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Entre el número de los' volcanes he incorporado tam–

bién los grandes maares o cráteres de expo!si6n¡ pero

los pequeños los he omitido igualmente como volcanes

de segundo orden Tomé la posiciÓn geográfica del

centro respectivo

Hay entre los volcanes de primer orden uno Uzalco) y entre los de segundo orden algunos que se han for–

mado en tiempo histórico las' masas errojadas duron~

te los 4 siglos, qLie dura en Centroamérica el tiempo his– tórico, han sido muy considerables, especialmente por el hecho, de que en el trascursQ del mismo han resultado

dos explosiones enormes (las del Cosegüina en 1835 y del Santa María en 1902), que produjeron muchos kiló–

metros cúbicos de piedra pornez y cenizas - es decir

muchísimo más que todas las demás erupciones hist6ri·

cas de la América Central juntas Pero cuando se com–

paran esas masas con las producidas por los volcanes

existentes antes de la conquista, se nota que es suma–

mente poco y que la actividad ha sido mucho más enér– gica en los tiempos prehistóricos ,....- aunque sumamente inferiores a los masas eruptivas producidos durante los épocas terciarios, en las cuates también los fen6menos volcánicos se habían extendido sobre un área mucho mayor

Actualmente la actividad se concentra en 23 vol–

canes 6 25 cuando se incluyen los volcanes de Tacaná

y Conchogüita. Estos se distribuyen sobre casi toda la extensión dei systema volcánico principal a lo largo de

la Costa del Pacífico, mientras que los volcanes de los ramos laterales existentes en el Sureste de Guatemala y

en el del Salvador son todos extinguidos; entre ellos la mitad de los 150 volcancitos del segundo orden La mayor parte de los demás volcancitos se halla en El Sal.

vador y Nicaragua, mientras que en las líneas volcáni– cas principales de Guatemala y Costarrica son rarqs

El systema volcánico principal no consiste de una sola hilera de volcanes rectilinea, sino se compone de "arias hileras dístantes, que siguen poco mas o menos la misma dir~cci6nj pero cada hilera más orientol que– da más 01 Sur

l

que la anterior, ounque el importe es cada vez distinto

la primera hilera consiste de s610 dos volcanes

grandes, el Taconá y el Tajumulco. La hilera principal

de Guatemala, Lacand6n - Pacoya principia hacia unos

15 kilÓmetros más al Sur de la primera e igual es la

distancia hacia el Sur entre la segunda y la tercera hi– lera, que comienza con el Cerro de la Gavia y remota en Meanguera. la cuarta hilera, la Nicaragüense, prin–

cipio con el Cosegüina sÓlo pocos kilómetros más al Sur de la hilera Salvadoreña, mientras que la hilera Costari–

cense presenta una distancia meridional de aproxima–

damente 50 kilÓmetros desde la hilera Nicaragüense

POJecidas condiciones se hallan de vez en ,cuando en systemas de grietas sísmicas de diferentes países

\Hobbs) o en ciertas hendiduras volcánicas de Islandia

En el caso del systema volcánico de Centroamérico es

probable, que el hundimiento del área pacífica no es

un proceso continuo y general, sino que se verifica des– continuadamente, hundiéndose diferentes áreas parcia–

les, a lo largo de fallas o de zonas de perturbaciones

y despedazamientos, causando al mismo tiempo erupcio–

nes volcánicas Y hasta hay cierta probabilidad, que

de la misma manera se han abierto en el interior de la costra terrestre en los límites entre tales áreas de hundi– miento grietas, que produieron hileras secundarias de

volcanes gemelos, trijemelos etc en linea casi pefpendi–

cular a la hilera principal, como muchas veces sucede

en Guatemala y en El Salvador

A veces se distribuyen los volcanes de una hilela a distancias casi iguales el vno del otro

l

mientras que en otros casos hoy en una palte d~ la hilera muchos focos volcánicos muy vecinos entre sí, como en los gru–

pos de Izoleo en El Salvador o de los Maribios en Nica–

gua los vokanes de las mayores alturas tanto abso'u· ta como relativa se hallan en ambos términos del sys· tema, es decir en Guatemala y Costarrica-Chiriquí, i e en regiones, donde la fuerza volcánica no se ha dismi– nuído por una multitud de volccmcitos concomitantes, si– no quedó concentrada en pocos puntos

la actividad volcánica ha sido considerable en Cen– troamérica durante el tiempo histórico Pero es seguro, que no tenemos noticias sobre todas las erupciones ve· rificadas durante esta época, porque muchos de los vol– canes estaban distantes de los centros de la dominación española y, por consiguiente, las erupciones

l

cuando no eran de gran tallo o causaron daños sensibles, muchos veces no fueron registradas; y de las erupciones que hi– cieron volcanes frecuentemente activos, como el Fuego, ciertamente muchas no fueron relatadas, porque los ve– cinos por ser ya acostumbrados a tales fenómenos no se tomaron la pena de hacer jnfolmes o apuntes

Durante la época de la conquista, probabiemente la

mayoría de las erupciones fueron relatadas por ser fe– nómenos nuevos y muy interesantes para los Españoles Pero más tarde probablemente escaparon muchas erup– ciones a los cronistas, como se puede conocer muy bien al comparar la vista, que da Oviado en su famosa

Historia general y natural de las Indios (Madrid 1855 IV 10m l' Fig 3'), con el cerro actual de Momotombo,

que es muy diferen1e¡ el cambio debe haberse verifica– do por erupciones muy fuertes, de las cuales no existe relación alguna.

Mejor estamos informados sobre la actividad vol–

cánica desde el fin del siglo XVIII, y más todavía desde

los principio sdel siglo XIX, cuando más periódicos se publicaron Mós tarde el servicio de los correos y telé– glafos se prestó a propagar noticias sobre acontecimien– tos volcánicos Pero al usar tales noticias hoy que em– plear mucha crítico, porque no raras veces resultan fal– sas y bien puede ser, que en las listas de erupciones vol– cánicas de Centroamérica figuran algunas que son fal– sas, sin que fuera posible de comprobarlo más tarde Entle los catálogos de los volcanes centroamerico– nos y sus erupciones es uno de los prominentes el de

Alejandro von Humboldt en su "Kosmos" Vol. IV, por–

que sacó sus datos en parte de fuentes inaccesibles pa– ra otros Muy buena es la lista de erupciones por Ed–

win Rockstroh y el catálogo más detallado del Conde F de Montessus de Ballore Para Costarica diá Cleto

González Viquez un catálogo excelente Otra reunión de datos sobre las erupciones se hallan en mis libros so– bre ULos volcanes centroamericanos" (Gotha 1913) y UCatálogo de las erupciones hist6ricas" (StraBburg j E

1917), para los cuales he podido utilizar también una recopilación de datos manuscrita del Conde F. de Mon–

tessus de Bollare, que se conserva en París

En muchos casos no hay relación de los detalles de

erupción, sino solamente la fecha, de manera que es il11posible formarse una ¡deo clara sobre la importancia

y ~I carácter de tales fenómenos Pero aparentemente

las erupciones efusivas han sido mucho menos frecuen~

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