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CONSECUENCIAS

DE LA GU,ERRA NA(IONAL

EN EL FUTUBO HISTOBltO DE CElTROAMERICA

CONTINUACION DE LA MARCHA

HI5TORICA NORMAL 1

I

Premio del Ministerio de Educación Pú'bUca para Nivel Universitario. 1

JORGE EDUARDO ARELLANO autor de Panorama de la Litel aturo

Nicaragüense

mala y figura ejemplar de los conservadores, salió victorioso dando fin a la contienda.

La Guerra Nacional. el periodo más funesto de la historia centroamericana, no produjo ningún cam– bio notorio en el aspecto político, ni mucho menos en el social y en el económico. Es claro que la eco–

nomía de Nicaragua se vio afectada seriamente -to~

davíaj a propósito, no se .han estudiado las pérdidas

q ue signific~ y que algunos filibusteros, entre

ellos el progenitor de una de las principales fami– lias de Nicaragua se incorporaron a nuestra socie– dad. Pero no fue Jo suficiente para crear un vira– je pronunciado, una realidad diferente a la que exis– tía antes de su desenvolvimiento. Cuando termi– nó prácticamente el lro. de mayo de 185'7 con la rendición de Walker, o definitivamente el 12 de sep– tiembre de 1860 con su fusilamiento en el puerto de Trujillos, Honduras, Centroamérica continuó su marcha histórica normal.

El valiente general Juan Rafael Mora, presiden– te de Costa Rica, fue derrocado en 1859 por el mo– vimiento insurreccional de los generales Máximo Blanco y Lorenzo Salazar. Con la misma furia que habia desplegado- en la lucha contra los filibusteros, se pertrechó bélieamente en los Estados Unidos y en El Salvador con el fin de volver a tomar el po– der. Mientras su amigo el general Ignacio Arane!– bia lo proclamaba presidente en el pueblo de Espar– ta, desembarcó en Puntarenas, peleó hasta desfalle– cer, fue capturado, sometido a consejo de guerra y fusilado el lro. de octubre de 1860. El general Jo– sé María Cañas, que combatió junto con él en la liberación d~ Nic~ragua, fue también su compañe– ro de patíbúlo.

Santos Guardiola, otr~ general que había pelea– do contra Walker, primero en la batalla de Rivas y luego en El Sauce contra el General Trinidad l\fu– ñoz, aliado de los filibusteros, fue asesInado en 1862 mientras gobernada Honduras desde hacia ocho años atrás.

En 1863 estallaba la guerra cntre Guatemala y El Salvador, llamada de la nacionalidad, en la que Hondur~s participó ayudando a los salvadore– ijos. El general Gerardo Barrios, presidente de los últimos, coquimbo y uno de ~os, baluartes del libe–

r~Usmo centroamericano, fue el causante y el res–

p~nsable. Y Rafael Carrera, presidente de Guate-

(()2)

Nicaragua, por su parte, pareció olvidar el pe– ligro en que habia estado sumisa. Inmediatamente después de la rendicíón de \Valker volvió a encen– derse en ella el odio partidarista. La guerra civil estaba a punto de brotar de nuevo. Todo depen– dió de la conferencia de León llevada a cabo entre los generales l\'láximo Jerez y Tomás Martínez quie– nes, para evitarla, comprometit1ronse a gobernar el país dictatorialmente; e iniciaron el 24 de junio de 1857 el gobierno binarío, conocido también con el sobre nombr~ de chachagua

Esta decisión, llevarla a cabo por la cordura y el patriotismo, duró apenas cinco meses. La A– samblea Constituyente, en noviembre de ese mismo año, eligió presidente al General Martínez que ha– bía sido apoyado en los comicios por el mismo Je– rez. Pero en '1863 cuando concluía su período de cuatro años (contado,· según disposición de ]a Asam– blea, de 1859 en adelante) pidió ]a reelección que le fue concedida. Jerez, entonces, se alzó en armas (junto con el Gral. Fernando Chamorro) apoyado por los gobiern!ls de Honduras y El Salvador (quie– nes le facilitaron soldados, armas y municiones), llegó a León y fue derrotado por el propio Presi– dente de la República en el barrio de San Felipe. El país, cómo se ve, no respiró con tranquili· dad inmediatamente d~pués de la Guerra Nacional, como cree Levy, ni midió el abismo en el que lo ha– bía hundido el estado de guerra civil permanente y las ambiciones de cada partido.

Centroamérica, salvo Nicaragua y en parte Cos– ta Rica, siguió oscilando entre la revolución y la tiranía, o sea, entre la anarquía y la dictadura. La GUERRA NACIONAL, o mejor dicho el derrama– miento de sangre que produjo, no enseñó ninguna lección a las cinco repúblicas porque la sangre con– tinuó derramándose iiJ.djferente y casi torrencial– mente en las luchas internas posteriores.

La estabilidad del período de los Treinta Años, cuya paz se ha exagerado, no fue producida ex– clusivamente por ella. Muy poca, si se examina con' detenimiento, fue su lejana influencia en la fisonomía de aquél. Es muy posible que los Trein

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ta años, si aquella no se hubiera producido, tenían

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