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-murmura el que estaba en la sas- po(:o, porque tiene U fondillos por media docena de humanidades -le dice un sastre de barrio, o de fa ori–

l/a, como despectivamente le llaman los otros Las cuatro varas importan, supongamos, sesenta pesos

! -La hechura le costará cuarenta pesos -agre– ga el mismo sastre Cuenta' cien pesos

El sostre, que pudiéramos llamar def centro, que dispone de géneros, le dice a U -Cien pesos por el terno Cuento cien pesos

Pues al obrador de un sastre pudiente llegó un individuo

-¿Con cuántas varas hace U un terno? -pre-gunta

-¿De levita? -el sastre -No

-Con dos y media

-jY el otro con cuatro! -admirado.

-¿Fulano? Si es un ladrón de marca. Como él na dispone de género, le roba a U. vara y media. ¡Qué b6rbaro! Un robo de treinta pesos a la vista Pero ¿por qué se mete U con los sastres de fa orilfa?

-Tiene U razón

El' sastre, locuaz como todos los de la esp~cie,

dice entonces ' -,Otra ventaja, en favor del público, por supues– to, GUl:i:,te'ngo sobre los sastres de fo oril/o, es el allcho

campb,;~~e elección para el cliente En mi depó~ito,

cabollero, hay de todos los géneros que U puedo' en· contrah"el'l todos los almacenes y tiendas de la ciucjad No l'ne 16 negará U

-'-No se lo niego, señor, pero ¿por cuánto hace U el terno?

-iPor cien pesos, casi nada, si se atiende a que U elegirá' a su gusto sesenta pór el género y cuarenta por la hechura

y el parroquiano se pone a escOger entre seis u ocho pieias de casimir que le baraja el sastre Acep– tado el precio, sale diciendo con córididez de Gedeón --,--Cien pesos, lo mismo que el otro, peró gasto vara y medio menos

Este mundo, donde, o uno está debajo, o están encima de uno, ¿no es una sastrería? De cualquier modo que nos hagan la cuenta, siempre salimos agu– jereados

VIII Me

lo contaron

Echando sapos y culebras por la boca y chispos por los ojos, un individuo llega a una sastrería

-j Es un ladrón! un infame!-rugía-Tres varas me pidió para la levita, y vea U --con una levita en la mono.y dirigiéndose al que estaba en el estableci– mientQ...-<;ómo me la ha dejado! -¿Quién? -le pregunto ése

-El sastre del otro barrio -responde el recién llegado-- Después que me estofa se niega a com–

p~nerJa, si no le doy una vara más i Bribón! Y veala U Le dije que la quería "cola de pato", y me la deja cola de diablo ¡Y las mangos, señor! Si po–

Co sobra de ellas para que sean de chaleco Vehgo, pues, a que U me la componga

-Es que trería

-¡Qué! ¿Se niega U? Pues por bien o por mal, U

-Pero, señor, ,

-Ya sé lo que quiere decirme, que su colega es el culpable y no U Pero vamos, pronto, a los tijeras No habla U una palabra más.

El que se encontraba en el obrador era tímido Atemorizado, pues, por el aire amenazante del de la levita, a qUien veía un garrote en la mono, coge las tijeras

-Bueno --dice

Y temblando separa de la levita los asomos de los mangas y los faldones, e iba a continuar dividién– dola, cuando llega otro individuo

-jEI sastre! -exclama el que operaba cón las tijeras- Ahora U, maestro

-¡Nodo! nada! No tiene este señor por qué meterse, siga U -impaciente el de la levita

-Si este señor es el sastre, y yo el aguador que he venido por la cuenta

-Sí, caballero -dice el que en verdad era el sas– tre ¿Qué se le ofrece a U ?" '

-Pero ¿Por qué no me lo advirtió el tunante? -Porque U no me dio tiempo para ello-el increpado--U se empeñó en que yo debía componer la levita Vea U -señalándolo-Ias consecuencias de su obstinación Arruinada completamente! '

.v.

~ Ji. : Que ningún pueblo se q¡:ieje dé quien Iq haya arruinado, cuando él mismo si'! empeñó en lIevprle 01 poder

lX i

La especialidad de este sastre, especialidad en el robo, consistía en que cuando le daban a hacer un terno y se los había Cón parroqyianos pocó ódvqrtidós, combiaba el géneró de algu,ria pieza, del cháleéó principalmente, por otro semejante, pero inferipr, Por 'supuesto, lo cual le era fácil por el grande acÓpi6 de recortes que hada Y ya sabémos que cón los reCor– fés de un sastre hay paró una tienda de campóMá

Pero cada pájáro tiene su gavilán, y el pájaro– sastre de este cuento tuvo el s)JYo su mujer Porque el que la hace con Pedro la paga Juan

La tal llevaba una vida de perros, de perros apaleados, se entiende, porqu~, el sastre la zurraba, no tanto, ni ton poco, dos veces, de día y de noche Y sea por ello, sea por otro motivo, la mujer del sastre se dijo una vez al final de una tunda

-Haré con este bárbaro lo que él con los parro– quianos le cambiaré el género

Y como lo dijo lo hizo en uno de la descenden– cia apareció el género cambiado Ustedes rpe en– tienden Porque el que la hace con Pedro Iq paga con Juan

Cuando estemos echándole la zancodilla a un prójimo, esto es, cambiándole el género, en cualquier sentido, pensemos en que otro prójimo pues lo mis– mo con nosotros Porque el que la hace con Pedro la paga con Juan,

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