Page 51 - RC_1966_06_N69

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Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche Llevan al caminante a perecer:

Yo me siento arrastrado por tus ojos Pero adónde me me arrastran, no lo sé.

y "Será esta la última vez" cierra, con lánguido opti– mismo, esta secciono

POESIAS INTIMO-OCASIONALES

Así bautizamos al grupo de poemas escritos a cau– sa de inesperados sucesos que afectaron considerable, profundamente, la intimidad del poeta. "En memoria de Isidoro Cuadra" data de 1851 y lo recoge Alejandro Barberena Pérez en uno de sus libros (13). Don Alejan– dro relata que la protagonista de esta elegía -amiga ín– tima, vale suponerlo, de Iribarren- cuando tenía, jovial y alegre, relaciones de noviazgo con su prometido Mateo Mayorga, tuvo Ull fin trágico. "Un día que visitaba a su prometida -escribe refiriéndose a Mayorga-, aqueja– do de un malestar de cabeza, se saco de la bolsa unas píldoras y le pidio agua para tomarlas. La novia se fue al tinajero para sacar el agua del tinajon acostumbrado en aquellos tiempos y al llegar al lugar que acababa de dejar Mateo Mayorga, cayo un rayo que la mato instan– táneamente". Esto sucedio en la noche del 14 de Agos– to del año ya anotado. "A la muerte de la señorita Carmen Chamarra Avilés" no concluye, como cree Barbe– reno Pérez, con las cuartetas quinta y sexta, sino tal co– mo las verá el lector. Ccmnita, como se le decía fami– liarmente, murio asistida por varios médicos y por un curandero llamado, a última hora, por doña Mercedes. Su funeral, cuenta el autor citado, fue suntuoso y a él asistio Ponciano Corral. "El poeta granadino Juan Iri– barren -escribe textualmente-- improviso una elegía que más larde se repartía impresa". Creemos en lo se– gundo, pero no en lo primero, porque el día del entierro de la hija de don Fruto, don Juan se encontraba en Ma– nagua, como lo revela él mismo al pie del manuscrito que hemos tenido a mano. Los otros poemas a la mis– ma muchacha (la inscripcion en su tumba y en el aniver– sario de su muerte) acUsan un afecto o cariño verdade– lamente fraternal, sentimiento que el poeta tenía por to– das sus hermanas de crianza y que llevo a su tumba, puesto que, días antes de morir, recomendo que a Merce– des Jacinta, Josefa, Carlota y Adela, se les hiciera cada año en su nombre "un pequeño obsequio; más especial– mente si llegan a casarse las tres últimas". La intimidad conmovida por la muerte de un íntimo amigo -el capi– tán Francisco Sacasa-, por la de su querida madre, por la ausencia de su novia cuando se encontraba lejos de su ciudad natal, por la voz de Rosa Delfina Lacayo, por el fallecimiento de Manuela Lacayo Sacasa y por el ma– trimonio de la penúltima, producen el resto de estas com– posiciones.

OTROS POEMAS

Hemos incluído en este apartado, finalmente, los dos últimos poemas recogidos en esta ocasiono "Mi infancia" y un soneto hecho a la carrera que le encargo don An– selmo H. Rivas. El primero lo encontramos en nuestros

~¡'erena

Pérez. Alejandro. Dos Ilustres Vidas Granadinas y tres capltulos dolorosos de la Guerra Nacional. Granada, Julio de 1965. La Sacrlflcadá. vida de Mateo Mayorga, pág. 87•.

manuscritos y el segundo en una narracion historica ano– nima publicada en la revista granadina "La Sema– na" (141. Este soneto, atado a la época en que Nicara– gua comenzaba a organizarse definitivamente en lo po– lítico, pone de manifiesto el improvisado ingenio y vivaz de don Juan y tiene una larga historia. "Era el año 1852 -dice el desconocido autor de la anécdota-o Ejercía la Direccion Suprema del Estado, el licenciado don José Laureano Pineda, y desempeñaba el cargo de Jefe de Seccion de uno de los ministerios -cargo asimilado a lo que es hoy el de Sub·secretario (o Vice-ministro)- don Anselmo H. Rivas, quien, por consideracion y aprecio per– sonales al licenciado Pineda, consentía en permanecer en ese puesto, muy mal remunerado, y que lo obligaba a abandonar los pequeños negocios de comercio a que, con mejor provecho, se dedicaba por entonces.

Un día, el general don Fruto Chamarra, que siempre había manifestado por el señor' Rivas amistoso interés, preguntole cJi verlo qué tal le iba con su empleo. -Mal, don Fruto, muy mal. Gano muy poco; es– toy perjudicándome en mi pequeño negocio, y el licen– ciado Pineda no quiere que me retire.

-y ¿cuánto te pagan? interrogo don Fruto, con visi– ble interés.

-Treinta pesos.

-iQué barbaridad! Treinta pesos Eso no pue-de ser! Vaya hablar con Pineda para que corrija esa injusticia.

¿Hablo don Fruto con Pineda o no se volvio a acor– dar del asunto? Quién sabe; pero es el caso que las co– sas continuaron como antes.

Pasa el tiempo. Llega el 1ro. de abril de 1853, y don Fruto Chamorro sucede en la primera magistratura al Licenciado. Pineda. Ahora es tiempo, se dice con An– selmo; con don Fruto será otlO cosa. Y se presenta an– te el Director Supremo, insistiendo en su proposito de re– tirarse. ¿Cómo? No faltaba más! -dice don Fruto. Le aguantaste a Pineda y habías de dejarme a mí. Ya te mejoraré el empleo.

Y hubo de continuar. Don Fruto cumplio su prome– sa. El señor vio prosperar su empleo. Al cargo de Je– fe de Seccion que desempeñaba, se le anexaron otros dos: el de redactor de "La Gaceta" y el de Traductor Ofi– cial. Lo que es por trabajo la cosa iba a pedir de boca. Ya había mucho más con que matar el tiempo. En cuan· to al sueldo parece que don Fruto echo al olvdo ese pequeño detalle, y fue lo único que no se recargo al se– ñor Rivas, que siguio atado al poste del trabajo, sosteni– do por la Diosa alada de la esperanza".

Cuando se aproximaba la fecha natalicia del Direc– lar del Estado, resumimos, don Anselmo, decidiendo apro– vecharla, le canto a su amigo Juan Iribarren lo que le ve– nía sucediendo y le pi dio que escribiera un soneto alu– sivo al caso y que lo leyera en ses ion plena de amigos durante la relebracion del cumpleaños de don Fruto. "Coge la pluma y escribe, Cavalario", le dijo don Juan al momento y le dicto, de corrido, el guason soneto que fue leído la fecha señalada y celebrado con risas, bro– mas y agudezas. Lo que ignoramos es si tuvo la efica– cia deseada por el peticionario o el autor.

(14) Variedadea. Un Soneto de don Juan Iribarren. Graciosa Anécdota del Tiempo Viejo La Semana. Revista Dominical Ilustrada. Núme– ro 2. Año 1. Granada, Domingo 16 de Agosto de 1925.

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