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« Previous Page Table of Contents Next Page »llar la galería de un sillón ministerial. si mal lIO re– cuerdo, en la segunda administración de Mr, Cleve. land,
De gente más alegre, dada al chungue y a la gua– sa, se componía uno de los círculos más lejanos. _Cuadrillas! Quiál Q¡uédese eso para los viejos. A mi denme jarana en el cuerpo con una morondanga de órdago, o con un zapateado de olé~
--Miren a los descarados gringos que no paran ni cejan en su interminable jaleo a distancia) que ni pa– ra cosa tan sabida les dio Dios gracia, Y el panarra del yankee que anda por ahí de chompipón, observándolo todo sin decir oxte ni moxte, menos aquello que más debiera despabilarle.
--<Hombre, y aquella comadre me la han dejado en estaca? La pobre, ya se ve. con andar a la greña con el buen ver Y con clel'ta ligereza de plantas, se está ahí tan impasible y resignada como si ofl'eclesc sus mal'tirios al cielo. Bella ocasión para ver de dar prin– cipio a las Obl'as meritorias. Vé túl
-Por mi que se queden, así pendiera de ello mi salvación. Quien las manda!
Volví la mirada hacia el opuesto cOrl'edor, y ví en efecto, no sólo a la persona aludida sino a muchas o. tras señoras y señoritas que permanecían como aisla· das y desamparadas en sus asientos sin tomar al pare. cel', otra participación en los festejos de la noche. Resueltamente march¿ a hacer compañía a una señora de aspecto venerable que empezaba a fastidiarse de su misión· de chaperón, y a quien había conocido muy li–
geramente días atrás.
-No balla Ud. lt'lr. Hamuton?
-Es un placer, señora, qne corresponde con pre. ferencia a la gente joven.
-Su hija de Ud. celebrará sus nupcias entre nos– otros? He oído asegurar que se casa con su recién lle. gado compatriota.
_Son amigos, señora, desde hace muchos años, amigos en la acepción para ustedes quizá desconocida Mr. Carliste es además casado, Mildred es tan dueña l'acionalmente de sus actos como yo mismo, ajustados) desde luego a los principios, costumbres e Ideales de cada personalidad, siendo aquellos la emanación de la voluntad, o del deber, en estricta consonancia con es– tos principios, desarrollándose así en cada persona la conciencia de la responsabilidad y de la propia dig nldad Individual, as( como la elevación y fortaleza del carácter, de tan asombrosas energías latentes ep la
mu~er. Puede ella, por tanto, no solo permitirse la freo cnencia deseable de comunicación con sus amigos, sin qne ello sea objeto de absurdas tiranías V censuras, como pudiera hoy anticipárseme verbl·gracia a Grana– da, en compañía de tan perfecto caballero con las pro· pias segul'idades y atenciones que si viajara conmigo mismo,
Distinguimos allá dos sentimientos semejantes en apariencia, y bien distintos en el fondo: la amistad. y el amor. La amistad, en su verdadero y más alto sen. tido, como la noble y tranquila aspiración hacia el bien, y más aún, hacia la perfeccíón; como un dulce y consolador estimulo Impeliéndonos confiada y con– tinuamente hacia el mejoramiento y bienestar al tra.
vés de las asperezas de la vida; como un aliciente fe. liz e ideal para el espíritu en su abstracción de mez– quinas materialidades; como un grato, a veces como pasivo, mlÍs siempre leal y abnegado sentimiento ele– vando el corazón, dignificando el carácter contribuyen. do a la felicidad, y ligando con los más puros afec. tos, afectos fraternales, si queréis, los miembros afi– nes de las cultas sociedades, en su marcha ascenden–
te por las vías de la fraternidad y de la civilización. El amor, como la aspiración inquietante y egoísta a la posesión. Confundís lastimosamente tan alejatlos es– tados del espíl'ltu, lo cual da a vuestras relaciones so· eiales un tinte marcado de tristeza, cuando no un as– pecto le th'antez, de embarazo, y aún de hl}lócrita su. pelfieialidad. Una vida así de constante y temerosa esquivez sería imposible en nuestras poblaciones, toda vez que ella conduce al apartamiento, a la indiferen. cia, y al egoísmo, matando en flor tan lícitas y be llas aSlliraciones naturales del espititu, y exh'añando socialmente un sexo de otro con tal gl'ado de incivil repulsión que fuerza a los varones a formar corrillos aparte de tan adorable mujer como es, en todo senti– do, la mujer meridional, para ocuparse, quizá a des pecho propio, en pláticas de club, o de mercado, en vez de dispensarle la galante atención de su cortejo. -SI tal hicieran, habl'ia muy pocas que de un concurso semejante, salieran ilesas de la charla insul– sa y vocinglera de muchas de nosotras mismas. El pl'O. loquio de que el hombre es el lobo del hombre, pal'ti– cularizase marcadamente en la mujer. Imaginad que este oculto estilete siciliano ha cortado ya en Rivas la costumbre de las visitas de todo género, las que parece van quedando, como la religión, al desempeño exclu– sivo de la mujer, lo que explica tal vez ese aire de fri· volldad y de apocamiento que degrada y deslustra nuestras conversaciones generales. Y en este ambien. te cada vez más rebajadas, surgen y crecen las nuevas generaciones, familiarizadas desde el principio con há. bitos tan desusados e inconvenientes que tanto bas– tardean nuestras tradiciones de cultOl'a, Degenera la sociedad por tolerancia Y por el fácil ascenso que en· cuentran los chismes más extravagantes y absurdamen– te urdidos sobre inverosimlles pretextos, sin respeto ni consideración alguna, los cuales no son otros, las mlÍS de las veces, que las formas mismas de la vida social en todo centro de civilización, cuales son: la simpatía, la admiración, la amlstail, la cortesía y aún la galantería, basadas en la honorabiUdad y co– l'riente decoro, precisamente de pulcra civilidad, o de afectuosa y eortéll estimación, que garantizan 'Y afir. man la solidaridad y respetabilidad de vuestras so. cledades, Devenera también por el afectado y prurito de Indiferencia de sus mejores y más caracterizados elementos rehuyendo, so pretexto de avanzada edad,
la dignidad y timbre de su presencia en ciertos acon· tecimientos sociales. Los instintos de raza, morigera· dos y repulidos por otra educación permiten allá cier· tas costumbres imposibles aquí; pero la franca afabili. dad y bondad en las comunicaciones del trato social, el respeto y estimación mutuo de sus miembros, y la distinguida consideración Y premlnencia de la mujer, digna por todo título y en toda ocasión, máxime en éso tas, de las formas usuales de cortesía y de galante
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