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le había notificado el destino de las tropas y el mo– tivo de s,u movilización, haciéndole presente que al manifestar ignorancia del nombre del Presidente que regía a Nicaragua, desconocía en cierto modo la legi– timidad del acfual Gobernante, y declarándole, por último, que la fuerza nicaragüense sería incapaz de cometer un aefo sangriento contra una ciudad iner– nLe.

Tanto más extraña aparece la ignorancia que manifesfaba el Jefe cuanto que un día antes se le había hecho saber que las tropas se acuartelarían, como siempre, en el pontón "Mabel Comeaux" y que saldrían francas a la ciudad bajo el cuidado de sus oficiales. A esfa manifesfación repuso el Jefe que no perm.itiría la entrada de los soldados a la ciu– dad, con arm.as de ninguna clase, insistiendo en el concepio de que Nicaragua violaba el Trafado de 1860.

De este modo se esfableció tal violencia en las relaciones, que no podía menos que suceder un pró– ximo rompimiento. Fué entonces cuando el Inspec– tor General de la Costa, General Rigoberlo Cabezas, para prevenir un conflicto peligroso, que era muy posible si se dejaba que tomase cuerpo aquella re– sistencia, resolvió adelantarse operando un movi– nLienio que se realizó con toda discreción en la no– che del 11. Tropas voluntarias del Ralna al mando del Coronel don Francisco Torres, debían llegar en el momento mismo de la ejecución del plan concebi– do, para reforzar las operaciones, en caso necesario. Los Coroneles don Luis Carlín y don Ramón Ocampo salieron a las 12 de la noche a ocupar los edificios de la Corle y la cárcel, y el propio General Cabezas se encargó de tomar el cuariel de policía, único pues– to custodiado, lo que se obtuvo sin dificultad alguna, pues los hom.bres que lo guardaban, aterrados, por la sorpresa, no hicieron oposición. A la una y me– dia de la mañana, con precisión militar, presentóse el Coronel Torres al frente de sus voluntarios, reu– niéndose así más de trescientos soldados. Al ama– necer fué dislribuida la tropa en sus respectivos cuar– teles. Hasia ese momenfo los moradores de la po– blación no supieron lo que había acontecido. Impe– ró el orden más completo en la toma de la ciudad, no se oyó un grito durante la noche, y fueron con– tenidas hasta las expasiones del júbilo, que sólo es– tallaron al amanecer con un ardiente "Viva Nicara– gua! lanzado por el ejército, cuando se izaba nuestro 11.erm.oso pabellón bicolor.

Ocupada la ciudad fué expedido el decreto de 12 de febrero, por el que se la declaró bajo la ley marcial y se suspendió a las autoridades de la Re– serva. El comercio no interrumpió sus operaciones, la población continuó tranquila, no se ordenó perse– cución contra nadie, y le fué perm.itido a un oficial superior del Gobierno depuesto sacar un poco de di– nero del edificio de la Corle y llevárselo a su casa, por asegurar que le perlenecía.

Cierra esta etapa de los acontecim.ientos una úl– tima protesta del Jefe de la Reserva, presentada por el Vicecónsul de Su Majestad Británica Mr. E. D. Hafch, calificando duramente el procedim.iento del InspeC±or General de la Costa.

El señor Cónsul de Su Majestad Británica en San Juan del Norie, Mr. H. F. Bingham, pidió inform.es al ConLisario sobre los acontecimientos del 12, de los

cuales tuvo noticia, aunque de modo inexacto, por el Vicecónsul inglés en Bluefields. Este denunciaba ha– berse izado la bandera de Nicaragua en el edificio municipal de la Reserva 111, decía que las tropas nicaragüenses habían roto la cárcel y dejado libres a los prisioneros "sobre" la ciudad. Concretaba un cargo: el de haber sido arresíado un súbdito britá. nico llamado J. P. Moody, al cual, decía, se le quitó "su dinero" y la llave de la caja de la Aduana. El Cónsul Bingham aseguraba, además, que exis. fía en su poder una protesta del Jefe de la Mosqui. tia sobre la ocupación de la ciudad, y con relación a todo ésto, agregaba finalm.ente algunas palabras que, en comentario al Trafado de Managua de 1860,

dirigió el Marqués de Salisbury y al Minisfro de Su Majestad Británica en Centro América, en 4 de agos– to de 1888, el cual comentario expresa que Nicara. gua no podía erigir fuer:!:es arsenales, o puestos mi. litares en la Reserva.

Por deferencia accedió el Comisario a rendir el iniorm.e que se le pedía, y lo acompañó con los do– cumentos necesarios para justificación de sus aefos. En este inform.e se encuen!ra demosfrada la necesi. dad de movilizar fuerzas sobre la Costa Atlántica, se refiere la historia de las dificul:tades suscitadas par las autoridades de la Reserva, se revelan las veja– ciones a que se sujetó en Bluefields a jefes y oficiales del ejército de Nicaragua, y, aunque ligeramente, se combate la opinión del Lord Salisbury, sobre el de– recho de Nicaragua de proveer a su defensa y de guardar la integridad de su territorio. Se observa por esta nota, que las autoridades de Nicaragua no habían roto ni preiendido romper el Tratado de Ma– nagua. Era, antes bien, decía el Comisario, una oli– garquía extranjera la que verdaderamente burlaba los pacios entre Nicaragua y la Gran Bretaña. En cuanto a los cargos contra las tropas, los desmiente, haciendo ver la malicia del Vicecónsul Hafch, a quien acusa 1? falta de veracidad".

Se refiere otra vez el Comisionado a la nota del Cónsul británico:

"Volviendo a la nota dirigida por el Cónsul, en– cuentro debatidos sus conceptos en la contestación que obtuvo del Comisario. Ella pone de relieve los absurdos que resultarían si el Tratado de Managua

y el Laudo del Emperador de Austria se interpreta– sen según las alegaciones del Agente británico. El Comisario cree insubsistente el Tratado de Managua; considera que, por las mismas modificaciones del tiempo, ha venido a ser baldío¡ niega la existencia de las tribus en obsequio a las cuales se celebró el Tratado, y hace notar que el castigo de las autorida– des de la Reserva es un acio de jurisdicción privati– va de la República de Nicaragua, y, por fanto, un

hecho fuera de disputa internacional, declara 'des– autorizadas las amenazas del empleado consular, y

, (1) La ban~era.~e Nicaragua fué siempre mirada como

sI~bolo de abommaclOn por los mandarines de la Reserva, qUIenes p~'ocm:a~a;n llevar ese odio al corazón del pueblo. En el memOrIal dIrIgIdo por el Jefe mosco al Gobierno de S. M.

~. en 1879, y presentado ante el Arbitro Imperial, se denun– CIa como uno de los actos arbitrarios del Gobierno de Nica–

rag~a contra el de la Mosquitia, la "alarma y temores pro– ?uCIdos en toda la Reserva por la noticia de que el Gobierno Iba a mandar una expedición a izar el pabellón de Nical'a– gua"-J. M.

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