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« Previous Page Table of Contents Next Page »-Tío, sigue Carmen, contésteme. Verdad? -Sí, muchacl1C1. No callo? Pues otorgo.
Entonces le dirijo a mi tío una mirada llena de sor– presa Y le digo:
-¿Es posible, señor curCl, que Carmen no sepa ni leer su nombre?
-Ehi eh! eh! ¿Qué tíene de extraño? La mujer, cuando sabe algo, se vuelve majadera -iTío! tío!· tío!
-No hay tío ni tu tía! Escribir, escribir la muier, para andar después con CClritas que la deshonrarán! -Tío, antes de cuatro meses sabrá escribir Carmen. -Yeso?
-Que yo seré su maestro. -No!
Nos levantamos de la mesa.
Tu amigo,
ALBERTO
IV
Granada Querido Carlos:
¡Tú siempre el mismo! Averiguador de vidas aje– nas ¿Conque quieres conocer la de mi tío? Pues sabe que ésta es de lo más limpio que hay en el país; por eso yo, como buen sobrino, vaya contártela en los pun– tos ti donde tu curiosidad se dirige.
iQue si mi tío es honesto en su ministerio! En su ministerio y fuera ele él, te conlesto. Carlos mío, no te asombre: la honestidad del señor Cura N. es superior
o la da más de UllO hija de María ¿Crees tú que mi tío os un cié. igo por el estilo de casi todos los que po– seemos'¡' itas que poseemos, digo! Como si fuera féicil poseerlos! Ellos sí que poseen Cl media humanidad. Pues estás equivocado, Carlos; y en cuanto a su fortuna, sólo por una humorada de la que me otrapiento te he. dicho que ella es el resultado de su profesión, cuando io que hoy tiene es casi lo mismo que heredó. Nelpa, la her– mosa Nelpa que está situada gallardamente en una es– pecie de 'puertecito del Gran lago, la hubo por herencia materna.
A otro punto.
.Por supuesto, dices, mi tío será retrógrado. Cierto, mi tío es retrógrado, pero de buena fe, no con la mali– cia de kl generalidad de sus colegas. Ahora a la política.
Al respecto, Carlos, prepárate a abrir [a boca. Oye en resumen esto de sus labios:
-Alberto, huye de la política como del ángel malo. No te metas en política, que yo sé lo que es, aunque nunca me he metido en ella. La política, hijo mío es
u~ negocio en el cual tiene más aplicación el refréin que
dice: nadie sabe para quién trabaja La política es el arte de robar y matar con la oparente complicidad del pueblo, de robar, sobre todo. Un tal Purón (Plhoudon, Carlos) dijo que la propiedad es un robo, y lo dijo por los . ~olíticos; sin duda ese Purón conocía muy bien la
pol~t~ca, pues todo político es hombre de propiedad. La pohhca, Alberto mío, es la ruina del pueblo, su víctima propiciatoria: por ellas las revoluciones: por ella leone– ses y granadinos se hicieron pedazos en el 54: por ella
el poderoso interviene en nuestros asuntos para quitar– nos sebo, hollejo y pellejo; y por ella, sobrino mío, vi– nieron los yanquis de Walker. iQuién sabe si por la política vendrán otros algún día!
¿Cerraste la boca, Carlos? Pues éibrela de nuevo, que en cuanto a política mi tío no parece el humilde Cura N.
Ve cómo juzga a los hombres de los 30 años, de quienes, con excepción de Zavala por lo de los jesuí– tos, es admirador. A su juicio, Martínez es gran– de por haber reorganizado al país; Guzméin admirable porque siempre respetó la libertad, con el grave defec– to, dice, de que en su gobierno se metieron hasta [as cocineras de doña Fernanda; Cuadra magnífica por su honradez en la administración de los caudales públicos; Chamarra soberbio por su patriotismo; Carozo, el mo– desto Carozo, excelente por su republicanismo; y Céirde– nas respetable por su gobierno ilustrado. Pero de quien está más encantado mi tío es de don Pedro Joaquín Chamarro, el quien visita casi diariamente ¡Qué hom– bre! exclamQ. ¿Y sabes por qué, Carlos? Porque mi tío es un verdadero patriota Cada vez que viene de visHar
('1 don Pedro me habla de la célebre proclama del Prafecto de Masaya en 1855, el prócer don Pedro Joaquín Chamarra.
Según mi tío aquellos hombres no se reproduciréin.
Tu amigo,
ALBERTO
V
Granada Carlos:
Cuatro días hCl(e que lucho con el señor Cura N. pcri:l que pel'mita que Carmen aprenda a escribir; pero en vcmo. No, porque no, dice, y nadie le saca de ahf. Carmen está triste, pues teme que yo, cumpliendo mi pabbrCl, me largue a Europa si mi tia se obstina en no querer que escriba; y cumpliré mi palabra. No sabes que por ella soy testarudo? Sin embargo, no desmayo, y pienso dar mañana el golpll de gracia.
Voy a hacerte una confidencia: estoy perdidamen– te enamorado de mi pl'ima, y creo que ésta me ama. Ve por qué.
Anoche que en casa no estaba el señor Cura N , vi a Carmen algo pálida, o me pareció verla así. Su no– vio C1cabClbtl tle visitarla.
-Prima, la digo, tomándola las manos, conque ... -¿Qué dices, Alberto?, me habla, envolviéndome en una mirada divina. -Digo...
-Continúa. ¿y esa cortedad con tu prima? Malo? -No, Carmen. -Entonces?
Sus m.anos tiemblan, las estrecho fuertemente. -Tus manos arden, prima, le digo, lIevéindolas a mi boca
-y tú eslás abrazado. Qué ardor!
-Mi bO(Cl arde más, Carmen, [e digo en un rapto de locura.
E imprimo frenéticos besos en sus manos. Ella no me opone resistencia alguna. 45
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