This is a SEO version of RC_1967_09_10_N84_85. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »LOS JOVENES DE LAS PRINCIPALES FAMILIAS DE COSTA RICA EN
LA .BATA·LLA D,E RIVAS
VICTOR GUARDIA
(1908)
Costarricense
El llamamiento a las armas lanzado por D. Juan Rafael Mora para expulsar a Walker y demás fili–
busteros de Nicaragua, me sorprendió en Puntare– nas dOlide prestaba servicio como capitán de infan– tería, aunque a la sazón me hallaba gozando de li–
cenoia temporal.
En 1851, a la edad de veintiún afias, ingresé en el servicio activo de las armas con el grado de sub– teniente Y el empleo de secretario de la comandan– cia de la plaza de Guanaeaste, de la cual mi padre,
D. Rudesindo Guardia, era gobernador y comandan–
te. Mi primo carnal Joaquín Lizano, que después sirvió altos puestos públicos y ejerció interinamen– te la presidencia de la República, era entonces se– cretario de la gobernación.
Desde niño tuve afición a la carrera de las ar~
mas. Tanto en mi familia paterna como en la de mi madre hubo militares distinguidos. Mi padre fué coronel; mi abuelo, D. Víctor de la Guardia, llegó a obtener los entorobados de brigadier en la provincia de Panamá e~ tiempos del gobierno espa~
fiol; y én 1823, bllbiéndose traslado a Costa Rica, la Junta de Gobierno le nombró ooronel del bata– llón provi_néí~·l', que f~é el grado más alto que se confirió ~ii:aq_i.eUa. época. Estimulado por estos an~
tecedentes; me' dediqué con empeño al estudio de la ordenanza y de la táctica y ascendí a teniente y des– pués a capitán, no sin dificultad, porque antigua– mente no se prodigaban como ahora los grados mi– litares, cuando menos a los que éramos llamados veteranos por haber hecho del servicio militar una carrera. El comandante general D. José Joaquín Mora había estableoldo una disciplina muy severa en los cuarteles y formó un cuerpo de 25 ó 30 sar– gentos instructores muy competentes, que presta– ron importantes servicios, especialmente durante la guerra.
A prlnolpios de marzo de 1856 llegaron a Pun– tarenas las primeras tropas del interior y recibí or– den de trasladarme con ellas al Guanacaste. Hicimos el viaje en bongos hasla El Bebedoro; de allí se– guimos a Bagaces y después a LIberla, donde se ha– ilaba el general Cañas disciplinando algunas mili–
olas guanacasteoas. En esta ciudad se conoentró to– do el ejército, compuesto de unos 2,500 hombres, al mandQ del general D. José Joaquín Mora, y se le dió la debida organización. Don José María Cañas, que había sido nombrado jete de estado mayor y qne desde los primeros días me mostró flan simpatía,
(52)
me propuso para el mando de un batallón; pero los señores Moras no quisieron acceder a esto, por cuan– to decían que yo no era amigo suyo. Entonces Ca~
ñas me nombró su primer ayudante, puesto para mí muy grato, porque este jefe ha sido uno de los hom.. bres más afables y bondadosos que he cQnocldo, a la ve! que valiente, enérgico y excelente militar. Antes de la salid~ de las tropas hubo una gran re– vista en Liberia y yo fuí nombrado para mandarla, supongo que por influencias de Cañas.
Nuestro ejército presentaba un aspecto admira– ble. Estaba formado en su totalidad por volunta– rios, todos jóvenes y robustos, porque hubo de so– bre donde escoger entre los millares de hombres que se presentaron al llamamiento del Presidente. Los que no fueron elegidos regresaron a sus casas pro.,. fundamente disgustados, tal era el entusiasmo que despertaba en todas las clases sociales aqueJJa guerra tan justa. Entre los oficiales se contaban casi to~
dos los jóvenes de las principales familias del país; algunos se habían alistado en calidad de soldados, entre ellos D. Próspero Fernández, más tarde gene~
ral y Presidente de la República.
Como ejemplo del entusiasmo que reinaba por la guerra, puedo citar el caso de Jni hermano Faus~
tino Guardia, que sólo tenía entonces dieciocho años. Se hallaba en Alajuela con mi madre cuando salió el ejército, y a pesar de sus repetidas solicitudes para que se le incorporase en las filas, no lo con~
siguió, entre otras cosas por la oposición de mi ma~
dre, que alega'ba con justicia que ya tenía dos hi~
jos en camino de la frontera, mi hermano Tomás y yo. Faustino, que era de espírítu muy inquieto y
sumamente valeroso, no pudo consolarse de la nega~
Uva que se le opuso y se escapó de Alajuela en una mula cerril. Llegó a Puntarenas, ciudad de que era gobernador mi padre, y después de recibir allí la merecida reprimenda, se me apareció un día en Llberia oon lo euoaplllado y sin un real. Con el produoto de la venta do un reloj y un doble sueldo que debí a la generosidad de Cañas, pude compr~rle
lo necesario y fué incorporado COD el grado de sub~
teniente, al cuerpo de caballería que mandaba el sargento mayor veterano J"ulián Arias.
Habiendo llegado notioias al ouartel general de que fuerzas de Walker se hallaban en territorio de Costa Rica, marchó de Liberia uDa columna de 500 hombres a las órdenes de D. José Joaquín Mora, en dirección a la' frontera de Nicaragua. El 20 de
This is a SEO version of RC_1967_09_10_N84_85. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »