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que no puede conocer sin visitarlos, sin examinar sus monumentos, sin estudiar sus lenguas, sin imponerse en sus tradiciones, y en fin, sin saber )0 que eran los geroglíficos megicanos, y los quipos del Perú

Para hacel ver su error a Muñoz, le dta luego lo que Tulio, Diódoro y Patricio refieren de los hombres del mundo antiguo, que llegaron a estar tan embruteci" dos, que diferenciaban muy poco de los cuadrúpedos, y que algunos habia de menos ingenio que los elefan– tes Le recuelda lo que San Ge/ónimo dijo de los Medos, de los Etiopes y de los Orientales, que hacia n con sus madres, abuelas, hijas, y sobrinos, lo que no se vi6 hacer entre tales personas en ningun pueblo americano¡ y menos se. vió Jo que San Justino dice de estas nacio– nes del antiguo continente, donde los hijos trataron a sus padres del mismo modo que a sus enemigos le cita tambien lo que dice Muriel en sus rudimentos del derecho natural y de gentes, que se advierte mas debi– litado el derecho de la naturaleza entre los literatos de esta parte del mundo, que entre los Americanos, y que estos tenian mucho mejores ideas de la ley natural que los celebrados habitantes de Atenas

En apoyo de esta opinion cita Iturri lo que se lee en Ciceron y Salustio sobre la brutalidad de los vicios que e\On mas comunes en Atenas y Roma, c¡ue no solo eran generales entre la muchedumbre, sino que se co–

metian descaradamente por las personas mas elevadas es dignidad y poder. Pudo tambien agregar el testi– timonio de Tácito, que nos demuestra bien el olvido, o el desprecio en que llegaron a verse en la capital del mundo la honestidad, el pudor, y todos [os sentimientos de decenda, que parece nacen con el hombre sodal. Sobre la desnudez, que Muñoz no perdona a los Americemos, Iturri le recue/da, que el mismo Ciceron describió el vestido de los sabios de la India de un modo, que no hacia ventaja al de los Caribes, así como las mas licas galas de los magnates Suevos eran los cueros al pelo, que jamas sil vieron de abrigo a los Americanos, porque les hubiera horrorizado la idea de cubrirse con la misma piel que antes envolvia la carne de un irra– dional En conclusion, le hace presente el erudito Ame· ricano al olgu[loso Español, que si los Megicanos an– daban medio vestidos, sus ropas eran las mas primoro– sas del mundo, como lo testificaron Cortes, y los demos escritOles de la conquista de aquel imperio Yo le hubiera dicho al Señor Muñoz, que un Griego y un Ro– mano jamas tuvieron en sus dios de gloria mejores zapatos, medias, calzones, chalecos, casalas, corbatas, ni bolsas de peluca, que las que usaban los Megicailos

y Peruanos, cuando fueron descubiertos por los Españo– les. El vestido de aquellos Americanos era aun mas complicado, que el que adorna las estatuas de los héroes de Grecia y Roma

En cuanto a la idolatría de nuestros Indios, dice lturri, que por mas id61atras que fas supongamos, nun– ca los haremos llegar al grado a que llegaron los pue– blos del antiguo mundo, que adoraron a la misma obsce– nidad yola misma inmundicia, como lo acreditan sus dioses Priapo, aca, 5ubigo, y Cloacina Nosotros pode– mos agregar al catálogo de las deidades impuras de [os padres de nuestros censores, a Venus, a Baca, a Mercu– rio, u Pan, y a otros mil dioses como estos Tambien Podemos decir, que ni los Griegos, ni los Romanos tuvie– ron una deidad tan noble, tan grandiosa, tan sublime,

t~n pura, ni tan justa, como Pachacamac, y Vitziliputzli, Siendo adorado bc(¡o estos nombres, en el Perú y en Mé-

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gico, el eterno hacedor del universo, prinCipiO de todo bien, y enemigo de todo mal. Pero Jos Españoles, tan malos críticos, como buenos calumniadores, quisieron hacer ídolos las imágenes del Ser Supremo, sin conside– rar, que no es menos digna de representar a Dios la estatua de un hombre, que la figura de un cuadrúpedo como el cordero, o de un ave como la paloma; y que si nosotros por las imágenes solamente llamamos idóla– tras a los Indios, ellos por las figuras de animales, que veian en nuestros altares, tenien mayor motivo de equi– vocarse en nuestra creencia.

Sobre la religion de los Prusianos, ascendientes del Señor Paw, cita Iturri una memol ia escrita y leida por otro célebre Prusiano, Académico de Berlin, en que, refi– riéndose a Tácito, dice lo siguiente: Los Prusianos tenian ciertos caballos bkmcc>s, que crejan instruidos en los misterios de los Dioses, y alimentaban un cabtlllo negro, al tual consultaban como intérprete de la Diosa 'frigia. He aquí un clero digno de aquella nacion, que segun su historiador Juan Lean, era llamada de los Brutos por el talento que mostraban sus habitantes, corrompiéndose des pues el nombre de Brutos en el de Prutos, y ultima– mente en el de Prusos ¿Supo acaso Paw, ni Muñoz, que hubiese un clero, como el de Prusia, en el nuevo mundo, para tener motivo de decir, que la especie hu– mana estaba allí tan degradada, como estuvo anterior– menle en el viejo continente? ¿Y son los escritos de estos sabios europeos, que escriben lo primero que les ocurre, los que pueden haber comunicado las luces convenientes sobre el estado comparativo de la cultura del nuevo mundo?

Omito otras muchas citos, que troe Iturri para plO– bar, con el testimonio de [os mejores historiadores, que entre los pueblos que actualmente componen la mayor parte de este mundo antiguo, hay costumbres, que distan mas eJe la dignidad del hombre, que las peores que se encontrOlon entre los menos cultos, o mas bárbaros de los Americanos 8ero copiaré la conclusion de lo carta critica de esfe erudito paisano mio, para ue se vea en sus mismas expresiones, cual es el mérito que presentan la historia y [os monumentos americanos, pOlo formar un juicio imparcial de la cultura de aquellos hombres. "La América, Señor mio, como el viejo mundo, "tiene y tendrá naciones bárbaras, barbarísimas y bestia" "les, que forman el 01 igen de los pueblos mas cultos "Quien sabe la historia de los Griegos, y de los Roma– "nos, a pocos pasos da con los Pelasgos y Aborígenes, "cuya estupidez y embrutecimiento no tiene copia en "el nuevo mundo Basta una noticia supelficial de las "historias griegas y romanas, para observar los origina– "les mas acabados de la barbarie la América es "colonia del viejo mundo tgnora V. sus fundadores; "pero los cree los mas rústicos e ignorantes de todo el "género humano No determina V el grado de rus– "ticidad e ignorancia, como lo pedia la crítica, para "resolver en tono de oráculo, que ningunos hombres "del viejo mundo han llegado al extremo de la barbarie "americana. Sin fijar este punto, habla V. de memo– "ria, y merece tanto crédito, como cuando despacha por "americanas las razas, que habian llevado del viejo "mundo los Europeos y los Africanos"

"Los Peruanos y Megicanos, precindiendo de otras "repúblicas, habian fundado dos grandes imperios, dila– "todos con conquistas militares, y tan humanas las del "Perú, que no tienen copia, ni original en el viejo "mundo la sobelOnía tan respetada en sí misma, y en

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