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Al ~acar ~/; din~fo d~1 bolsillo, ~I rastro del niño, que me había examinado todo el tiem–

po, ~e abrió en una larga sonrisa, y apuntando a la fotografía, dijo "No, don, ~e lo~ regalol"

y no hubo medio, hasta el fin, de pogorle 01 pequeño vendedor de periódicos de Monagua, que, de esta manera, hacía uno de los más ricos regalos al hombre que vino a su tierra por amor,

y recibía, a cambio, mós amor y más cordialidad

SERRJN

Un poeta que todavía no tiene libro publicado, me regal6 una página de un periódico en la cual fue publicada una de sus poesías. Con dedicatoria, en un margen de la página.

Los irodos s610 pueden ser imaginados en Nicaragua, dé cuya geogrofla polltico y espi–

ritual forman porté integrante. Atraviesen la frontera, vayan a San José de Costa Rica.

¿podrían allí existir ¡radas, con Chico Orlich, Pepe Figueres y Mario Echandi?

Ni siquiera en Guatemala, con Ydígoras Fuentes ..

En un cuarto repleto de libros (dirección: Detrás del Centro Médico), caja~ y frascos de medicamentos, sentado en su butac6n, debajode un crucifijo suspendido sobre un estante de

libros, F~rnando Gordillo, en su conversación lúcido, cansado, sin mostrarlo un s610 instante, me parece, no sé porque, el joven Franz Kafka.

Si alguien puede ser definido hoya través de su presencia humana e intelectual, para

las tareas del mañana, entonces este pulido, eficaz, falentoso y cordial Sergio Ramirez está desti–

nado a ser uno de los mejores ministros de Educación.

Hablando con un joven poeta sobre los versos de uno de sus compañeros dI? generación, al decir que las poesías que éste me dio na me parecían buenas, esta respuesta: "En los úl– timos cuatro días ha hecho cosa mucho mejorl". Es éste el clima del país.

Uno de los conocidos pistoleros de una ciudad del interíor, 01 reconocerme en uno fp/ogra– fía de periódica, se dirigió a la meSa del restaurante en la cual estabo sentado con un grupo de amigos, y, sacondo una libreta de bolsillo, me pidió la dirección, "poro poder mantener el con– tacto y cambiar ideas" . , ,

Registro rumano' en Managua nadie habló de lonesco, mas muchos me preguntaron so–

bre Vintila Horia. Mientras que nadie ha oído hablar de E M. Ciaran.

En una conferencia en San José de CoSta Rica, cuando comenzaron las preguntas, un poeta joven hobl6 de Consto Virgil Gheorghiu, un escritor de la generación madura, de Panait Istrati

En Managua recibía de ocho a diez libros 01 día, sin contar revistos, folletos, cotólogos, sobretiros, suplementos, diseños, etc. En San José de Costo Rica, anduve en busca de dos o tres

libros que di/ficilmente pueden ser encontrados en otras portes finalmente, los hallé donde un es–

critor, funcionaria público, que me vendi6 dos ejemplares Sin ningún descuento y sin hacer

poqu~t~.

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