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,o. - EL INCIDENTE SOBRE LAS MUJERES DE PARIS

Vale recordar que en El Viajero su autor escribió al– gunos párrafos y pensamientos exagerados e hiperbóli– cos, si se toman las ¡:;al!Jbras al pie de la letra; pero muy justos y exactos -opinaba el mismo don Gusta– vo -si se restringen y aplican; como es naturul, al Pa– rís que ven y examinan los viqjeros. El hecho fue' que esos no muy felices apreciaciones, humoradas para dar fuerza y vida 'a los cuadros de~critos, causaron un furio– so ataque contra el autor y su libro de parte de la pren– sa francesa El Viajero, que recorrió algunas partes del mundo y fue comentado, discutido y criticado, atrajo so– bre Guzmán, por inspiraciones malévolas, insultos y dia, tribas del pelÍodismo francés que "ron incalificable char– latanería y ligereza" hablaba y juzgaba "a destajo sin pararse a examinar el fondo de la obra ni el verdadero pensamiento del autor"

Tomáronse al vuelo algunas fIases picantes -agl'éga Guzmán- que en el calor de la improvisación brotan tal vez de la pluma, y se hicieron de ellas almas de combate contra el autor; se tladujcron flases cortadas; se hicie– ron suposiciones maliciosas, y se descalgó sin piedad la hiel de la envidia y la furia del chauvinisme.

Lo apreciación que más dolió a los franceses fue la

que el granadino hizo de sus mujeres las cuales, según expresclba más tarde, eran graciosas, espirituales, atra– yentes, agudas, chispeantes en la conversación "y capa– ces de despertar las pasiones de un anacoreta de la Tebaida; pero no pueden citarse como modelos de fide– lidad y de constancia, ni presentarse ante el mundo como heredelas de las virtudes de Lucrecia. En París princi– palmente -añadía- es difícil que la virtud femenina se mantenga en la serena región de una pureza incorrup– tible, y que no se contamine más o menos con la influen– cia de la atmósfera que la ladea" En verdad el origen de esto apleciación parece haber sido el estado de áni– mo en que se enconfraba Gvzmán a su regreso de la misión diplomática en Viena a la que había asistido y fracasado Esto, al menos, !¡:!¡ lo que responde la tradi– ción cuando se recuerda este incidente.

11 - UNA OPINION CONFIRMADA DE MIGUEL

DE UNAMUNO

Debemos, por consiguiente, subrayar el aspecto no– velístico -viajero y costumbrista- de don Gustavo, co– mo también sus monografías El Conflicto. Guerra Fran– co-Alemana (Managua, Tipoglofía Nacional, 1896) La Se– mana Santa en Granada. Pr6c1ica del Proc(lsionista (Granada, 1896) y otras sobre temas interesantes que, dado el desprecio inaudito o la indiferencia de los gra– nadinos que no asistían a sus charlas, dejó sin publi– car

Resta anotar que las novelas de Guzmán confirma– ron la opinión que Miguel c;le Unamuno sostiene en su ensayo "Algunas Consideraciones sobre la Literatura His– panoalTlericana" -publicado en el peri6dico La Lectura en noviembre de 1905:

parece que a no pocos americanos les consume el antojo de venir a descublirnos EUIopa 11 105 europeos.

~s .frecuente que se estrenen con algunas implesiones de

v~nJes POI ~ur?pa, cuando no les ha impIesionado toda– vla su pIopla tIerra. cuando no han sabido ver la vida que alli, en tal no de ellos, se deslll'l'olla.

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INEDITO

MATllDE,

INSPIRACION DE POETAS

A MATILDE GUZMAN

(EN El lEATRO)

¡Oh MatildGl, tu espíri~u ilumina Tanlo (lroma conserva entre su altura Como vetas auríferas la milla Como perlas el fondo do los mares.

Cuendo ríes, tu boca resplandece Con un dulce romántico arrebol Muy feliz en 01 mundo quien la bese Encendido do tu alma por el sol

Tú no dices palobras que no vista Su ropnje de gracia encantadora Como reina que morcho a su conquista De la corte circunckmte de lo flor

En tu física forma, bella dama Que ha pintcdo diríase el pincel

De un artista ele aquellos que la fama

Corona l.on su mitra y su laurel.

Hay momentos, Matilde, Gil que profmlo Colocarte quisiera el cor01:6/1 En el fondo elel mismo Vaticano En lo cima Jel oureo Partenón.

ADAN VIVAS

ll-Nov.-1893.