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LA JUANA FON8ECA

MISA DE REQUIEM POR UNA PLANCHADORA

Rogad a Dios por el eterno descanso

del alma de Juana Fonseca

Sus hijos

Emérita, Fidelina, Juan Ramón, Justo Pastor, Camilo y Pedro

están aquí de negro

Doblan las campanas y Emérita solloza.

Emérita

fué la última en acostarse Planchó la ropa de los varones y el vestido de Camilo Lloró pensando en la madre "Un día como hoy se cstaba yendo" Pero pensó en las flores en ICls rosas del barrio

"FicJelina: majá las flores para que omanezcon frescas" ("Los pobles no tenemos tiempo de llorar" pero lloraba)

y vio que Pedro llevaba 105 ZClPCltos sucios

y sacudió los zapatos del niño con el borde del rebozo

y 105 ojos rojos

mientras las campanas doblaban. La viva estampa de la madre abttndonada, como ella, del marido

con sus tres hijos con sus cinco hcrmanos planchadora como ella Juana Fonseca.

"Libra, Señor, el alma de tu sierva Juana, como libraste a David de las manos de Saúl

y de las manos de Goliat"

Veníamos esa tarde huyendo y 105 soldados nos esperaban en la bocacalle.

Juana tiró de mí, me metió en su tijera bajo la

(chamarra y acostó CI la Emérita -que era hermosa entonces-

y escuché las voces del Sargento y la voz de Juana:

-Aquí no hay nadie; sólo mi hijCl enferma que deben respetClr!

y Emérita se reía;

pero ahora 1I0rClba.

"Apartaos de mi todos los que obráis la maldad,

porque ha oído el Señor la voz de mi llanto Señor, Dios mío, en Ti he esperado, sálvame de mis perseguidores y líbrame"

Juana FonsecCl te recuerdo

bajo la 16mpara y vos de pronto llegando,

demudada:

-Me mataron ti Pedro!! (Tan estupendo carpintero, pero borracho. Mi ropero de cedro jamás lo terminaba

hasta que un día llegó con el mueble yero como un (lItar)... Me mataron a Pedro!

y no tenemos ni ropa para vestirlo porque todo lo empeñaba hasta sus fierros.

y fuí a buscar con 105 amigos

y reuní poro su caja y lo enterramos con dignidad. Y ella quiso pagarme. Desquitarme planchando y lavando. -Juana Fonsec(l no es Clsí que se paga

La amistad del pobre es la honra

ele mi CClsa-

"Oh Dios, de quien es propio el compadecerse y perdonar, humildemente te rogamos por el alma de tu sierva Juana"

que madrugaba para alistar a los muchachos y encendía el fuego y ponía las primeras brasas

\en el fogonero cuando so apagClban las últimas estrellas

y cocinaba el desayuno y ya estaba planchando golpeando la plancha sobre el burro de planchar y ordonando (desde la aurora a la Emérita, su oficio

a la Fidelina, su oficio (y regañándola:

-Ese muchacho que se te acercCl no tiene oficio ni beneficio) A Juan Ramón: -"Me puso quejas el Maistro,

Hijo, no hay que ser divagado". A Justo Pastor -mi compañero- el que se iba conmigo a 105 arroyos a matar iguanas:

-Justo Pastor el dio que yo sepa que no vas ti la escuela te mato.

y Camila, la que iba y venía de la casa a la pulpería

de la pulpería a la casa con las tortillas

con el pinol y las chiltomas y la sal y las candelas

y Pedrito en el suelo,

dando guerra en el suelo siempre con hambre

Ahora están todos mirando el humilde catafalco

y los cuatro candelabros

y llorando a la finada

"Dale el eterno descanso, la luz perpetua brille para ella"

Emérita, si supieras qué pedazo de mundo qué territorio vasto y dulcisimo está cediendo al golpe de esas campanasl

PABLO ANTONIO CUADRA

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