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« Previous Page Table of Contents Next Page »Se han abandonado en eiaS constantes corrertas de Ven– cedores y vencidos en las frecuen!es re~olu.c~ones; por consiguiente, eran sosp~chosas, declan, y lushflcaban las medidas que tomaban .para conservar el orden. Hasta allí no era tan grave el asunto. Molestaban 105 regis– tros incomodaban los arrestos; pero no dañaban, ni de– pri";'ían. Parecía aque'1I0 luguete; se comprendió que era preciso hacer algo más serio y al efecto con mucho ruido y fuerte custodia llevaron á Granada unas cuan– tas caias de parque y de rifles halladas en una d.e la~
islas del lago. Nadie crey6 aquello y en el acto CIrculo la noticia de que esos elementos habían salido del cuar– tel y los habían depositado en una de fas isfas para hacer después el papel de que los habían encontrado, escondidos por los revolucionarios. Eso fué poco toda– vía.
EMPIEZAN A USAR PENAS INFAMANTES En Típitapa y en las Sierras de Managua comenz.a– ban á dar de patos á 10$ sospechosos de tener arm<:t.
escondidas y continuaron en Matagalpa con el mismo pretexto y mayor refinamiento. Aquello fué horroros~,
bárbaro, infame. Un periódico de Le6n, que había SI–
do entusiasta por la revolución, denunció 105 hechos per– petrados de orden superior y publicó la lista de los azo– tados y el número de golpes dado á cada uno. Entre estas víctimas hubo una mujer en cinta y personas dis– finguidas como don Nazario y don Luis Vega, un $eñor Artola y el presbítero Gaitán, cura de un pueblo. Fue– ron comó siete los que allí sufrieron el martirio palO
obligarles á declarar que tenían armas.. La sociedad de Matagalpa puso el grito en el cielo á la vista de aque– llas iniquidades. Los extranjeros allí establecidos, indig– nados y espantados á la vez, intervinieron en favor de las víctimas. La autoridad departamental les contestó que procedía de orden suprema. Corrieron al Gobierno pidiéndole suspendiese aquellos horrores, en nombre de la humanidad y de la civilizaci6n. El General Zelaya se lav6 las manos diciendo que no había dado tales ór– denes, ni tenía noticias de lo que allí ocurría. (1) los ayes de las víctimas de Ma'agalpa repercutieron por to– do el país é hicieron comprender que la ley de orden público no era vana teoría; pero al propio tiempo que se difundía el terror, se engendraba un odio profundo contra el mandatario, se levantaba un clamor general contra su salvaiismo y hasta los liberales de Occidente protestaron y declararon que no eran solidarios de las iniquidades que el Gobierno cometía.
REPUDIO A LA TIRANJA
Los Ministros renu"ociaron, excepto Gámez, quien de– claró que aceptaba la responsabilidad". El Licenciado Baca, jefe de los liberales de Occidente, lIeg6 á Managua, indignado también, á manifestar al Presidente la mala im– presión producida por sus actos salvajes y á pedirle que no se repitieran. El Presidente, que tiene de tigre, de asno y de zorro, se excusaba, ya con astucia, alegando
qu~ habían inte~pretado mal sus 6rdenes, débil excusa,
1) Cierto -Gámez fué quien ordenó los palos de Ma–
tagalpa- Jose Ama~or aseguló a val·ios amig?s Q!1e. Callos García, secretario pllvaqo de Zelaya le mostIo ollgtnal ~el
teleg¡ama dirigido al Comando de Armas ele Matagalpa. fu'– mado éste con el nombre de Zelaya, pero la latra y la filma elan de Gámez.. No ftié pues el General Zelaya quien dió esas óldenes. sino José" Dololes "áme~ Asi lo afhmaba
~.driz. .
desvirtuada por sus ocios. Si él no habra ordenado el va· puleo, ¿por qué no hacía castigar á los que habían abu– sado de su puesto para eiercer venganza? ¿Por qué no destituía siquiera á los empleados que deshonraban al Gobierno y envilecían al país? Esas reflexiones, que to– dos .se hacían, de;aban mal parado al gobernante y
eran argumentos que no deshucía lo alegado por él en su defensa.
INFAMIAS Y CRUELDADES
Por tylucho tiempo se habló constantemente de los palos de Matagalpa y circularon corfas en que se descri– bían los horrores, las el ueldades, las infamias consuma– das por los .agentes del Gobierno, con circunstancias rea– gravantes y que ponían en evidencia que todo lo hech~
había sido premeditado y dispuesto en Managua. Cuan– do comQnzaron las persecuciones, don Luis Vega logró escaparse, pero fuó capturado cerca de la frontera de Costa Rica, conducido á Managua y de allí remitido con escolta á Malagalpa para que allá fuera juzgado y cas– tigado. En el trayecto de RivCls á Granada, un hijo del General Zavala, previendo 10$ tormentos que esperaban á Vega, se interes~ con el oficial que le conduda para que le deiara escaparse. Un cuñado de Gámez, que iba en el mismo vapor, reconvino al ioven Zavala por el in– terés que se tomaba por el prisionero. Con este motivo, hubo un altercado entre ellos, del que result6 que Zava– la diera de bofetadas al cuñado de Gámez. Eso bast6 para que las auforidades de Granada persiguiesen á Zavala y le hicieran buscar activamente por todas par– tes con la intención de darle de p(Jlos en castigo de las bofetadas que dió 01 cuñado del Ministro Gámez. Za– vala se escondió y huyó. La certeza de que si le aga– rraban le darían de palos, era tal, que el General Zava– la mandó á manifestar al General Zelaya que prefería que fusilaron á su hiio. Por fin se arregló el asunto mediante la intervenci6n de algunos y cesó la persecu– ci6n; sin embargo, las autori~ades de Granada decían que era conveniente dar palos allí. Este incidente re– vela que lo de Matagalpa no fué casual, ni por mala interpretación de órdenes. Dar palos era la consigna de Jos reformadores, En su emigración á Guatemala, habían visto que osi hacía el liberalismo de 'Ollá, creye– ron que ese era el ideal de la democracia y daban tieso
y pareio para ponerse á la altura de sus maestros.
TERROR DE LA CIUDADANIA
Terrible fué el efeclo de los pajos. El pavor fué tal, que la gonte vivia sobresaltada; cualquiera que era llamado por una a~toridcid, se figuraba que iba á ser apaleado sin piedad -ni misericordia. Los orientales, principalmente los granadinos, vivían con el Credo en los labios y dirigían sus miradas á Le6n, última esperan.. za entonces, para librarse del salvaiismo de Zelaya y Gámez. Creían encontrar más piedad, más: misericordia en la ciudad rival, en la antigua enemiga, que' en el compañero del día anterior; en el que se había unido
á ell05 para poner término"J uoprobio" y que, aprove.. chándose de la posición adquirida á su lado, logr6 esca– lar el poder, engañando con su astucia de zorro á los unos y á los otros, y se volvía airado contra ellos, mos– trándoles su ferocidad de tigre al par que su imbecilidad de asno, porque su conducta le aleiaba del fin que pero se,9uía .
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