SENORi
Desde Enero de 1812, en muchas representaciones dirigidas a V M Y al Gobierno Español por su ausen– cia, manifesté que los negocios de la América, dignos de atenderse por su entidad y resultados, no se dirigian según aquellos principios únicos y propios pala adquirir la sujeción y tranquilidad. Por desgracia tengo enten– dido, que mis papeles han pasado a la cámara, como
documentos de pretensión, cuando mis ascensos me in– telesan y ocupan muy poco. Nada es el hombre de bien para sí mismo, cuando se trata de la salud del estado, y de los peligros dé la patria. ¿Qué importa una uistinción, un grado, una gerarquía individual, res– pecto de grandes reinos que se desolan, de millones de hombres que se asesinan entre sí, qe provincias que quedan destruidas y desoladas? Maldito sea el infernal egoismo, que todo lo sacrifica, y que hacé no se hable a los Reyes, sino con el designio de adquirir gracias y rentus No es digno de escribir el que lo hace por mi– lOS personales Nada quiero ser,
I enuncio lo poco que soy, deseo que mis papeles se examinen, se pesen, se mediten como dirigidos a materias públicas, y al sostén del Gobierno Español en las Américas.
Un error político, que nota muy bien el Secretario de Florencia, es la fuente de nuestros desosttes y des– gracias Dice que los hombres y los gobiernos diFícil– mente I enuncian aquellas sendas por donde prospera– Ion, y consiguieron sus designios en otras ocasiones No saben acomodarse a las circunstancias, ni advierten que la variedad de los tiempos, la ilustraci6n de los pueblos, el conocimiento de sus fuerzas, sus nuevas relaciones les constituyen en una posición muy diferente, de aque– lla en que se hallaban en anteriores siglos los Reyes Cat6licos, y el Señor Carlos 59 dominaron con cuatro Españoles mas Reinos, que los que gozo Augusto cuando la paz universal, y Alexandro cuando lloraba por con– quistO! los planetas Con las armas se adquirió la po– sesión, y se quiere que solo ellas decidan de su eterna permanencia. ¡Política destructora, que obra por egem– plos mal acomodados, y en la que no se percibe, que no es hoy el Americano, lo que era en tiempo de Huay– nacapac y MocteJ:uma No es el Indio tímido, ignoran– te, supersticioso, al que hoy se va a suietar No es aquel, que creía al homble y al caballo un solo sugeto, rayo al arcabúz, y al artillero el árbitro del trueno. No es al imbécil, que oponia una mal dirigida flecha a la lanza, a la espada, yola bala El Americano de hoy, es el Español mismo; sabe que si sus fuerzas naturales son algo menores que las del Europeo, las armaS de fuego igualan la robustez, y la debilidad, cuando no es esta absoluta, Tiene artillería la mas excelente, y pue– de fundir cuanta quiera en pocos meses Sus cañones son tan buenos, o mejores, que los de Europa Ya se hacen fusiles, se funden los morteros en regla, y sus excelentes maderas dan cureñas cuasi incorrumptibles Enseñan los emigrados de Europa la táctica antigua y moderna Corren las obras militares que todos los Rei– nos; y se estudia en ellas con continuada aplicación. Son las tropas de línea de Buenos Ayres capaces de
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entrar en competencia con las que vencieron en Auster–
!itz Decía muy bien Chatan en Inglaterra: en el mo– mento que el Americano sepa formar un clavo, las Amé– ricas son pérdidas para nosotros. Así debía raciocinar, siguiendo los principios de los defensores de la guerra No es posible que la Europa domine en la América, si se quiere usar de la fuerza, en el momento que ella se penetre de lo que pued y val. Es muy fácil dominarla, si se le dirige y gobierna, de modo que halle su mayor facilidad en la administración europea. Este ha sido mi sistema. En cada momento hallo nuevas pruebas de una verdad, que por desgracia solo se ha ocultado
el V M. En la reciente pérdida del Reino de Chile, te– nemos un dato de cuanto anteriormente tengo expuesto Fue reconquistado por el Brigadier Osario le sucedió en el mundo, por disposición de V. M. el General Marcó del Pont, hombre afeminado, cobarde, sensual, y por consiguiente tímido, desconfiado e injusto, sacado en el molde de los Tiberios: fue por nuestra desgracia elegido Gefe de un pueblo limítrofe de Buenos Ayres, y que tiene con aquellas plazas las mejores relaciones políti– cas y mercantiles Su población de sesenta mil almas, la robustez igual, o superior a la europea, la abundan– cia del pan, y los ganados, la cantidad inmensa de co– bres para buena artillería, y las ricas minas de oro y
plata fáciles de trabajarse, todo le convidaba a sacudir un yugo, que parecía insoportable a los ojos mismos de los mas declarados partidarios de los derechos del trono Yo acompaño las gazetas en que se refieren sus atrocidades, y ese bando dictado por la tiranía, el furor, y la torpeza Renovados los tiempos de Silo, y de los tiranos de Roma, de Enrique 3 9 de Francia, y el 8 9 de Inglaterra; las mas ligeras sospechas, las mas viles de– laciones, los testimonios menos dignos de fe, eran bas– tantes pala perder las propiedades, y las vidas No el honor, porque ninguna persona sensata tendrá por infa– me una víctima sacrificada por el horrible despotismo Si amado Soberano: se vió en Chile obligado un padre a concun ir al cadalso, cuasi en la clase de verdugo, ti– rando los pies del hijo que pendía de la horca ¿Y como reciben los pueblos estos castigos? Aborreciendo al que los impone, y al Gobierno que consiente fieras tan in– humanas; deseando y jurando la venganza, protestan– do una división eterna, e irreconciliable con sus opreso– res Marcó hubiera querido, que el pueblo de Chile so– lo tuviese una cabeza para derribarla sobre el seguro de su tímida espada. Ya no había cárceles, conventos, ni presidías donde conducir los proscriptos, y desterra– dos Ya no había bienes, que alcanzasen a las confis– caciones Ya no había seguridad, ní en la lealtad mis– ma, ni en el testimonio de la mas iusta conciencia. ¿A quien le podía faltar enemigo, que entrase al pelfuma. do gabinete de este hombre cruelísimo? la sola acu– saci6n sin examen, era suficiente para la sentencia y la execuci6n, desobedeciendo abiertamente a V. M., persi– guiendo a los mismos que ya había perdonado, o no cump(iendo fas indultos, que la piedad de un Rey tan humano había concedido Una de las reglas mas sabias de política, es no castigar de modo, que se contemple, que él que lo hace, se saborea en el castigo, ni hacer los suplicios tan fr"ecuentes que conduzcan al pueblo a la desesperación. Son precisos los cadalsos, a las veces los suplicios, y escarmientos terribles; pero estos medios son como el uso del soliman en algunas cedicinas Se toma una vez, y se procuran inmediatamente refrigeran– tes Pueden en un día ser arcabuceados cien hombres,
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