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« Previous Page Table of Contents Next Page »ganancias y pél didas de energía que se producen al contacto del aire y el mar.
Nuestlo conocimento al respecto es sólo empírico En principio no es demasiado difícil hallar la fórmula que exprese las. eacciones entre el agua y el aire, pero la atmósfera y los océanos son tan vastos, que carece– mos de los datos suficientes COmo para conOCer a
fOJldo sus lelaciones recíprocas
No cabe duda de que las capas superiores del mor constituyen una especie de depósito de calor Cuando el viento desplaza las aguas superficiales, pro– voca con ientes que llevan enormes dosis de calor de un lugar a otro La medida exacta de ese calor de– pende del glado de penetración solar en las aguas, de la fuerza de los vientos, y del pOlcentaje de calor que pasa del agua a la atmósfera Este tipo <;le fenóme– nos es responsable de las grandes tormentas y otros fenómenos atmosféricos, y muestran cómo los mares influyen en el tiempo, en vez de ser éste quien influya en aquellos También sabemos que las regiones don– de nacen los grandes temporales, sobre todo en la zona
y
sin embargo, todos esos datos son imprescin– dibles si se quiere llegar a saber lo que ocurre entre el mar y el cielo No bastan los datos aislados, de aquí y de alió, hay que multiplicarlos, y repetirlos continua– mente en todas las regiones del globo Para dar un ejemplo de las dificultades con que se tropieza, vamos a referirnos a la medición de la temperatUl a del mar, tanto en la supel ficie como en las capas mós profun– dos Para efectuarla se usan dos métodos o bien se echa al mCJI un I ecipiente especial, que mide la tem– peratura del agua, o bien se toma la temperatura del agua absol bida por los tubos de los condensadores del barco El primer problema está en que el recipiente nos doró la tempe/Qtura del agua superficial, mientras que los tubos recogen agua a varios metros de profun– didad El segundo problema es que no siempre la lec– tura de los termómetros puede hacerse correctamente, es decir a horas determinadas La hora en que se efectúan las mediciones es tan importante como la medición misma, pero el oficial a cargo de estas medi– ciones puede estar ocupado en otra cosa, o dejar para más torde el registro de la temperatura observada
Los métodos modernos para medir el viento y
las olas han demostrado que, a pesar de su mucha ex– periencia, los capitanes de otl os tiempos podían equi– vocarse En efecto, la apariencia de la superficie del mar no depende solamente de la fue. za del viento sino de la temperatura del agua y del aire Un me– teorólogo cuenta que durante la travesía del Atlóntico, soplaba un viento cuya fuerza, de acuerdo a la esca– la en uso, era de 5 puntos. El primer oficial registró la medición con arreglo a los aparatos de a bordo, con– sideróndola correcta Mós tarde disminuyó la violen– cia de las olas, y el oficial hizo un nuevo cólculo por
t!Opicai, son aquellas donde la atmósfera recibe una enorme cantidad de calor y humedad del mar. Pero nos gustaría poder medir mejor la energía transferida en eso forma
Para el lego, las mós simples observaciones me– teorológicas en alta mOl resultan terriblemente compli– codos A primera vista parece fócil tomar la tempe– ratura del aire o del agua, medir la fuerza del viento o la precipitación pluvial Pero a bordo de un bOlCO todas estas mediciones resultan muy complicadas Un navío está lejos de ser el sitio ideal para estas investi– gaciones científicas Basta pensar que todo barco posee su ·/microclima", su estructuro metálica, el calor que
I eina en la interior del casco, afectan las medi– ciones de la temperatura ambiente Al moverse, crea su propio viento, y esto perjudica la medición de la velocidad de las ráfagas El hecho de que el barco sea una platafo. ma móvil perturba el funcionamiento de los instl umentos más sensibles, como el barómetro, y el registro de las p. ecipitaciones pluviales
EL LENGUAJE DE LAS OLAS
Por diversas razones, los errores se van multiplicando,
y lo que parecía tan sencillo se convierte en un proble– ma muy complicado
Algunos fenónlenos atmosféricos, y sobre todo el viento, han sido estudiados mucho antes de que la me– teorología se convirtiera en uno ciencia. Un capitán alemán llamado Petelsen inventó un sistema para re– gistrar lo intensidad del viento, basado no solamente en el aspecto del mar sino en el sonido provocado por las olas (Esto ocurría en tiempos de la navegación o
vela, cuando los marinos estaban mucho más cerCa del mar, por así decirlo, y podían escuchar mejor el blOmar de las grandes olas) Ahora bien, Petersen describió Su sistema en alemón, utilizando un vocabu– lario difícil de traducir a otras lenguas Por ejemplo, según él se llegaba a un punto crí,tico cuando el mar empezaba a "rugir", pero algunos expertos que habla– Ion personalmente con el viejo lobo de mar, dijeron luego que lo que Patersen llamaba "rugir" Se expresa– ría mejor con la palabra "rodar", aunque ésto parecía referirse más al movimiento de las olas que 01 ruido que producían
UN VIENTO CAPRICHOSO
debajo del primero Horas después volvió a habe. mar gruesa, y el oficial consideró que el viento tenía nuevamente 5 puntos hasta que el meteorólogo le hizo notar que en realidad el viento no había cambia– do en ningún momento. Lo que cambiaba era la tem– pelatu.a del mar, y cuando el barco atravesaba uno zona de aguas más fa ías, el mar parecía mós tranqui– lo a causa de la gran diferencia de temperatura entre el guo y el aire
Sin embargo, pese a las dificultades para regis-
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