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queiío letén de Tola, se había reconcentl'ado la noche del 28, después de un cambio de descal'gas COIl las tro– llas filibusteras, y habían llevado el grito alarmante y al mismo tiempo excitador de los más viriles impulsos, de ANNIBAL AD PORTAS, como en la batalla de Callas, a la ciudad amenazada y desprovista (le los ele mentos indispensables para combatir COIl espetanzas de éxito, las bien equi¡ladas y desalmadas llUestes in– vasoras cuyo solo nombre era el tenor de las pacíficas poblaciones y cuya sola llrcsencia el'a signo de inso– lente infatuaci6n y de fácil victoria, Los Jefes más aguel'lidos y experímentados de Walker, Kewen y Cro– cker avanzaban a paso de carga hacia la plaza, El Co· ronel Ramírez y su tl'opa abandonaban a los amelÍca· nos, tomando el camino pal'a Costa Rica, y el Coronel MANUEL ARGUELLO volvía a tiempo de San Juan del Sur, con su fuerza de 75 bombres, pala tomal' pal– te eficaz y decisiva en este hecho de urmas para siem– pl'e memol'able.

Los rlflel'os americanos traen al'mas (le pl'ecisión, Los pabiotas nicaragüenses, en mayor número, sólo tienen antiguos fusiles de chispas, escopetas de caza,

y al'mas COl tantes,

La acción se traba a medio día, y desde el principio, con el mayor eucarnizamiento por ambas partes, Los dos primeros en caer, son los americanos mencionarlos por quienes Walker llabía saClificado, gananciosamen– te, una victoria. Luego quedan ~nhábiles, un() en pos de otros los altos oficiales De Bl'issot, Andel'son. Don· bleday y otros, todos ellos' militares de la mayor im– pOI tanoia en la falange enemiga. De nuestra parte, entre las pél'didas más sensibles, figura la del joven patriota de "heroismo suicida" como 10 llamó aquel pl'ócer notable, vástago digno de los más aCl'isolados hidalgos castellanos, don Pedro Chamol'l'o, al meno cionar Ilonoríficamente a FRANCISCO ELlZONDO, uno de los más aguenidos defensores de la plw:a, que al frente de su destacamento contuvo la fuena impe· tuosa del asalto bucanero, obligando a los asaltantes a refugiarse en la casa de adobes de don Máximo Espi– nosa, al pie de la colina de Santa tJrsula, desde donde hacian un fuego mortífero sobre aquella valientísima juventud meridional que sembró el campo de batalla con lo lliás granado de sus miembros de la noche a la mañana convertidos en soldados, en hél'OeS y en már– tires, y ca~do él mismo para no levantal'se más, tras aquel esfuerzo de insuperable resistencia y bizarría que hizo, luego, posible el hecho admirable de Mon. galo,

Vió entonces el Coronel Bosque la necesidad im· pet'iosa de sacm' a los americanos pOI' el incendio de la casa aspíllerada que ocupaban, Llama, al efecto, a un patriota cualquiera de las filas. que ofrendara espon. táneamente su vida en aras de la patria,

El joven rivense don Manuel Mongalo, (le excelen. te famñJia y de no escasa cultura, avanza pal'a recibit' la tea incendiario de manos de sil jefe; y sin vacilar un instante, y deslizándose a rastras por entre las pa– l'edes dennhlas de la localhlad, llega. y se yergue esta. ttiariamente conh-a la pared entre dos claraboyas con– tignas Qne lo defendían de los disparos enemigos, y

con el buzo levantado prende fuego a la techumbre. y logra voh'er al seno de los suyos que lo l'eciben con

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júbilo y 01'gU1l0, mientras acometen con bríllantísimo denuedo a los filibusteros llasta llacedos salir de su guadda insegura y huir a la desbandada por entre las llaciendas de cacao y platanare.s parciales, con rumbo a La Virgen, en la denota más absoluta y t¡'emenda, tan. to para su pl'esunclón inmedible como pala su incom· llarable ventaja sobre las fuerzas nativas sin almas adecua(las, sin m'!.!liciones, sin expel iencia ni dit'ección, COn tiempo apenas 1'al a reponerse rle la apalición filio bnstel'a en el campo improvisado de la acción Era la primera batalla campal que libraba Walkel' en suelo nicaragiiense, y aquella bl'iosa juventud ri– vense, pal'te de ella de simples adolescentes, hizo como prender al avezado y atrevido guerrillel'O, en el espa– cio de cuatro horas de reñidísimo combate, que el pa. tl'iotismo es, por sí solo, una fuerza moral de tan in· contrastable pujanza, que hace mOl del' el polvo de las más vel'gonzosas denotas a tales tUl bas de bandole. l'OS sin conciencia que si, a veces, no entran a saco en los pequeños babel'es del proletario, incenrlian ciuda des y asesinan prominentes ciU(ladanos con: Injo (le barbal'ie, en nombre de la ley que ellos imponen, y roban países regulal'mente constituidos en su forma autónoma y soberana para uncirlos al yugo de la es– clavitud infamante y cruel, con el fin de asegurar mí. ras políticas del Sur contl'a el Norte de los Estados Unidos de América, previas a la guerra llamada de sejección, Testimonio imbort'able de semejante lec. ción en los tiempos heroicos espartanos: las TClmó. pilas,

Esta llermosisima enseñanza fué la que dio en la batalla del 29 de Junio de 1855 la juventud rivense en el recinto septentrional de la ciudad Y si huelgan las críticas ligeras por la falta de persecuci6n a las tI'opas de Walker, tan desastrosamente denotadas que el mismo jefe filibustero las describe al Ilegal' a San Juan del Sur, "como un puñado de llombres, varios de ellos heridos, algunos sin sombreros, oh'os sin zapa· tos, y todos remUdos por el cansancio, anastrando sus rifles por las calles del puerto", justo es recol'dar que carecIendo aquel gl'UpO de inexpertos patriotas de los elementos propios y necesarios para el combate, así como del escaso matel'ial y de los llOmbres disponibies, no podían pensar por el momento en una persecución azarosa, limitándose a cumplir como buenos con su gran deber de la defensa heroicísima de Rivas como un acto plausible de salvación nacioual.

Versiones bay acerca de haberse anticipado a Mon– galo en su abnegado ofrecimiento de quemar la casa de Espinoza, el berólco joven Francisco Elizondo que pagó con su vida en flor, su al'rojo de ellfrentarse te· nazmente con S11 pequeño l'esguardo a las tentativas de avance de los americanos, pero el hecho no .ha sido históricamente comprobado, sobrando laul'eles pal'a ambos, y quedando destacada la figuI'a de Elizondo, cayendo en el fl'agor de la batalla después de oblIgal' a las tI'opas bucaneras a encerrarse en su l'educto in· fernal, y la de Mongalo, en su acción de pasmosa va– lentía, al incendiar este refugio de guerra de los es· clavistas americanos,

Pl'opicia ocasión que no podré desperdicial' es ésta, para tributar mis calul'os08 aplausos a todos aquellos espíritus generosos y patrióticos que 11811 alzado feliz.

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