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nel ación; apóstoles de la civilización que despiel'tell la conciencia de la individualidad humana en cada es. pílitu ensomb1'ecido por las nieblas de la ignorancia, o entOlpecido por la densa noche del mal; filántropos que distraigan de sus cuantiosos haberes, ora sea pOi el Pl'Ul'itO de la vanidad llel'sonal, o1'a con las mil'as Ile modesta retribución pecuniaria, ora por el pl'opio nobilísimo sentimiento de la caridad y de la piedad humanas, aquellas sumas indispensables para la crea· ción de edificios y centros de beneficencia, escuelas, talleles, hospitales. viviendas modelos que alberguen familias de misel'ables libreros, y les estimulen en el concepto de la aspiración a la vida en armonía con la decencia y la cultul'a que exige el adelanto Ile nuesb'os tiempos. Paz, disciplina, instrucción,filantl'opía, ho· nestas distracciones, leyes protectoras para la clase des valida atemliendo a sus necesidades V condiciones de mejoramiento, ved aquí la solución y rehabilitación de esta infeliz clase menesterosa, sobre la que caen los ojos de las clases superiores tan sólo para deprimirla o extorsionarla,

Dignaos, amiga mía, cOl'l'esponder con la benevo. lencia y dulzura que os distingue, a estos mezquinos pero seguramente afectuosos testimonios de mi consi. deración y mi cariño por vos.

Mi hija os ama; y yo beso vuestras manos, sobre las olas del océano que nos aparta.

ROBERT D. HAMILTON.

CARTA 11

San Juan del Sur, mayo 2 de 1907

Quelida y respetada amiga:

Creed en él pesar con que reduzco las ordinarias dimensiones de mis cartas pata tan amable lectora, obligado por el sofocante calor de estas latitudes. Os escl'ibí ayer como si hubiese estado sometido a un baño de vapor. En Panamá, sentábame a la mesa de comer con una toalla sobre mis rodillas a guisa de pañuelo ¡tan molesta y abundante como insconvenien– te era la exudación provocada por los más breves ejer. cicios! Y si os apunto estos, al parecer, nimios deta. lles, es con el fin de derivar de ellos la primera es– pontánea y cierta observación que, a despecho del su· frimiento, salta del cerebro de todo extranjero naci· do bajo cielos menos inclementes, cual es: que contra semejantes condiciones climatéricas es la más h'racio· nal de las exigencias, esperar encontrar en tales paí– ses un mucho mayor grado de desarrollo material en consonancia con el estado de civilización de las nacio. nes más favorablemente situadas del mundo.

Pensad, señora, que esta misma latitud cubre, poco más o menos, lugares infinitamente peores al. gunos, y oh'os que lo estarían así si se les dejase a sus propias fuerzas, tales como Bathurst en la Sene– gambia, Gondar en la Abisinia, Madras en el Indos· tán, Manila en las Filipinas, etc,; y que, si en Centro América, se dejase un poco la baja política lugareña

y personal, para tender la vista a los más amplios ho

rb;ontes del desenvolvimiento de todos los 1'eCUl'SOS pa– trios, y de un bienestar general, el extranjero, obser. vador e inteligente, que pisase estas tierras llamadas a un porvenir mejor, no podría menos de rendir el ho. menaje de su admiración al esfuerzo honrado y perseo verante, tanto más enaltecedor cuanto más desventa. josas sean las condiciones de clima que os señalo. Vos misma que visitasteis el Egipto septenh'ional en el verano antepasado, el Egipto que está, con poco, a la altura ecuatol'ial de nuestra Florida y de la Baja California, os habéis visto precisada, si bien mayor– mente por vuestra llenosa y sensible enfelmedad, a huir hacia las altas montañas de Suiza; habéis cru· zado luego por la Francia, abordando a la brítana ori· lla; y a mediados del otoño, saludasteéís, de lluevo, con vuestras sonrisas las acariciadoras y sugestivas costas americanas, siguiendo así, sin que quizás os dieseis cuenta de ello, las huellas mismas de la civi. lización: de la India al Egipto: del Egipto a la Grecia: de la Grecia, a Roma; de Roma, a las más altas con· quistas del imperio de Julio César; de la antigua Al. bión, nuestra madre.patria tan admirada como ilustre, hasta las azules y queridas ondas de la balJía de Nue· va York, que bañan la planta del soberbio monumentll de Bartholdi, símbolo fiel y augusto de nuestras libel– tades y de nuestras glorias, que la más culta y brillan, te de las naciones del viejo mundo presentara a la jo. Ven Amél'ica, naciente emporio de poder y de civiliza, ción, por la digna mano de uno de sus más esclareci. dos y desgl'aciados hijos, el Conde de Lesseps. La mañana de hoy ha sido tan calurosa, y el sueñe y el descanso han andado tan alejados de nosob'os du– rante la noche, por vados motivos naturales al aclIma' !amiento, y sobre todo, a causa de los duros lechos df piel de res extendidos sobre marcos de madera qUf

nos flleron destinados, según la usanza del lugar, qlU

mi hija ha tocado a la puerta de mi dormitorio antlci, pándose con mucho a las primeras luces del día, ves time allresuradamente, Y tomándola del bl'azo con ade mán afectuoso y compasivo, pusimos en marcha haci~

la costa, en busca de las refrescantes aguas del mar Las luces del "New Port" parecían columpiarse en 13 aparente lejanía de la oscuridad, y se nos antojabar ansiosas señales de despedida, o de afanosa insinua ción para nuestro pronto regreso. El día empezó ~

clarear, y vestidos de bañistas según nuestras costum bres, y tomados de las manos mi hija y yo, cOl'rImO: por aquella húmeda playa en persecución de la ola re fulgente y espumosa que huía, bajo nuestros pies, ha cía la houdura misteriosa como escapándose de ser ba tida por la nueva ola que ya se hinchaba a nuestra vis

ta, y tras temerosa espectativa nos lanzamos a su en cuenh'o hundiéndonos en su seno delicioso al'l'astrán donos consigo, y dejándonos luego resurgir con ma yores bríos en espera y al encuentl'O de los magestuo sos, inmensos dorsos; de la encrespada avalaDl~ha; dI la estruendosa e irresistible earga oceánica contra 1: blanda y movediza barrera que le impone límites in

franqueables, las hnpasibles e inmutables arenas d, Al salir del baño, cobijados en nuest1'8s holgada' batas que dejáramos en la playa, vimos, a poca distal) cía de nosotros, un grupo de señoras que corriendo al~

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