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« Previous Page Table of Contents Next Page »ta soberana tu~6 con Felipe 11. los corsarios que solían saquear fas poblacíones de! continente español fueron los primerós frutos de esa política Inglaterra, a quien las celosa~' leyes coloniales de España cerrabqn las puertas d~ 'gran" porté de América, Qspiraba a sacar provecho de estos países por el doble medio de los bu– caneros y del comercio de contrabando Este sistema se practico durante toda la dominacion española en el continente y todavía se conservan sus huellas en los es– tablecimientos de Belize-así llamados en memoria del corsario y co'ntrabandista Wallis- y en tos relqciones de Inglaterra con los indios de lo Costa de Mosquitos. Esa política no tenía por objeto adquirir colonias, sino el comercío; por consiguiente los leñadores de Belize no eran colonos, sino meros pobladores flotantes que te– nían el derecho de cortar árboles de caoba y palos de tinte, pero no el de organizar una sociedad o un go– bierno Asimismo se aspiraba a convertir los tribus errantes de la Costa de Mosquitos en uno comynidad que redamase, como los leñadores de Belize, lo protec– cion de lo Corona britónica. los pobladores de este lu– gar y los indios y zambos de la Costa de Mosquitos pueden llamarse, empleando una de las frases elegan– tes del calo actual, "soberanos intrusos" 1
Al declararse independientes los colonias españo– las, las relaciones entre España e Inglaterra. eran muy
distintas de lo que fueron en tiempos de la reina Isabel,
y la Península, que acababa de salir del conflicto con NapoleQn, supuso que su aliania con la Gran Bretaña iba a ser garantía de la neutralidad de esta antigua rival en la contiendo ton sus súbditos rébeldes; pero In– glaterra, fiel a su política tradicional, favorecío por to– dos los medios de que disponía la independencia de
las colonias. Se suministraron armas británicas, solda– dos británicos y consejeros británicos a varios países hispanoamericanos, y la independencia de éstos fué prontamente reconoCida por la Corona británica. En seguida afluyeron mercaderes británicos a los nuevos campos abiertos a su espíritu de empresa y en to– das partes fué organizado el viejó sistema de los buto· neros y contrapandistas. Se encontro qué los nuevos gobiernos eran instrumentos a proposito para el siste·
ma. El cohecho descarado y general de los funciona– rios de [as aduanas vino a suplantar, es verdad, el contrabando sencillo y menos corrompido de antaño, y
barcos británicos de guerra, enviados ¡Jara cobrar le– clamas británicos por préstamos de dinero hechos a gobiernos revolucionarios Cl los tipos de interés más usu· rarios, reemplazaron a los antiguos bucaneros; pelo en realidad las cosas estaban en el fondo como antes Con este sistema Inglaterra saca de los Estados his– panoamericanos todas las ventajas comerCiales de que goza en sus colonias, pero sin el gasto o la molestia de gobernarlos y tiene interés en mantenerlos así Ac. tualmente le brindan un excelente mercado para sus fá– bricas y por medio de sus mercaderes desperdigados en el centro y el sur del continente logra dominar la distribucíon de los productos de aquellos países. Así aumenta su marina, adiestra sus tripulaciones y tiene ocasion de diseminar sus barcos de guerra como cen– tinelas a lo largo de las costas de los dos océanos des– de México hasta la Patagonia Su aspiracion es'man– fener el $tatU$ quo, porque difícilmente podría fener la
1. ÚSquaiter sovéreigtis".
esperanza de mejorar su situacion con cualquier cam· bio que se intentase realizdr
El consul británico en El Realeio, Thomas Man– ning, era el prototipo del mercader inglás establecido en los países hispanoamericanos Habiendo llegado a
Nicaragua sin recursos-según dicen era marinero en un barco melcante-se caso con una mujer del país, no tardando en echar las bases de una fortuna Sin tener ninguna educacian ni estar en absoluto acostum– brado o considerar los acontecimientos políticos desde el punto de vista de los principios o de una política de– terminada, poseía sin embargo el aguzado instinto de la propiedad y de sus intereSes pel sonales, que le per– mitía selvirse del poderío británico para sus aventuras comelciales Algunas veces presto dinero a la Repúbli– ca; pero tan solo cuando ésta se encontraba en gran– des apulos y ofrecía pagar intereses exorbitantes y
cuando el capifal y ros intereses alcanzaban a una su– ma conveniente, Ilamnba a la escuadra inglesa para bloqueO! tos puertos de los Estados hasta que se pa– gase lo deudo Desde J 849 había previsto Monning el peligro del paso de numelOsos americanos por Nica· ragua y mientras atravesaban el Istmo los california– nos, a lo ida o a la vuelta de fa tierra del oro, había escrito a lord Palmerston que si Inglatel ro no conjura– ba la calamidad, dentro de diei: años e\ país estaría "infestado de aventureros americanos" Inglaterra prue–
ba su cordura dando cargos consulares a sus mercadeo res y confióndoles algo de los asuntos diplomáticos; el estímulo del interés personal impide que el centinela se duermo en su puesto
Mi:mnirig tenía casas en leon y Chinandega y sus relaciones comerciales y sociales eran sol;Jre todo con gentes del deportamento Occidenfal. De 'aquí que en la revolucion de 1854 favoreciese, como era natural, o Castellon y sus partidarios, no obstante que sus ideas dé gobierno, si fuera posible decir que teníá algunas, le hacían inclinarse más bien del lado de 165 legitimis· fas. Sin embargo, además de sus relaciones persona· res con algunos de los democratas de primera línea, el sentido avasallador del interés lo llevaba hacia los leo· nE!ses. la rivalidad entre las ciudades de lean y Gra– nada era tan comerCial y ·de intereses, cómo social y
política Cierto es que los principios dominanfes en Granada cohducían naturallnente él ponÉi!' altas tarifas de aduana, en tanto que los que reinaban en leon tendían al libre cambio; p~to la situadon geográfico de las dos ciudades erCi la causo principal de lo contienda. Granada recibía sus artículos de comercio del Atlántico, por el lago y el río San Juan, 0\ paso que leon era abastecido por barcos que debían pasar por el coba de Hornos Pero resultaba difícil meter contrabando por el río; en cambio, po, el lado del Pacifico eran gran– des las facilidades para hacerlo. De modo que leon podía competir con Granada, ganando por medio del contrabando lo que perdía con el viaje por el cabo de Hornos. Así sé comprenderá fácilmente por qué los in– tereses del consul británico lo llevaban a desear el'
triunfo de los leoneses, no soro en el departamento Oriental, sino también en todo el país. Este triunfo de– bía engrandecer necesariamente a leon y reducir el ca·
mercio de Granada.
las relaciones de Manning con el gobierno de Cas– tellon eran por supuesto íntimas, especialmente con el ministro de f'\Clcienda O. Pqblo Ca\Vajal. Pór medio de los funcionarios de hacienda debían .hacerse todos los
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