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"La Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unldas de Centro América, considelan· do: que la protecoión a sus semejantes es un deber del hombre en sociedad) y que los habitantes de es– tos estados no podrian reclamarla en su favor, si a su vez no la dispensasen a los subdltos de otros go– biernos; ha venido en decretar y decreta Jo siguien– te:

Art. 10.- El territorio de las Provincias UnI–

das del Centro de América es un asilo inviolable para las personas y propiedades de toda clase, per– tenecientes a extranjeros, sea que éstos residan en las mismas provincias o fuera de ellas, con tal que l,espeten la constitución política de la Unión, y las demás leyes quo gobiernan a los naturales y habi– tantes en el expresado territorio.

Art. 20.- El asilo de las personas 58 entien– de en los términos, y con las limitaciones que pres– clibe el derecho de gentes, y sin perjuicio de los tratados y convenios que en adelante se Wcieren con otros Gobiernos.

Art. 30.- Los individuos comprendidos en el

Art. lo. y sus propiedades gozarán de la misma pro– tección que las leyes dispensan a los de los natu– rales del país.

Art. 40.- Ni a título de represalias, ni en tiem–

po de guerra, ni por ningún otro motivo, podrán confiscarse, secucstrarse ni embargarse dichas pro~

piedades, a no ser las que pertenezcan a los Go– biernos que se hallen en guerra".

ENFOQUES DE INDEPENDENCIA

Veamos lo que pasaba en Nicaragua mientras que la Asamblea Nacional Constituyente se ocupa–

ba en organb:ar la República de Centro América.

Antes de entrar a exponer la situación de Ni~

caragua en los primeros días de la proclamación de la independencia, conviene echar una ojeada retros~

pectiva al período de doce años que comprende los sucesos que precedieron a la instalación del primer Congreso Nacional de Centro América

El triunfo de Washington en Yorktown, y la subsiguiente proolamación de la independencia de las colonias inglesas, erigiéndose en Estados sobela~

nos bajo la denominación de "Estados Unidos de América", despertó en toda la América Española las ideas de libertad y los deseos de emancipación. Estas ideas y estos sentimientos se avivaban con las doctrinas regeneradoras que la revolución france· sa difundía por todas partes causando grandes con~

vulsiones políticas; y la resistencia heróica que la España misma

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invadida y sojuzgada en gran par– te por las huestes vencedoras de Napoleón J, opuso a la conquista, creando y erigiendo tumultuaria– mente jlmtas y Gobiernos provisorios

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fué un ejem– plo del uso del derecho de insurrección que de

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bían aprovechar las colonias americanas, Estas se pusieron en fermentación y emprendieron la gran

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lucha que, iniciada por los argentinos y secundada por Quito, Santa Fe y Cartagena, dió por resulta– do la proclamación de la independencia de Carae cas, patria del gran Bolívar, y que otras provin– cias de Sud Amélica siguieron su ejemplo. Los pa–

triotas mexicanos lanzan también en Dolores el glo– rioso grito de emancipación, y se entabló una lucha obstinada entre Jos opresores y los amigos de )a

libertad, que hizo cOrrer a torrentes la sangre ame– ricana, dando mayor impulso ai espíritu de inde– pendencia.

"En Guatemala, dice el historiador Don Ale– jandro Mal ure) procuraban ocultarse estos movi– ntientos, o sólo se hacía de ellos falsas narracio~

nes: se pintaba como a unos monstruos a los pro– motores de la independencia, y los nombres de

insurgente y he1 ege eran sinónimos en boca de los españolistas. Se aseguró también que algunos emi–

sarios de Napoleón, a quien se suponía primer autor de ios movimientos insurreccionales de América) se habían introducido al Reino y estaban sembrando máximas contrarias al culto católico en combina– ción con los independientes; y se dijo de aq uellos, que nada menos proyectaban que el convertir en Ca–

ballerizas los templos, degollar a los sacerdotes, vio– lar a las virgenes) destinal" a los usos más viles los vasos sagrados y entregarse desenfrenadamente al saqueo y a la matanza. Con estas itriputaciones, fingiendo milagros, inventando castigos del cielo, fulminando anatemas y empleando otras superche– rías, se procuraba atraer sobre los amigos de la in– dependencia la execración de los pueblos crédulos. Al mismo tiempo que se echaba mano de todas es~

tas sujestiones del fanatismo, se ponían en movi– miento los resortes de todo tributo y servicio per~

sonal a los indígenas que permaneciesen sumisos; se a'bolían algunas penas infamantes; se suprimía la ceremonia vergo02osa que sc celebraba anuahnen–

te pala perpetuar la memoria de la conquista; se declaraba a los americanos iguales en derechos y

privilegios a Jos habitantes de la peninsula; se les procuraba alucinar con una insignificante represen– tación en las Cortes, y en especial a los gu:atemal– tecos se les halagó con los títulos tan pomposos co– mo humillantes de fidelisimos y muy leales vasallos Una política inquieta y desconfiada velaba sobre las menores acciones de los ciudadanos; se estable– cían tribunales de fld.clidad, y la delación, el es– pionaje y otros p1ocedimientos inquisitorjales se po~

nían en uso por todas partes. A favor de todas es–

tas arterias y con promesas vagas de mejolas, cien

veces repetidas y otras tantas olvidadas, el Reino de Guatemala, en vez de indignarse contra los en– gaños de la metrópoli, se mantenía tranquilo y su– 1niso cuando ya las demás secciones de la América Española (a excepción de Lima y Cuba) ardían en el fuego de la insurrección".

Tal era el estado de cosas del Reino de Guate– :mala cuando entró a gobernarlo el 14 de Marzo (!e

1811 el Teniente General Don José Bustnmante y

Guerra, en reposición del de igual titulo, Don An· tonio González Saravla. El Gobierno del Señor

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