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la familia Cantón. Y poco a poco con esta fatnilia fuimos fraguando el plan de fuga.

Gracias a la inteligencia y cooperación de las señorilas Cantón, quienes nos prestaron valiosos ser– vicios, entre oiros el de facilitarnos la sustracción de un bote que ellas sabían que esiaba ocul±o en una casa vecina a la de ellas.

En ese campamenio a que me he referido estu– vimos cerca de nueve días, y al cabo de ellos, en una noche cuya fecha no puedo precisar, las señorilas Canión dirigieron a un grupo de los nuestros al lu– gar donde esiaba el bote pal;"a que lo irasladaran a un punto de la cosia del L~go ya convenido pre– viamente.

Fuga de la Isla

Cuando mi :tío Alejandro y yo fuimos informa– dos que el bote esia~a sin novedad en el sitio indi– cado, emprendimos la marcha con los que habían quedado en el campamenio, para embarcarnos en– seguida.

Llegados que hubimos al lugar de la cosia, co– menzamos a embarcarnos todos, pero al dar la or– den de parfir noié que dos de nuestros oficiales, To– más Masís y Benjamín Vargas Abaunza, se queda– ban en tierra por falla de espacio en el sobrecarga– do boie. Resolví enionces que dos personas, de in– ferior graduación mil~iar, debían bajarse para dar– les sitio a ellos.

Eché un vistazo sobre los que esiaban ya dentro y ví que enire éstos se hallabi;in mi hermano Carlos Chamorro Chamorro y mi cuñado Ceferino Enríquez, quien además de ser el esposo de mi hermana Es– iebana, era hermano de mi esposa Lasienia, ~s de– cir doble cuñado.

A pesar de que se me h,acía dura y difícil la solución de aquel problema, me resolví a decirles: "Ustedes son mis herma~os, puedo pues exigirles un mayor sacrificio que a oiros. Les pido me haga%}. el favor de' salir d~l po:t~ y quedi;irse en nerra para mandar a recogerlos después, más tarde".

Al hacerle¡s esie pedimento pensaba que me ha– nan a~gúna observación, o que se negarían romn– c!i;imei¡,te a,cumplir mi orden implícita, sin embargo, grandé fue m.i saiisfacción mezclada de un ~enti­

miento d.e p~sar, cuando ví que los dos se leva~ia­

ron de. s~s: asientos y sin decir paiabra se bajaron del boie.'

, ,Subs&nando eSe conflicio, emprendimos el viaje hacia la cosia de San Jorge, en dirección de una fin– oa del General Masís. El viento soplaba favorable– menie y empleamos relativl:!>menie poao tiempo en llega,r.

Tan premio desembarcamos regresamos el boie par¡:¡ ir a traer' a los dos que habían quedado, aun– que con muY pocas esperl:!>nzas de que los encon~

iraran en la' oscuridad y que pudieran llegar esa misma noche. Mas en la madrugada y esiando siem– pre en la finca de Masís, nos abrazaban muy con-– ienios, Carlos y Ceferino, quienes habían tenido la suerle de salir de la isla esa misma noche.

Ese día 10 pasamos en la finca dicha, y allí con– seguimos dos baqueanos. El lino para que condu– jera al Docior Enrique Montiel y a oiros compañe– ros más, quienes habían resuelto trasladarse a Cos– ta Rica.

Amnistía. A Comalapa

Mi :tío Alejandro y yo salimos esa noche para Granada donde llegamos cerca de las cinco de la mañana, hora en que las lavanderas van para el La– go a lavar las ropas. Poco después esiábamos lla– mando a la puerla de la casa de doña Dominga Bo– laños de Zelaya, donde nos refugiamos y allí per– manecí algunos días mienira$ se me preseniaba la oporlunidad de trasladarme & Choniales.

No puedo l'.legl;ir que el General Zelaya se mos– iró basfa~ie magnánimo con los que cayeron pri– sioneros en el vapor Vicioria. Así como hay que reconocerle que no demoró mucho el dar Amnistía en favor de fodos los que habíamos iomado parle en el mo.vimienio. revolu9ionario.

