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Empecé a escribir estas memorias a los 61 años de edad. Sospecho que mis facultades memoriales se han debilitado un poco con los años; ello no obstante, creo poder recordar los hechos que me constan por haber sido testigo de ellos y de los que me han referido otros; y, procuraré ser ante todo, veraz. Quizá las fechas que se-
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ñale no sean muy exactas porque es natural suponer que a este alto en el recorrido de mi vida -ya largo de por sí- no esté bien seguro de aquellas, mas procuraré es– forzarme para fijarlas en la época en que acaecieron los hechos que narraré, los cuales sí, tengo la seguridad de recordarlos bien.
MIS PADRES
Mi padre se llamaba don Pío losé Bolaños Bendaña. Era hijo legítimo de don Pío' José Domitilo Bolaños y Tomé y de Sautelis (o' Sautelicel, di:! familia española llegada a Nicaragua;afines',del'siglo XVIL Su madre se llamo, doña Pastora Bendaña Marenco, también de origen español.
Nacio mi padre en Masaya en 1822.
Fue educado en un ambiente cristiano, y en política, siguiendo las huellas de: su padre, tenía ideas conserva– doras.
Mi madre se llamo doña Dolores Engracia Alvarez Zelayo; hija legítima de' don Macario Alvarez y Valero y de doña Dolores Zelaya, ésta hija natural de doña Francisca Zelaya; todos también de origen español. El matrimonio Bolaños Alvarez tuvo los siguientes hijos: Luz, Pío, (el autor de estas memorias) Francisco, Carlos, Salvadora y José Antonio.
Mi madre recibia muy buena educacion, tanto reli– giosa como social, y procuro siempre inculcar en sus hijos, sentimientos cristianos. Mi padre aunque no era asiduo asistente a la iglesia, como mi madre, tenía sin embargo, muy firmes creencias religiosas. No recuerdo yo haber visto a mi padre ir a misa, ni rezar el Rosario a las ocho de la noche, cuando mi madre congregaba a sus hijos y a los sirvientes para el rezo; pero era un hombre bueno, honrado a carta cabal, sin vicios, trabajador y muy ape– gado al hogar.
Mi padre era lector asiduo. Leía con frecuencia el Año Cristiano, libro que teníamos en casa, y por sus con– versaciones con nosotros, me dí cuenta que también ha" bía leído la Biblia. Por otra parte, no era aficionado a leer novelas; pero sí, toda clase de periodicos. Además, conservaba un ejemplar del Quijote de Cervantes, y otro, de la Guerra de Nicaragua escrito por el Licenciado don Jeronimo Pérez, amigo de su padre y la obra de William Walker, La Guerra de Nicaragua, traducida del inglés al castellano, por don' Fabio Carnevalini. Estas dos obras historicas, el Año Cristiano y el: Quijote, eran sus lecturas favoritas y, asimismo, como antes dije, los periodicos que circulaban entonces en Nicaragua.
Frecuentemente y al conversar con nosotros citaba pasajes del Quijote, a fin de darnos alguna leccion de moral o de bien decir.
La educacion que recibio mi padre no fue muy ex– tensa. Tenía conocimientos de Aritmética, Gramática y Geografía.
Poseía muy buen juicio; no carecía de inteligencia y gozaba de privilegiada memoria. Gustaba de conversar
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con personas ilustradas y cultas. En sus mocedades, fue aficionado a; fiestas sociales y según oí decir a sus contemporáneos, fue' buen, bailarín.
Desde muy joven se dedico a trabajos de agricultu– ra, como esforzado y activo trabajador. La suerte en sus empresas agrícolas, no le favorecio mucho, y siempre, aun ya viejo de setenta años, trabajaba en el campo en finca propia para proveer al sustento de su familia. Al morir su padre, recibio en herencia, con otros dos hermanos suyos, una finca de cría de ganado llamada
San Francisco.
Después, se dedico a plantar café y tuvo dos fincas más: La Moka, cerca de Jinotepe, y El Diamante, en las Sierras de Managua. Vendio, primero, estas dos fincas de café y después la de ganado para comprar un terreno en las faldas del cerro de Mombacho con objeto de sem· brarlo de cafetos. Este último negocio le fue fatal. El terreno no servía para café y perdio todo el dinero que en esa finca había invertido, cuando ya estaba viejo. Cuando estaba en Granada; iba de visita a ver a sus hermanos y a sus amigos.
En casa de su hermana Domin'ga de Zefaya -casa fue de mi abuelo paterno- se juntaban diariamente, todos los hermanos Bolaños y sus hijos y sobrinos. En esa tertulia familiar, se discutía, se hablaba de todo: de negocios, de política y de asuntos sociales. Se argumen· taba entre ellos con animacion y aunque a veces no se ponían de acuerdo sobre alg,una materia en díscusion, nunca llegaban a violentarse ni a irritarse. Una que otra broma inofensiva, se cambiaban, en medio de las acaloradas discusiones, pero se guardaban siempre mu– tuo respeto y cariñoso afecto. El no lograr ponerse de acuerdo sobre un punto cuando no cedía ni el uno ni el otro de los contrincantes, no perturbaba sus naturales y fraternales sentimientos. To'dos ellos habían sido bien educados por su padre don Pío, que era un ejemplar de correccion,· como caballero y como padre de familia. A veces, en la' v.ehemencia; de las discusiones, se excitaban, sin proferir nunca frases insultantes ni duras expresiones. Cuando más, una broma donosa contra quien pretendía hacer prevalecer su opinion. Frecuentes eran las discu– siones en voces altas -costumbre ésta muy general entre los granadinos- pero como dije antes sin faltarse al res– peto ni se rompían en la familia Bolaños, los lazos ínti– mos de fraternal cariño que los unía, profesándose siempre los sentimientos filiales heredados de sus mayo– res.
Mi padre, por su dedicacion a los trabajos agrícolas;
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