Aprovechando la Amnistía me trasladé a Coma– lapa para ver a mi esposa y vivir allí para mientras arreglaba mis negocios, y así poder salir del país, después de unos dos o tres meses, en compañía de mi fío Alejandro.

No encuentro jusio de mi parle, cerrar esie que considero un capí±ulo imporlante de mi vida de lu– chador en conira de la Tiranía de mi patria, sin ha– cer, nuevamente, mención del valor y constancia del soldado de Nandaime, que en esa ocasión hizo de: rroche de esa valentía innata de sus soldados. También son dignos de mención los amigos que de disiinia manera prestaron su imporlanie colabo– ración, ya acompañándome personalmente, ya pres– tándome ioda clase de ayuda en mi consianie opo– sición al Régimen de opresión, y apoyándome ,en maniener encendida la fea liberlaria en mi corazón. De Camoapa, se distinguieron, por ejernplo" en iales servicios: Don Modesto Duarle Marín, los Ber– múdez, los Sándigo, los Aráuz, los Díaz, los Mejía. Era muy de notarse que en Choniales recibí siempre gran alienfo en rnis actividades de revolu– cionario luchador, así corno en el resio del país que siempre rne brindaba su apoyo sin reservas. En ese tiernpo de la REVOLUCION DEL LAGO, estando en San Ubaldo, puerlo del Gran Lago, recibí a varios prisioneros enviados de Acoyapa por . las aU±oridf!,des de la Revolución, enfre los que esiaba don ~icolás Tablada. No sé por qué rnoiivo estaba prisio:J:lero, porque por referencias de mi suegro don Ceferino Enríquez sabía que era conservador. Esios prisioneros pasaron con rni iropa al vapor Vicioria que yo rnanienía anclado en ese puerlo, y allí per– rnanecieron por varios días. Recuerdo que un día de iantos, se rne quejaron los presos de la mala co– rnida que les daban. Entonces yo, para vigilar más de cerca y proporcionarles una mejor alimeniación, ordené que les sirvieran en la rnisrna mesa que a mí, y así comíarnos juntos hasia el día de su sepa– ración.

Corno no podía andar con los prisioneros, a bor– do en mis escaramuzas revolucionarias, opié un día que marcharía con mi tropa, dejar a los prisioneros en una lancha anclada. Como no iomara l!'ls debi. das, precauciones para evitar su fuga, suc~dió que al r,egresar encontré qlie iodos se habían fugado lee, vando el ancla y dejándose arrastrar por las ernbra– vecidas olas del Lago hasia llegar a un lugar de tia. rra firnle. , ' Esa es la verdadera hisforia de ese incidenie, que algunos han tergiversado rnaliniencionád,amen– ie diciendo que hablan sido abandonados adrede a la d~riva de las olas,

Duranie mi esfac$ía en Moyogalpa, recibía cons– taniemenie adhesiópes de amigos de la causa que llegaban a incorporarse de la ciudad de Rivas. De allí iambién me suministraba¡:¡ valiosos informes del esiado en que e¡;¡iaba el Ejército del Gobierno, ejér– cito cornpuesio por genies reclutadas a la fuerza. En Cornalapa, después de ires rneses de estadía, arreglando rnis negocios y traiando de convencer a Lasienia sobre la conveniencia de salir del país, a causa de lo peligroso que era para rní Seguir en la vida azarosa de perseguido, r~solvirnos al fin que eso era lo rnejor que podíarnos hacer y entonces, un día de ianios sin despedirme de nadie sino de mi espo– sá, rne dirigí hacia Granada para juniarme a rni fío Alejandro que ya iambién esiaba lisio para salir.

A Costa Rica

A este viaje se agregaron don Mariarto Zelaya y don Eulogio Cuadra. .

Resuello ya en Granada el día de la parlida en– viarnos a Rivas a buscar a un baqueano que" estu– viera lisio para conducirnos,· de Rivas a ;l¡a Cruz, Costa Rica. En Granada ya t~ilíamos lisio el que nos llevaría a aquella ciudad.'

El recorrido 10 hacíamos de noche, descansan– do en el día. Una vez llegados a Rivas, nos hos– pedamos en la hacienda de Don Narciso Argiiello, donde admiré las pilas enormeS que se usaban en' la prepara,ción del añil. Al caer la noc:he con±inua--

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